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La butifarra, por supuesto, catalana

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La víspera del referéndum catalán no parece ser la mejor época para adentrarse en cuestiones identitarias y cuestiones nacionales porque uno corre el riesgo, inevitable por otra parte, de salir trasquilado dado que, como comprenderán, al igual que es imposible hacer una tortilla sin romper huevos, es igualmente imposible, referirse a estas cuestiones, sin ser acusado de mingafría por los sectores más nacionalistas (vascos y catalanes) o no ser acusado de secesionista y/o filoterrorista por los otros nacionalistas, que haberlos haylos, los nacionalistas españoles. En estos momentos donde Mariano ha decidido apagar el fuego echando gasolina sobre la hoguera quisiera poner sobre la mesa, nunca mejor dicho, la cuestión de la identidad nacional en lo relativo a los alimentos y más concretamente a su etiquetado, puesto que mientras unos, apelando al sentimiento y las necesidades de generar la adhesión del consumidor más cercano, reclaman la flexibilidad normativa que posibilite a

La manzana de la discordia

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No hace mucho tiempo se me acercó una pareja joven ilusionada con su proyecto de pequeña quesería donde además de queso querían elaborar otra serie de productos lácteos con los que impulsar la idílica diversificación que todos ansían lograr cuando emprenden el camino de la transformación. Al poco tiempo de comenzar la conversación, mi natural talento (osea, nulo), fue suficiente para captar que aquel proyecto no tenía viabilidad alguna, al escucharles que el diseño de las instalaciones debía ser tal forma que no tuviesen que “tocar” las ovejas. Quizás sea un caso aislado pero mucho me temo que no y prueba de ello son los numerosos casos de caseríos donde la faceta transformadora, por supuesto más rentable que la meramente productora, acaba por engullir y aniquilar la faceta productiva y no es nada raro encontrarse con casos donde los responsables de la explotación, especialmente las nuevas generaciones, atraídos por la rentabilidad de la actividad elaboradora y comercial y

Los ecologistas sin veraneo

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Quizás lo desconozcan pero la diferencia estival entre Gipuzkoa y Bizkaia es que mientras los primeros, los grisunos guipuzcoanos como dice una allegada mía, vamos de vacaciones, los segundos, los farrucos bizkaitarras, no van de vacaciones sino que, veranean. ¡Así, como suena!. Pues bien, como sabrán, mi familia política es de Bizkaia, del populoso barrio bilbaíno de Santutxu para más señas, y por lo tanto, uno, con los años de convivencia marital ya ha adquirido la categoría de veraneante en Armintza, barrio portuario de la localidad de Lemoiz, donde, perdonen la recoña, nuestra insigne familia veranea desde hace unas cuantas décadas y donde, siento decirlo, veo con no poca preocupación que crecen las actitudes incívicas de algunos chonis al querer aparcar al borde del agua y de algunos otros que no acaban de dominar a sus canes que, cómo ellos siempre te advierten por anticipado, ¡tranquilo, que no hace nada!. Dejando clara mi condición de veraneante, no creo haber sido objet

No lo sé, No me consta, Lo desconozco

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Hace un año murió mi padre, exhausto tras diez eternos años de convivir con el señor Alzheimer. Lo que comenzó como un simple de olvido de llaves acabó del todo con su frágil memoria y se nos fue tras haber olvidado cómo se masticaban los alimentos y, lo que es peor, algo tan simple, como el hecho de respirar. Hoy, un año después, cuando me dispongo a darles un respiro en la sufrida labor de leer mis filípicas semanales, la cuestión del olvido, paradójicamente,  me vuelve con inusitada fuerza al observar cómo numerosos mandamases populares han caído en las garras del señor Alzheimer, al menos, si son ciertas esas profundas lagunas en la memoria que muestran públicamente cuando el fiscal les interroga por las numerosas tropelías cometidas por ellos y/o por gente, hasta hace bien poco, cercanas. Para suerte de ellos, incluso, sus esposas, muy al contrario de la mía, parecen desconocer todo lo que hacen sus maridos. Todos ellos recurren al “No lo sé, No me consta, Lo Desconozco”

Susurros al oído

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La Comisión Europea lanzó hace ya bastantes meses una macro-consulta popular con el objetivo de conocer la opinión de la población europea sobre el futuro de la Política Agraria Común (PAC) europea más allá del año 2020. Pues bien, la Consulta Popular, cuyos resultados han sido recientemente presentados por el comisario agrícola, el irlandés Phil Hogan, ha cosechado un éxito enorme de convocatoria si tenemos en cuenta las 322.900 respuestas recibidas frente a las escasas 5.700 respuestas recogidas en la anterior Consulta allá por el año 2010; ahora bien, conociendo como vamos conociendo el paisanaje y los paisanos del terruño, no me ha sorprendido nada saber que de esas 322.900 respuestas, la propia Comisión ha desechado unas 248.000 respuestas que fueron enviadas masivamente, en tromba, corta-pega a mansalva, por un conglomerado de asociaciones y ONGs conservacionistas, ecologistas o puñetas quieran calificarlas. Sí, esas numerosas y correosas asociaciones que se refieren a las

Cristiano Ronaldo es la leche

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Recordarán, queridos sufridores, que hace unos cuantos meses fueron miles de personas las que suscribieron en la plataforma Change.org la petición para indultar a la vaca Carmen y que no fuese sacrificada como lo son el resto de animales afectados por la enfermedad de la brucelosis. En su momento ya califiqué, y por lo tanto no lo voy a volver a hacer, a estas personas que, seguramente de buena voluntad, tratan a la vaca lechera Carmen como si fuese un animal de compañía. Pues bien, parece ser que la ley de Murphy, aquella que decía que todo es susceptible de empeorar, tiene numerosos seguidores y casi todos enganchados al dichoso Change porque si no, convendrán conmigo que, es difícil de entender que haya unas 2.200 personas que hasta el momento hayan firmado la petición de perdonar al futbolista Cristiano Ronaldo su deuda con Montoro, o mejor dicho, con todos los ciudadanos de a pie. He podido leer que el impulsor de dicha petición es una identidad falsa especialista en gen

Ramón el auténtico

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No quisiera ser como Vicente, el del dicho popular, que va donde la gente ni meterme en fregados que no domino (la verdad sea dicha, no domino ninguno) pero cada vez es más frecuente leer, ver y escuchar voces que alertan sobre las nefastas consecuencias del turismo masivo y masificado. Quizás pensando en lo que viene ocurriendo en otras grandes ciudades, Barcelona por ejemplo, son muchos quienes ya han encendido las luces de alarma sobre lo que está ocurriendo o puede ocurrir en muy poco tiempo en una ciudad tan bella como Donostia y se ponen a enumerar las terribles consecuencias, principalmente el fenómeno de la gentrificación, que ello conlleva para la población local. Pues bien, como decía, no quisiera caer en la simpleza de atacar porque sí el modelo turístico masivo pero sí aprovechar la coyuntura sobrevenida a la vuelta de unas pequeñas vacaciones en tierras lusas para apuntar una serie de reflexiones que me vienen a la cabeza nada más hacer un breve y somero re