El cuerpo de Don Luis




Los compromisos familiares me ausentaron de mi cita semanal con mis lectores y no se crean que no me fastidia el contratiempo. Soy consciente del alivio que sintieron mis críticos, pocos pero insistencialistas, y de la pena que sintieron mis seguidores, bastante más numerosos pero también más discretos que los anteriores.
Por ello, resultó una sorpresa mayúscula recibir la llamada de unos amigos oscenses que, seguidores habituales de mis filípicas, han tenido a bien invitarme a un bello pueblo de Huesca a conversar con ellos y trasladarles de viva voz a primeros del mes de septiembre, mis reiterados mensajes en pro del mundo rural, de su cultura y de la dignidad de los productores de alimentos, además de gestores del territorio y modeladores de paisaje.
Estoy seguro que los que asistan a dicha charla se sentirán ciertamente defraudados cuando comprueben lo parco en palabras que es éste que, en apariencia, tiene una verborrea interminable y un atractivo argumentario, al menos, en su faceta escrita. ¡Ya les contaré!
Como informaba al inicio, mis compromisos familiares me llevaron hasta Roma a, lo que popularmente se dice, ver piedras, comer pasta y patear de lo lindo por las anárquicas callejuelas de la capital italiana. A la vuelta, más allá de lo meramente turístico, quisiera trasladarles un par de apuntes. Primero, la masificación del turismo, al menos en ciertos monumentos y horas del día, hace que se den situaciones límite que rayan lo patético y como ejemplo de ello, les cuento que mi visita a los museos vaticanos fue un clarificador de ello porque con un total de 35.000 visitas diarias (13 millones de visitantes al año) ya se pueden imaginar que la prole de visitantes sufrimos  un paseo museístico que para sí quisieran muchos animales que son transportados  y que, paradójicamente, recaban el interés de muchísima gente bienintencionada mientras, éstos modernos borregos, sufren por los pasillos papales sin que nadie se preocupe por ellos.
Segundo, siguiendo con el viaje pero volviendo a una de mis obsesiones particulares, les tengo que reconocer mi sorpresa al comprobar que en los establecimientos hosteleros visitados, la leche era de alta calidad, leche entera y pasteurizada que para mí quisiera en los bares a los que acudo habitualmente donde la leche, por decirlo finamente, es simple y llanamente, la más barata que había. Incluso en la distribución, la leche UHT de marca blanca, la leche era notablemente más cara que aquí, con precios de 1,06 euros/litro de leche entera, eso sí, con el pertinente logo de “Latte 100% italiano”. Viendo los precios que rondan la distribución estatal, ¿Cómo se les queda el cuerpo, señores ganaderos?.
El cuerpo del señor ministro de Agricultura, Luis Planas, por otra parte, parece que está en mejor estado de mantenimiento que el de los ganaderos, más aún si nos atenemos a sus declaraciones con motivo del Día Internacional Lácteo ante la industria del ramo a los que llegó a decir que el sector lácteo es un excelente ejemplo de las cosas que se hacen bien dentro del sistema agroalimentario español para ofrecer productos de gran calidad, incidiendo en la necesidad de mejorar aspectos como la organización, para que el sector pueda ser más competitivo, tanto en los mercados nacionales como internacionales y animando a impulsar medidas de promoción del consumo, sobre todo entre la población más joven. Finalmente, reseñó el Ministro Planas, ministro en funciones desde el mismísimo día de su nombramiento, que el sector tendrá un gran futuro si es capaz de organizarse bien y mantener la oferta de productos competitivos y de calidad, que son las señas de los alimentos españoles. Incluso llegó a reconocer que tanto la producción como la industria de la leche han vivido "situaciones muy difíciles" pero que han logrado encontrar "un punto de equilibrio", transparencia y mayor estabilidad.
Intento rumiar en mis adentros estas últimas afirmaciones pero no alcanzo a asimilar el mensaje que intenta vendernos el ministro. Quizás sea por mi limitación intelectual, quizás sea mi falta de apertura mental al no convivir con los industriales o quizás sea porque con los que sí convivo y comparto vicisitudes es principalmente con los ganaderos, bien sea con los que gestionan sus explotaciones en la cruda realidad bien sea con aquellos que, día a día, silenciosa pero imparablemente, van apagando la luz de sus cuadras porque ni obtienen la mínima rentabilidad para llevar adelante una vida digna ni logran atraer a sus hijos/as para que sigan con la actividad.
Ahora bien, quizás, más que un problema mío, puede que el problema es de aquel que desconoce, o lo que es peor, actúa como si desconociese la realidad de los más vulnerables. Por si le quedase alguna duda, Don Luis, los ganaderos.


Xabier Iraola Agirrezabala

Comentarios

chifus ha dicho que…
tiene razon,
necesitamos soluciones e informacion y no ya rumiar rabia ,
pqe solo a provocarnosla se dedican ls politicos qe hemos tenido hasta ahora

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