Fuera de onda


Soy uno de los millones de personas que se tragaron el debate a cuatro entre los candidatos a presidente del Gobierno español y lo mío tiene delito, pues tenía bien claro que en aquel debate poco, o nada, se iba a hablar de cosas que realmente me interesan, osea, Euskadi y la agricultura.
Euskadi, desde que felizmente ETA paró la maquinaria, no cuenta apenas nada en el debate político estatal y por mucho que se empeñen los nacionalistas en presentarse a todos los sitios con “la agenda vasca” bajo el brazo, mucho me temo que los focos mediáticos apuntan en otra dirección. Por eso mismo, me llamó sobremanera la atención el desliz de Pablo Iglesias, desliz en cuanto que era un halago para un gobierno peneuvista del que despotrica un día sí y al otro también, cuando al hablar de políticas sociales afirmó que ellos quieren instaurar en España la renta básica que ya funciona en Euskadi.
La agricultura, lamentablemente, una vez más, estuvo totalmente ausente del debate y si bien Pedro Sánchez mencionó de rondón la cuestión de las ayudas, tengo que destacar que la actividad agraria como actividad económica y el desarrollo rural, más aún teniendo en cuenta el enorme problema de despoblamiento que tienen amplias zonas de la meseta, brillaron por su ausencia y ¿qué quieren que les diga?, personalmente, no me extrañó nada ni la ausencia de Euskadi ni la del sector primario pero, no por ello, quería dejar pasar la ocasión sin destacarlo, negro sobre blanco.
Contrasta este olvido, al menos el agrario, con la efervescencia que observo en Bruselas, corazón comunitario, donde no salen de una para entrar en otra y así, además de la dramática cuestión de los refugiados, la seguridad ciudadana amenazada por los yihadistas y ahora las imprevisibles consecuencias del Brexit, leo en la prensa especializada que hay dirigentes políticos de turno, acompañados de los sempiternos tecnócratas que perduran a lo largo y ancho de varias legislaturas, que ya han empezado a cansar la cabeza en la enésima reforma de la anterior y continua reforma de la Política Agraria Común (PAC).
Llevamos un año de la última reforma y cuando todavía hay productores que no han visto un céntimo de la recién estrenada PAC 2015-2020, ya están los incansables....



 de Bruselas dándole vueltas al magín y aún con la eufemística expresión de reforma intermedia, mucho me temo que estamos en vísperas de una nueva Reforma.
La triple motivación sobre la que parecer ser trabajan estos insistencialistas de la reforma perenne son el ajuste presupuestario acorde al Marco Financiero 2014-2020, la simplificación de la burocracia y finalmente, quizás con fuerzas renovadas tras el Protocolo de París, frenar el efecto invernadero.
La cuestión presupuestaria, qué quieren que les diga, me aburre soberanamente por lo que ni opino. La cuestión burocrática, si bien es importante, mucho me temo que querrán simplificarla para los administradores cuando lo verdaderamente urgente es simplificarla para los administrados, osea, para los baserritarras y por ello, es la cuestión del cambio climático donde quisiera decir un par de cosas.

La lucha contra el cambio climático es, tras París con más ahinco, una de las prioridades de la UE y poco a poco, pero imparablemente, ha pasado a ser una cuestión transversal que afectará al conjunto de las políticas sectoriales, públicas y privadas por lo que, impepinablemente, ésta será una cuestión vital para el futuro de la política agraria europea y que afectará directamente a las directrices que, tarde o temprano, entran hasta el interior de nuestras cuadras e invernaderos, además, sin llamar a la puerta y sin esperar a nuestro permiso.
Según parece la idea es que en el futuro la concesión de las ayudas de la PAC esté vinculada a la labor de los distintos sectores agrícolas, ganaderos y forestales en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y en la absorción de los mismos, como sumidero de estos gases a través de plantas y árboles pero, más allá de la siempre delicada cuestión de las ayudas directas, quisiera plantear la necesidad de contar con una estretegia público-privada, consensuada entre administradores y administrados, para direccionar nuestro sector hacia ese objetivo y para, de paso, responder a la creciente sensibilidad social para con la cuestión y  las demandas de los consumidores que, cada vez más, tendrán en cuenta estas cuestiones en el momento de decidir su opción de compra

Las diferentes administraciones exigirán a los productores, cooperativas y empresas que asuman compromisos crecientes en esa línea, que vayan incorporando certificaciones que les garanticen el cumplimiento de dichos objetivos y en la misma senda, paralelamente, el consumidor nos irá planteando una mayor inclinación hacia planteamientos sostenibles (km 0, producción ecológica, integrada, productos ganaderos de animales criados sólo a base de hierba, reducción de la huella de carbono, hídrica, etc.). No es ninguna novedad lo que les planteo, se está dando en otros países y tarde o temprano, nos llegará.
La pregunta que me hago es: ¿está nuestro sector, productores, cooperativas y empresas , en está “onda pesquera” y abriéndose a estos nichos o estamos en una estrategia limitada a la cuestión del precio?. Ya me dirán.  


Xabier Iraola Agirrezabala

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