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Mostrando entradas de septiembre, 2017

La butifarra, por supuesto, catalana

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La víspera del referéndum catalán no parece ser la mejor época para adentrarse en cuestiones identitarias y cuestiones nacionales porque uno corre el riesgo, inevitable por otra parte, de salir trasquilado dado que, como comprenderán, al igual que es imposible hacer una tortilla sin romper huevos, es igualmente imposible, referirse a estas cuestiones, sin ser acusado de mingafría por los sectores más nacionalistas (vascos y catalanes) o no ser acusado de secesionista y/o filoterrorista por los otros nacionalistas, que haberlos haylos, los nacionalistas españoles. En estos momentos donde Mariano ha decidido apagar el fuego echando gasolina sobre la hoguera quisiera poner sobre la mesa, nunca mejor dicho, la cuestión de la identidad nacional en lo relativo a los alimentos y más concretamente a su etiquetado, puesto que mientras unos, apelando al sentimiento y las necesidades de generar la adhesión del consumidor más cercano, reclaman la flexibilidad normativa que posibilite a

La manzana de la discordia

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No hace mucho tiempo se me acercó una pareja joven ilusionada con su proyecto de pequeña quesería donde además de queso querían elaborar otra serie de productos lácteos con los que impulsar la idílica diversificación que todos ansían lograr cuando emprenden el camino de la transformación. Al poco tiempo de comenzar la conversación, mi natural talento (osea, nulo), fue suficiente para captar que aquel proyecto no tenía viabilidad alguna, al escucharles que el diseño de las instalaciones debía ser tal forma que no tuviesen que “tocar” las ovejas. Quizás sea un caso aislado pero mucho me temo que no y prueba de ello son los numerosos casos de caseríos donde la faceta transformadora, por supuesto más rentable que la meramente productora, acaba por engullir y aniquilar la faceta productiva y no es nada raro encontrarse con casos donde los responsables de la explotación, especialmente las nuevas generaciones, atraídos por la rentabilidad de la actividad elaboradora y comercial y

Los ecologistas sin veraneo

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Quizás lo desconozcan pero la diferencia estival entre Gipuzkoa y Bizkaia es que mientras los primeros, los grisunos guipuzcoanos como dice una allegada mía, vamos de vacaciones, los segundos, los farrucos bizkaitarras, no van de vacaciones sino que, veranean. ¡Así, como suena!. Pues bien, como sabrán, mi familia política es de Bizkaia, del populoso barrio bilbaíno de Santutxu para más señas, y por lo tanto, uno, con los años de convivencia marital ya ha adquirido la categoría de veraneante en Armintza, barrio portuario de la localidad de Lemoiz, donde, perdonen la recoña, nuestra insigne familia veranea desde hace unas cuantas décadas y donde, siento decirlo, veo con no poca preocupación que crecen las actitudes incívicas de algunos chonis al querer aparcar al borde del agua y de algunos otros que no acaban de dominar a sus canes que, cómo ellos siempre te advierten por anticipado, ¡tranquilo, que no hace nada!. Dejando clara mi condición de veraneante, no creo haber sido objet