La vaca mirando al cable
Karrantza es el último de los
valles vascos eminentemente rural. Su deficiente conexión viaria con el resto
del territorio histórico, imagino, será una de las principales razones de su
virginidad por lo que, una vez, le llegue la supuesta modernidad, adiós muy
buenas, a la última reserva ganadera, especialmente lechera, de Bizkaia.
Pues bien, este valle ha sido
protagonista de un “susedido”, que diría Txomin de Regato, cuando una vaca de aptitud
cárnica ha visto cómo sus cuernos se han enrollado con los cables de telefonía
que pasaban por la finca en la que este animal se encontraba tranquilamente pastando.
El vídeo de la vaca con su maraña
de cables en la cornamenta ha resultado viral en redes sociales y cómo no, ha
concitado el interés de los medios de comunicación que, lamentablemente,
salvadas las excepciones, únicamente se acercan al medio rural y/o al sector
primario cuando existen noticias folklóricas, llamativas y/o alarmantes, sin
entrar en las noticias cotidianas, que las hay, y muchas, en el aspecto económico
y social del rural.
Lo que mas me ha fastidiado, así
lo manifesté en la radio pública vasca, es que determinados medios, entre ellos
la propia Euskal Telebista, se hayan aproximado a la noticia desde un enfoque
tan disparatado como lejano y urbanita, afirmando que el valle de Karrantza se
quedó sin internet por culpa de una vaca. Cuando lo realmente noticiable es el
lamentable estado de conservación y falto de mantenimiento que se encuentra la
red telefónica en las zonas rurales, con infinidad de postes, podridos, caídos
al suelo y con unos cables por el suelo y/o a una altura mínima que dificultan
el pastoreo y las labores de los baserritarras, sin entrar a comentar, el
riesgo que unos y otros corren con dichos cables.
Al parecer, y no es algo
exclusivo de la red telefónica, el amplio territorio rural es la mejor
alternativa para ubicar las instalaciones de comunicación, energéticas, etc.
que dan servicio a toda la población, especialmente a los núcleos urbanos,
mientras los núcleos rurales y la población que vive diseminada a lo largo y
ancho del territorio, se encuentra con unos servicios deficitarios que, en el
mejor de los casos, les llegan a los años de haber llegado a la zona urbana.
Estos últimos tiempos, el mundo
rural, al menos, bastantes de sus habitantes andan desconcertados, cuando no
cabreados, al comprobar que tras años de servir de soporte físico a carreteras,
autopistas, centros comerciales, polígonos industriales, viviendas a cascoporro,
parques fotovoltaicos, molinos eólicos y otros muchos proyectos necesitados de muchísimo
suelo en los que ubicarse, cuando mucho me temo, que la vivienda puede llegar a
ser, nuevamente, un quebradero de cabeza para los baserritarras.
Me explico, tras años de sufrir
los desmanes y abusos de la burbuja inmobiliaria donde se permitía la construcción
de viviendas en cualquier sitio y de cualquier forma, con todos los albañiles
venidos arriba y jugando a ser Paco El Pocero con su megalómana promoción de
Seseña, una vez explotó dicha burbuja, llegó un periodo de tranquilidad donde,
a la falta de demanda de vivienda por parte de los particulares y
consiguientemente, la relajación de promotores, albañiles y constructoras, se
sumó que las administraciones públicas, al menos en Euskadi, llegaron al
convencimiento que es necesario ordenar el territorio, planificar
correctamente, impedir que se artificialice más suelo e impulsar un urbanismo
más compacto.
Es por ello por lo que, actualmente,
cuando el conjunto de las administraciones ha fijado como principal prioridad la
vivienda y cuando comienza a generalizarse el discurso de que hay que construir
más y ofertar mayor número de viviendas, es más necesario que nunca que
rescatemos el cuaderno donde anotemos las conclusiones de la anterior crisis y
así, evitar repetir los errores cometidos en un pasado no tan lejano.
En este sentido, leo con agrado,
la propuesta de la diputación foral de Bizkaia para el Plan Territorial Parcial del Bilbao
Metropolitano donde se plantea una redensificación de los núcleos urbanos ya
existentes sin recurrir a consumir más suelo natural, con edificaciones de más
alturas y sustituyendo edificios viejos ya obsoletos por nuevas edificaciones,
como decía, más altas y con unas viviendas acordes a una sociedad donde las
familias unipersonales son aproximadamente el 50% de las familias totales.
No obstante, no todo va a ser
positivo y así, recientemente, he conocido la aprobación por parte del
ayuntamiento de Ordizia, en el Goierri gipuzkoano, de una urbanización de 82
viviendas unifamiliares, alejadas del centro urbano. El ayuntamiento, en los
últimos ventitantos años ha sido incapaz de reconducir este planteamiento
urbanístico, propio de aquellos años e impropio en la actualidad, y ahora,
finalmente, ha sido aprobado con los votos favorables de PNV, el voto contrario
de PODEMOS y la abstención del PSOE y EHBILDU, que a la postre, ostenta la
alcaldía y que ha liderado las negociaciones, actuales, con el promotor. Una
vez más, la abstención es el burladero que ha utilizado para esconderse y no
ser consecuente con lo que, públicamente, dice defender.
Xabier Iraola Agirrezabala
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