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La ola blanca

  La ola blanca Esta semana se celebra la gran feria internacional de turismo FITUR en Madrid. Dada la potencia del turismo en nuestro estado, el evento es una cita imprescindible para todos aquellos que, directa o indirectamente, viven o quieren vivir del turismo. Por allí, a semejanza de las pasarelas de moda, habidos de glamur y flashes de los medios de comunicación, desfilan todas las autoridades de la piel de toro. No falta ninguno. Ni los reyes, ni el ministro del ramo ni presidentes de comunidades autónomas, alcaldes, etc., nadie, incluso, acuden al evento, aquellos alcaldes (principalmente de izquierda) que se pasan todo el año hablando de las maldades del turismo, intensivo y masificado por supuesto, pero, que acuden raudos y veloces a eventos como éste con el único objetivo de atraer aun más gente para su localidad o territorio. Me dirán, ellos, que el turismo que ellos promocionan es un turismo respetuoso con la historia, cultura y patrimonio local, totalmente alejado de

En familia

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  El impulso de la agricultura familiar es el motivo principal por el que Joxe Mari Zeberio será galardonado como BASERRITARRON LAGUNA (Amigo de los baserritarras) por la organización agraria ENBA en el transcurso de su asamblea anual, este año, novedosamente, en viernes, 26 de enero, y en Hernani. La cita aúna información y reivindicación con la fiesta que supone juntarte con compañeros de oficio y destino que, en muchos casos, no ves a lo largo del año. Todos ellos, y otra mucha gente que no acudirá a la cita, son sabedores de que J.M. Zeberio ha sido a lo largo de toda su vida un impulsor de diferentes proyectos e iniciativas, todas ellas, dirigidas a impulsar la estructuración asociativa del sector, la formación de los baserritarras y, cómo no, al impulso de la agricultura familiar, en su sentido más amplio y generoso. Hasta suena a viejuno, hacer un reconocimiento a alguien por haber impulsado la estructuración y asociacionismo (sindicato, centros de gestión, cooperativas, …

Subidos al tractor

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  Mirando a Alemania con los ojos chiribitas, así definiría yo el estado de ánimo que se apodera de nuestros productores cuando ven en los informativos y en los numerosos vídeos que circulan por las redes cómo miles de agricultores alemanes cierran con sus tractores y maquinaria agrícola los accesos a las grandes ciudades, aeropuertos, etc. provocando unas imágenes impactantes y cercando a los urbanitas en sus ciudades. Al parecer, por lo que reproducen los medios, la medida que desencadena la protesta es la eliminación de los subsidios al gasóleo agrícola, eso sí, por motivos medioambientales. Estas imágenes replican lo que vimos en los Países Bajos recientemente, cuando allí también, los granjeros cabreados por las normativas sobre nitrógeno salieron a cerrar las carreteras y los aeropuertos para así, exponer a la opinión pública, la según ellos, insoportable presión de las medidas medioambientales sobre la actividad primaria. En uno y otro caso, además del malestar que existen

Silencios

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  Escribo este artículo en el mayor de los silencios, puesto que, si algo hay que ha caracterizado esta última semana previa a los Reyes, al menos en mi entorno, es el silencio. Silencio en el camino al trabajo y silencio en el destino. Correo electrónico, ninguno, llamadas, las justas y cuestiones, las retrasadas o las interminables. Nada nuevo bajo el sol, que diría aquel. Silencio, y dolor, en Arantzazu, donde nos reunimos cientos de personas en la misa funeral por el gran Nikolas Segurola. Todos los allí presentes, coincidíamos, en que el hueco dejado tras su muerte por este fraile franciscano, amante de las ovejas, defensor del pastoreo, impulsor de la Escuela de Pastores (ubicada en un caserío de la orden franciscana, Gomiztegi), además de amante del bertsolarismo (versos improvisados en euskara), del euskara y de otras muchas facetas de la cultura vasca, como decía, será inmenso. El Santuario de Arantzazu tiene la fachada ejecutada por el escultor Jorge Oteiza y destaca el

Cambio de paradigma

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  La familia Ezkiaga ha sido durante décadas la familia guardiana de la ikurriña que, en la época de la oscuridad, guerra civil y post-guerra con la dictadura franquista, guardó en secreto y con ello, jugándose el pellejo, la ikurriña del grupo de danzas Irrintzi Alai del entonces Batzokia de EAJ-PNV en Legorreta. La familia Ezkiaga, es el vivo ejemplo del compromiso nacionalista en aquellas épocas difíciles y así, mientras Bautista, el padre, fue gudari en la guerra civil, la madre, la gran Manuela, era la lideresa del pueblo con su grupo de teatro con el que impulsaba nuestro idioma, el euskara, entonces prohibido, y de rondón, como quien no quiere, entre obra y obra, en los recovecos de los diálogos, también se esforzaba en incluir las ideas patrióticas. Pues bien, ahora, es el único hijo vivo, Feliziano, quien recibirá, el sábado día 30 en el ayuntamiento de Legorreta, un merecido homenaje, extensible a toda su familia, tras haber decidido donar dicha ikurriña al pueblo.

Al lio

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  “Este año, NO nos vamos a liar”, así de simple, contundente, rotunda, previsible e inútil es la frase del año, la frase que inicia la campaña navideña en nuestra familia, cuando mi mujer se dirige a la madre que la parió, temiéndose su desembarco culinario, el de mi suegra, que cocina excesivamente bien y en cantidades pantagruélicas. Basta con acabar la frasecita para que todo, como quien no quiere, discurra por el camino recorrido en años anteriores y los preparativos culinarios navideños acaben, un año más, con una mesa a reventar de comida. Ahora bien, hablando de líos, hay que reconocerle la maestría a Luis Calabozo, director de la patronal láctea FENIL que, desde que hace unas semanas saltó a la palestra pública afirmando que sus industrias pierden competitividad, frente a otras industrias europeas, por la carestía de la leche y que, según él, además, aun teniendo la leche, de vaca, más cara de la UE, los ganaderos, como si fuese por capricho, están reduciendo, cuando no aban

Gato por liebre

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  Ya huele a Navidad. En nuestra casa, una vez más, el Puente de la Inmaculada es el que dedicamos a los preparativos prenavideños y muy especialmente, a adornar la casa, tanto por dentro como por fuera, donde el pino exterior cobra especial relevancia. Mi entorno, tanto de amistades como familiar, son conocedores de la titánica tarea que supone el arbolito de marras y todos ellos, sin excepción, esperan con ansia, ver cuál es la anécdota del año corriente, si fallan las luces, si se cae la estrellita, si el viento se lleva los adornos, si hay cortocircuito, o qué se yo, porque, tengo que reconocerlo, todos los años, nos ocurre algún imprevisto que nos lleva por la calle de la amargura y es el cachondeo de los allegados. Aún así, ver la cara de satisfacción de niños del barrio y vecinos mayores que apenas salen de casa, me reconforta y me carga las pilas para el próximo año. El día de la Inmaculada, acudí a la parroquia de Santa María de Tolosa a la eucaristía donde disfruté de lo li