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Mostrando las entradas etiquetadas como urbano

Dar la espalda

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Mi amigo Joxemanuel Etxeberria nos ha dejado. Un infarto colosal ha segado su vida que, a sus 74 años, estaba llena de proyectos y de vitalidad. Cuando estaba activo laboralmente en el mundo de las aseguradoras compaginó su brillante trayectoria profesional con no pocas inquietudes socio-políticas y son muchos los ejemplos de su trabajo en pro de la democracia, contra la tiranía del dictador y de ETA, su lucha en pro del euskara y de las ikastolas y tras su retiro laboral, fue cuando se volcó en la faceta más social entregándose en cuerpo y alma a los más vulnerables, desfavorecidos y en especial, a las personas ancianas. Era humano a más no poder y fiel reflejo de ello es el dolor que le causaban ciertas decisiones empresariales que, en aras a lograr el máximo beneficio, se olvidaban de que tras cada cifra y porcentaje existen personas con sus circunstancias y vicisitudes. No era partidario de grandes proyectos y forzados protagonismos si no de innumerables pequeños pr

Quien quiera peces, que se moje el culo

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He relatado numerosas veces abundantes ejemplos del menosprecio y/o desapego que sienten nuestros productores por parte de sectores de la sociedad que les critican como trabajan y como interaccionan con el territorio, fauna y flora. Se sienten ninguneados y abandonados, muchos de ellos al menos, tanto por gente ajena al sector primario como por la clase política, comenzando por los más cercanos, alcaldes y concejales. Entramos en época pre-electoral, aunque quizás debiera hablar más directamente de época electoral, por lo que suponemos que es una época propicia para pedir y reclamar una mayor y mejor atención a los municipios y barrios rurales, mejores infraestructuras (accesos, red eléctrica, agua, fibra óptica, etc.), mejores servicios para niños, jóvenes y mayores y así, suma y sigue, hasta completar un listado más largo que la carta al Olentzero y/o Reyes Magos de un niño en época prenavideña. Los productores, como cualquier otro vecino, han aprendido que tan imp

Respeto, ni más ni menos

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Soy de los que necesito, al menos, tres semanas seguidas de vacaciones para sentir que me cunden. Hace unos años, cogí sólo 2 semanas seguidas y para cuando me di cuenta ya estaba en la cuenta atrás y por ello, desde hace bastante, cojo todo de golpe para así, llegar a ese tipo de aburrimiento placentero que va desde el paseíto hasta la duermevela en la playa, la sobremesa familiar, la siesta oficial, el poteo en cuadrilla y así, suma y sigue, hasta la vuelta a la rutina otoñal. Es ese tipo de aburrimiento al que intento enganchar a mi hijo que, como todos los de su edad, preadolescencia aguda, piensan que la vida es un continuo parque temático sin opción al descanso y menos, obviamente, al aburrimiento. De la misma manera que defiendo mis vacaciones, les tengo que reconocer que al final de estas suelo sentir un cierto remordimiento, cuando no cargo de conciencia, al observar que la gente para la que trabajo, los baserritarras, no cuentan más que con unos pocos días de asueto,

Cosmopueblita

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Esta semana el presidente yanqui del tupé dorado anda de aniversario al cumplirse el primer año de su victoria frente a una Hillary Clinton que no acaba de recuperarse del inesperado batacazo. Los adversarios y enemigos del locuaz inquilino de la Casa Blanca, que como imaginarán son legión, le recuerdan que su victoria está sustentada en un injusto sistema electoral ya que son cerca de tres millones de personas más quienes optaron por Hillary. La enorme diferencia del voto republicano en los entornos rurales, 62% de Trump frente al 34% de Clinton, frente a la clara ventaja demócrata en las ciudades más importantes, 59% de Clinton frente al 35% de Trump, le fue suficiente para recabar los votos electorales de unos pocos estados, votos previstos en el complicado sistema electoral norteamericano, que acabaron de inclinar la balanza electoral en favor de Trump. Como se imaginarán este desfase entre votos reales y votos electorales impulsó un debate sobre dicho sistema elector

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid

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Hace cuatro años tuve la osadía de ponerme en contacto con un joven periódico, Noticias de Gipuzkoa, que fruto de su ingenuidad y de mi insistencia llegó a aceptar mi colaboración sasi-periodística. Imagino que, tanto la entonces directora Arantxa Zugasti como el actual Adolfo Roldán, se habrán arrepentido más de una vez de haber cedido a mis ruegos y de abrir una ventana semanal para que el sector agrario, el mundo rural y todos sus satélites entren en la vida de sus lectores. Aunque el curro semanal es personal e intransferible y hayan sido numerosas las veces que he constatado un pertinaz sequía en la temática a escribir, les tengo que reconocer que la semilla de dicha colaboración no es para nada personal, sino que la iniciativa nace de una profunda y reiterada reflexión en el seno de la organización agraria ENBA que, siempre en defensa de los baserritarras, constataba y sigue constatando el vacío comunicativo con respecto al sector primario (más allá de las protestas puntua

Rebelión en la granja

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  Mi interés por la cuestión pública hacen que aproveche cualquier ocasión, y últimamente no me puedo quejar, para abordar cuestiones político-electorales y como comprenderán, la victoria de Donald Trump, es una inmejorable oportunidad para hablar de ciertas cuestiones y de rondón, venderles “mi mercancía”. No sé si mis neuronas se habrán recuperado del shock que me produjo la noticia cuando al colocarme los auriculares para ir a correr a las seis de la mañana, sentí un latigazo en el cuerpo al escuchar que el impresentable del rubio tupé iba a ser el próximo presidente de los Estados Unidos de América. Entenderán por tanto que llevo estos días, intentando asimilar lo inasimilable y siguiendo con gran interés los artículos y las diferentes valoraciones de los analistas políticos sobre qué y por qué ha ocurrido lo que nadie presagiaba y caigo en la cuenta que, una vez más, pecamos de soberbia y falta de empatía al creer que el mundo, particularmente el mundo que no nos

Los nuevos catetos

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Hace dos años una señora donostiarra se me enfadó cuando, al reconocerme que no había estado nunca en Urnieta, localidad de aproximadamente 5.000 habitantes que se encuentra a escasos 10 km de la capital, le espeté, con esa ironía sangrante que me brota, la verdad sea dicha contadas ocasiones al año, con no poco retintín, la frasecita “señora, que el mundo no acaba en el Tunel de Amara”. Ese mismo año, para ahondar más mi úlcera, pude conocer guipuzcoanos que nunca habían estado en Arantzazu u vizcaínos que no sabían dónde está Azpeitia y caí en la cuenta que todavía convivimos con muchísima gente que no conoce ni dónde está Bedaio ni Armintza pero, eso sí, ha ido de compras a Londres o paseado su esbelta figura por las calles de Praga. Somos así de catetos, valoramos lo foráneo mientras despreciamos, o cuando menos minusvaloramos, lo propio pensando que eso está aquí y ya lo conoceré otro día. Todo esto viene a cuento de una iniciativa que la organización agraria