Es tiempo de cuidarse
Obsesión. Es la primera palabra
que me viene a la cabeza viendo el panorama callejero de muchas de nuestras
localidades urbanas donde la apertura de establecimientos de fisioterapeutas,
masajistas, quiroprácticos, esteticien, cuidados de uñas, barberías masculinas
en cada esquina, peluquerías por doquier, residencias capilares, clínicas
dentales, pilates, gimnasios de toda índole, etc., por no hablar de los centros
de CrossFit que crecen como champiñones en polígonos industriales y centros
comerciales, todos estos negocios, más allá de lo estrictamente médico, tienen
un único objetivo que es el cuidado personal de uno mismo.
Al parecer, el cuidado de nuestro
cuerpo, nuestra apariencia física y la imagen que proyectamos ante nuestro
entorno social es una prioridad para todos nosotros y consecuentemente, es una
prioridad tanto en el reparto de nuestro tiempo y de nuestro gasto familiar. Es
lógico, dirigimos nuestro gasto hacia aquello que consideramos prioritario y
dedicamos nuestro tiempo hacia aquellas actividades que, nos resulten
placenteras o no, su objetivo sea el cuidado personal.
Pues bien, en este contexto,
decidí acudir a un curso de verano de la universidad pública vasca, EHU, sobre
el consumo de los productos locales, organizado por la federación de desarrollo
rural LANDAOLA, fijando especialmente la mirada en el comportamiento de los más
jóvenes, para conocer cuáles pueden ser las claves de los hábitos de la
generación Z, jóvenes que van de los 18 a los 25 años que, según el estudio
elaborado por PROSUMERLAB, no son más que el 11% de la población. Un ejemplo
más del invierno demográfico de la sociedad actual.
Para estos jóvenes, entre los
cuales se encuentra mi hijo, la prioridad absoluta de sus vidas son los viajes
y experiencias con un 60% y el deporte y cuidado con un 53% y si bien, hay un
48% que reconoce que le es importante la gastronomía y la cocina, no es menos
cierto que muchos de ellos reconocen que no tienen tiempo para cocinar, que
recurren a platos preparados y, por lo tanto, que la conveniencia (un eufemismo
para referirse a la comodidad), es el factor principal de compra.
Viendo los datos, y lo que
constatamos en nuestro entorno más cercano, es fácilmente comprensible que el
sector agroalimentario dirigido a los alimentos precocinados crezca
exponencialmente bien sea en el mercado de productores donde los baserritarras
ofertan bolsas de hortalizas ya limpias y cortadas en el caserío para que no hagas
más que echarlas a la cazuela bien sea en la carnicería del barrio, donde la
venta de carne fresca llega a la categoría de anecdótica o bien sea en los
supermercados e hipermercados que, ojo avizor, y siempre atentos a nuestras
querencias, han impulsado un negocio, híbrido, denominado mercaurante que
consiste en una sección donde tenemos los precocinados a modo de buffet, a
libre disposición, y en ese mismo establecimiento, cuentan con un área donde puedes consumir dicho
precocinado para que así, no “pierdas” tiempo cocinando entre que sales del
trabajo y entras al gimnasio, además de revisar las imprescindibles noticias
que son vitales para nuestro futuro.
Este último formato de
mercaurante tiene tanto éxito que, en el último año, de julio del 2024 a julio
del 2025, son 6,9 millones de personas del estado las que han comprado comida
precocinada en estas secciones y no sólo comprar, si no hay 1,3 millones de
personas que incluso han devorado su compra en el mismo supermercado y es que,
al parecer, según los informes de las consultoras al uso, el 47% de los
españoles afirma no tiene tiempo libre para cocinar.
Visto lo visto, me pregunto, cómo
es posible que la gente ubique el tiempo destinado a cocinar dentro de su
tiempo libre, como si fuese comparable a pintar un cuadro, hacer macramé o navegar
en internet.
La cuestión es que creo que nuestro
principal fracaso es haber comprado la teoría, repetida a machamartillo por los
anuncios de la industria agroalimentaria, que el tiempo destinado a cocinar o
alimentarte es tiempo perdido y no, tal como debiera, un tiempo ganado e
invertido en cuidar nuestra salud a través de una alimentación sana, lo más
fresca posible y local, a poder ser.
Por ello, antes de que la
alimentación de la población dependa totalmente de la industria agroalimentaria
que deslocalizará su compra única y exclusivamente en función de su
rentabilidad, creo que sería bueno que el sector productor se implicase más
activamente en impulsar una estrategia alimentaria
que plantee la cocina, el acto de cocinar, como un acto de autocuidado y que el
tiempo dedicado a comprar los alimentos frescos, cocinarlos lo más saludablemente
posible, son la mejor forma de cuidarnos a nosotros mismos y a todas aquellas
personas que más queremos, familia y amistades.
Repito, cocinar es tiempo ganado.
Ganado para cuidarnos.
Xabier Iraola Agirrezabala
Comentarios