Cagando y sin papel




Llego al día de hoy, domingo de Pascua, Aberri Eguna (Día de la Patria) para los patriotas vascos, con el ánimo alicaído y la mente magullada. El confinamiento, a pesar de que lo soporto relativamente bien, está haciendo mella. Llego a la celebración de hoy, tras un par de semanas de locura recluido en el manicomio de Ciempozuelos que es donde se ambienta el magnífico libro de Almudena Grandes, La Madre de Frankestein, donde las paranoias de Aurora y las ansias de libertad de sus protagonistas chocan con la asfixia impuesta por la dictadura franquista para aquellos que no comulgaban con sus ideas.
Los vascos, al menos los nacionalistas, allá por el año 1933 ya uníamos nuestro destino como pueblo al proyecto europeo por lo que estos días, más allá del Coronavirus y de sus dramáticas consecuencias, me resulta doblemente doloroso comprobar la debilidad del proyecto común europeo y la visión cortoplacista de muchos de sus líderes.
Duele observar cómo las instituciones europeas, cada vez que surge un problema que trasciende las fronteras de cada uno de los países que conforman la UE, corren a refugiarse en su castillo particular y se llaman a andanas, porfiando la resolución de los problemas, comunes, a la respuesta, particular, de cada uno de los países directamente afectados. Ocurrió con las políticas de migración donde los países del Norte se hacían el sueco mientras los del Sur aguantaban la vela y la crisis humanitaria generada con la llegada de barcos repletos de refugiados a sus costas.
En estos momentos tan delicados para varios de los países de la Unión Europea y con una previsión de recesión económica durísima para casi todos sus miembros, los hay que siguen sin tener una visión compartida del proyecto europeo y que se permiten la chulería de racanear, cuando no negar, los fondos necesarios para evitar la catástrofe que atisba en el horizonte más próximo.


Ahora, el malo de la película, parece ser, el primer ministro holandés, Mark Rutte, anteriormente, en el tema de la migración y los refugiados fueron Salvini junto con otros políticos de extrema derecha y en la crisis financiera del 2007 el ogro fue el todopoderoso ministro federal de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, pero no nos equivoquemos por que, más allá de la actuación puntual de algunos de ellos, preocupa sobremanera la aporofobia latente, ósea, el odio a los pobres bien sea a modo individual bien sea a modo de país y la demostración más patente de ello es ésta forma de actuar de estos políticos, cometería un error si los llamase líderes, donde según ellos, el proyecto europeo es altamente interesante como mercado para sus productos y servicios pero nada interesante como proyecto en común que, además de la faceta económica, integre la faceta social, medioambiental, etc.
En un mundo globalizado como el actual, con Estados Unidos y China peleando para ver quién es el gallo del corral mundial y con otros cuantos países, a distancia pero al acecho (Rusia, India, Brasil, etc.), el proyecto común europeo es el único asidero que tienen los países europeos que, por muy grandes e importantes que se consideren, son poco más a un cero a la izquierda, en el caso de que cada uno de ellos vaya por su cuenta a la escena global,. Por eso mismo, estimo que son precisamente esos países del Centro y Norte de Europa que nos ningunean al resto, los principales interesados en fortalecer el proyecto común europeo y que no se inicie, fruto de la desesperanza y movido por los partidos de ultraderecha que están a la espera agazapados, un camino de huida hacia la nada que desemboque en una Europa desunida e irrelevante en la escena global.
La reacción a los excesos de la globalización mundial pero también a la inacción de la Unión Europea puede ser un repliegue a las propuestas individuales, a mirar cada uno a su ombligo y al ¡Sálvese quién pueda!, una vuelta a las fronteras y al encastillamiento o ensimismamiento. Ahora bien, la pandemia y sus consecuencias nos han mostrado también que el proyecto común europeo debe tener muy en cuenta que tan positivo como abrir mercados exteriores es necesario cuidar la capacidad productiva (industrial, alimentaria, energética, etc.) en cierto grado de autosuficiencia para evitar que, al igual que ocurre ahora, estemos atados de pies y manos de países terceros.
De la industria, de la energía y de otras cuantas más ya se ocuparán otros, más listos y poderosos que yo, pero una vez más, permítame querido lector-sufridor, que me reitere en la inaplazable necesidad de que el proyecto europeo y el resto de administraciones integren la política alimentaria en su agenda política por que de lo contrario, en la próxima sacudida, que llegará antes de lo que nos imaginamos, nos pillarán, con permiso de aquellos que hayan hecho acopio de papel higiénico estas semanas, cagando y sin papel.

Xabier Iraola Agirrezabala

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