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Toca reinventarse

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No sé usted, pero en mi caso, el confinamiento lo llevo, relativamente, bien. Es verdad que la actividad, teleactividad mejor dicho, funciona al ralentí y que salvo una reunión presencial que he mantenido y la salida diaria a por el periódico y cuatro compras, no he salido de casa en la última quincena. Incluso empiezo a pensar que me estoy habituando a esta rutina hogareña donde la secuencia de las tareas (compra, trabajo, cocina, lectura, trabajo, bicicleta, tele) va completando el día a día. Y así, día tras día. Ahora bien, que el dichoso virus y sus consecuencias tanto sociosanitarias como económicas sea el monotema de toda nuestra vida, tanto en casa, en el círculo de amistades, trabajo, medios de comunicación, etc. acarrea un agotamiento mental que supera con creces la falta de actividad física y lo que es peor, la falta de relaciones sociales. Por eso mismo, me repatalea tener que recurrir nuevamente al monotema, retorcer el tema hasta el infinito y abordarlo desde d

En dos palabras, IM-PRESCINDIBLE

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Días antes de las Navidades del 2007, acudí a la Clínica de la Asunción en Tolosa acompañando a nuestra madre aquejada por un insoportable dolor en su brazo. A las pocas horas del ingreso nos comunicaron que nuestra madre tenía dos tumores, uno de pecho y otro en el cerebro, y que presentaba, ya perdonarán los profesionales en la materia mi imprecisión, una metástasis y que la cosa apuntaba, muy pero que muy mal. Como se imaginará el shock de los familiares fue terrible, inmenso y paralizante. Tras el primer golpe, todo, pero todo, pasó a un segundo o tercer plano y tanto es así, al menos en mi caso personal, mi único pensamiento y tarea era ocuparme de, perdonen la expresión, la madre que me parió. Algo similar, creo, nos ha ocurrido con el coronavirus. La semana pasada andábamos haciendo bromas sobre los chinos, chanzas sobre las distancias para con aquellos que no nos caían especialmente bien o en mi caso, sobre el posible cierre de nuestra sociedad gastronómica. Por c

El virus de marras

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Resuenan por toda la estepa castellana-aragonesa que rodea la capital que todo lo absorbe, las carcajadas de los paisanos al escuchar las ordenes administrativas de nuestras autoridades que recomiendan que dejemos un metro de distancia entre uno y otro en aquellos eventos de más de 1.000 personas . Ellos, los paisanos, que viven en nanopueblos y acostumbrados a distancias kilométricas para poder encontrar otro poblador estepario con el que simplemente mantener una conversación, flipan en colores al escuchar las ordenes que, al parecer, no van con ellos y por la paranoia generada en las urbes ante la imposibilidad de arrejuntarse masivamente en eventos lúdicos sin los cuáles su vida pierde todo el sentido. Mientras tanto, uno que es obediente, siguiendo a pies juntillas las instrucciones de la autoridad competente, ha optado por el teletrabajo para afrontar la dura tarea semanal de juntar letras con el objetivo último de, además de chinchar a mis seguidores más acérrimos, refl

El paraíso público

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Conozco gente que tras semanas de consumismo desenfrenado y despendole incontenible, cuando van al cajero a sacar dinero es cuando caen en la cuenta de que, a lo largo de los últimos tiempos, han actuado de forma irresponsable y sin tomar en consideración las consecuencias, tan directas como innegables, de su irrefrenable pasión consumista. Algo similar, salvadas las distancias, le ha ocurrido a la sociedad vasca con el drama del vertedero de Zaldibar que a la vez que enterraba dos vidas (confío en pronto hallazgo) desenterraba, afloraba mejor dicho, una debilidad de nuestra sociedad y de nuestro sistema productivo, la gestión de los residuos industriales, cuestión a la que, como sociedad, poca o nula atención hemos venido prestando hasta que, fatídicamente, un deslizamiento nos ha puesto frente al espejo de nuestras miserias. Paradójicamente, ninguno, incluso aquellos que utilizan la cuestión para desgastar políticamente al Gobierno de turno, han planteado en el pasado recie

Low Cost

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Don Luis, el ministro plano, ha decidido dar, forzado por las imparables movilizaciones de los agricultores y con el ánimo de cortar de raíz la agrorrevuelta antes de que derive en algo parecido a los chalecos amarillos franceses, un pasito adelante con la publicación en el BOE de un Real Decreto con medidas urgentes en materia de agricultura y alimentación. El BOE, a decir de mi amigo Iñaki, es la implacable maquinaria que el Estado utiliza para evidenciar su poder quasi absoluto pero si nos atenemos a lo publicado, la verdad sea dicha, no parece ser tanto el poder que atesora. Don Luis nos dice en su boletín que el precio del contrato alimentario se hará en base a unos factores objetivos   que “En todo caso, uno de los factores deberá ser el coste efectivo de producción del producto objeto del contrato, calculado teniendo en cuenta los costes de producción del operador efectivamente incurridos, asumidos o similares. En el caso de las explotaciones agrarias se tendrán en cu

El Tijeretazo

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Los tractores han tomado las calles y con ello, la población, cuando menos, ha creído conocer lo que hasta ahora decía desconocer, ósea, la asfixia permanente en la que viven, malviven sería quizás más apropiado, por culpa de unos precios miserables por los alimentos producidos. Queda patente que para una gran parte de la ciudadanía, su relación con los alimentos, comienza en la estantería del súper y finaliza en la caja registradora. Como suena, tan triste como real. No hace muchos meses fueron las gentes de los miles de pueblos rurales que conforman  eso que se ha venido denominando la España Vacía, Vaciada, Ignorada, Ninguneada, etc. los que acudieron a la capital del Manzanares para manifestarse y poner ante los focos la triste realidad de esos pueblitos que van perdiendo sus gentes y con ello el aliento hasta la expiración final. Cuando se materializó aquella revuelta rural, cuyo consecuencia más visible fue el nacimiento de Teruel Existe, cavilé sobre la situació

Radio María

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Les tengo que reconocer, valiéndome que la  todopoderosa  ministra ecológica Teresa Ribera no lee este tipo de artículos,  que mi coche, viejo y diesel, es un portento de la mecánica moderna  porque además de contar con un buen radiocasete que, en función de los baches, va saltando de la radio al casete de rancheras, cuenta con una poderosa antena que capta, sobretodo, a la emisora de Dios, ósea, Radio María que, ríanse ustedes, es la más potente del radial al contar, parece, con el apoyo del más allá y con el respaldo de esos oyentes que buscan el dial con una mano mientras con la otra manejan el rosario o se flagelan por sus pecados. Convendrán conmigo sobre la importancia de contar con una buena antena para captar lo que fluye por el aire, por la atmósfera o por donde ustedes quieran apuntar porque en caso contrario, como bien sabemos los propietarios de coches antiguos, puedes pasarte todo el viaje intentando encontrar una emisora que, ¡qué menos!, se escuche en condicion