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Katiuska

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  La guerra en Ucrania provocada, única y exclusivamente, por el dictador Putin, a semejanza de lo acontecido en época pandémica en el sector industrial, ha puesto sobre el tapete la dependencia de nuestro sector agroindustrial de materias primas de terceros países cuyo suministro damos por descontado en periodos de paz y normalidad. Los países occidentales, la Unión Europea en nuestro caso, tienen organizada toda su arquitectura productiva, bien sea en el sector agroalimentario bien sea en el sector industrial y tecnológico , de tal forma que las tareas, procesos y elementos que sean trabajosos, sucios y carentes de valor añadido se subcontraten a terceros países a los que exprimimos en precios hasta asfixiarlos y condenarlos a producir en condiciones sociolaborales que rechazamos para nosotros pero con los que convivimos puesto que ocurren fuera de nuestro campo de visión. Damos por supuesto que la cadena europea, con gran parte de la producción, como decía subcontratada y extern

Orgullo casero

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El imparable aumento de la población mundial previsto por todos los organismos internacionales hace que tanto las empresas agroalimentarias multinacionales como los estados más poderosos hayan fijado el sector agroalimentario entre sus prioridades. Ahora bien, esta prioridad global no casa con las prioridades locales o más cercanas y menos con las prioridades personales de cada uno de nosotros pues de otro modo resulta difícilmente comprensible que en un panorama global tan, en principio, goloso nos encontremos con un sector productor cada vez más reducido y envejecido. En Euskadi, tenemos un sector agrario con unos titulares cuya edad media es de 58 años, es decir, en puertas de la jubilación “legal” y si acercamos la lupa a la estadística comprobamos que sólo el 10% de los titulares es menor de 40 años (40 años es el límite fijado por la Unión Europea para considerar a un productor, joven agricultor o no) y si miramos al tramo superior, comprobamos, con estupor, que el