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No lo sé, No me consta, Lo desconozco

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Hace un año murió mi padre, exhausto tras diez eternos años de convivir con el señor Alzheimer. Lo que comenzó como un simple de olvido de llaves acabó del todo con su frágil memoria y se nos fue tras haber olvidado cómo se masticaban los alimentos y, lo que es peor, algo tan simple, como el hecho de respirar. Hoy, un año después, cuando me dispongo a darles un respiro en la sufrida labor de leer mis filípicas semanales, la cuestión del olvido, paradójicamente,  me vuelve con inusitada fuerza al observar cómo numerosos mandamases populares han caído en las garras del señor Alzheimer, al menos, si son ciertas esas profundas lagunas en la memoria que muestran públicamente cuando el fiscal les interroga por las numerosas tropelías cometidas por ellos y/o por gente, hasta hace bien poco, cercanas. Para suerte de ellos, incluso, sus esposas, muy al contrario de la mía, parecen desconocer todo lo que hacen sus maridos. Todos ellos recurren al “No lo sé, No me consta, Lo Desconozco”

Yo no soy tonta

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Desconozco si la esposa de Barcenas ha sido contratada por una famosa marca de tiendas de electrodomésticos cuyo eslogan es “Yo no soy tonto” pero me reconocerán que su clamoroso “Yo no soy tonta” ha resultado demasiado sorprendente en una persona que considero de un cierto nivel cultural, suficiente al menos, para caer en la cuenta si en el establecimiento que estaba era un banco o era un pub. Quizás los bancos suizos queriendo agasajar, se pasan cuatro pueblos con el atrezzo y los detalles y es cierto que les resulte difícil discernir si están en un vulgar banco, ejecutando una mundana transacción monetaria aprovechando que esquiaban por los Alpes, o si estaban en un local de moda donde les agasajaban con champan y caviar como gente VIP que son. Algo parecido les ocurre a muchos consumidores que son tratados como tontos cuando acuden a su establecimiento de referencia y confiados por la trayectoria ejemplar de dicho comercio, pasean el carrito por los pasillos donde son re

Bocadillo de chorizo con pan duro

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Por lo que observo en mi entorno, resulta bastante habitual entre los críos que van a merendar comerse el chorizo y dejar el pan, o tirarlo a cualquier papelera o a la primera esquina que pillen. Mi hijo Martín, que en esto de la merienda es monocultivo del chorizo, al menos, lo hace y como él otros muchos, por lo que somos muchos los padres quienes peleamos para que el dichoso crio se coma el bocadillo en su totalidad y no sólo, lo que en principio es, la parte más jugosa. En la vida ocurre como con el bocadillo y solemos tener que afrontar y asumir que en nuestro día a día hay tareas, personas, entornos y realidades que aúnan tanto aspectos jugosos y agradables al mismo tiempo que otras partes no tan atractivas. Como decían antes los curas cuando te acercabas al altar, “a las duras y a las maduras”. En el sector agroalimentario y más concretamente, en el sector de la restauración o de la hostelería también ocurre algo similar cuando determinados establecimientos o subsec