Orgullo

 



Desconozco si es porque cada vez ando más atareado o por que cada vez me cuesta más encontrar la inspiración adecuada para escribir este artículo semanal pero la realidad es que estos últimos meses cada vez recurro más frecuentemente al último minuto, a la víspera, para entregar mi escrito. Echando la vista atrás, caigo en la cuenta de que ya llevo casi 10 años, los cumpliré en enero de 2013, y más de 500 artículos escritos bajo el paraguas de KANPOLIBREAN y la verdad sea dicha, el cansancio hace mella.

Quizás esté cercano el fin de mi labor de juntaletras que tantas alegrías y algún que otro coscorrón me ha aportado y así, comienzo a barruntar la idea de recopilar en un libro los mejores artículos. Estoy seguro de que, vista la audiencia tan numerosa e importante, no me faltarán ni editoriales ni patrocinadores dispuestos a financiar el empeño.

Como les decía, el sábado, cada vez más, es el día en el que cierro mi filípica dominical, o semanal, y hoy, víspera de San Isidro, me encuentro peleando con las musas para que me inspiren, cuando recibo la llamada de Amaia, joven ganadera de Azpeitia, para comunicarme que tengo el gran privilegio de ver cómo su familia traslada, manteniendo viva la tradición de la trashumancia, su ganado a la Sierra de Aralar. La verdad sea dicha, viéndolos pasar por delante de nuestra casa con su rebaño, reflexiono sobre lo hermoso del fenómeno y sobre lo orgulloso que los veo haciendo su labor. Igualmente, orgulloso me siento yo, y creo que mucha gente, de que gente como la familia Segurola, de la quesería Elosiaga, siga manteniendo una tradición y una práctica ganadera como la trashumancia y, además, sigan gestionando, a través de su manejo ganadero, las inmensas tierras de la Sierra.

El orgullo, bien sea el de los baserritarras por su oficio y modo de vida bien sea el de nosotros, los consumidores y los beneficiarios de su labor medioambiental, no es un orgullo entendido como chulesco, fanfarrón ni despectivo hacia nadie, simplemente, es el orgullo de unos baserritarras que sienten estar haciendo lo correcto, manteniendo vivo un oficio milenario como es la agricultura, ganadería y foresta, gestionando su pequeño patrimonio natural privado así como el patrimonio natural de los montes públicos, llevando a cabo una labor medioambiental para el conjunto de la sociedad que, lamentablemente, es ninguneada y rechazada frecuentemente por algunos de los destinatarios de esos beneficios públicos.

Mi orgullo, al menos en mi caso, es un orgullo que significa agradecimiento y reconocimiento hacia estos profesionales de la tierra que, para intentar sacar adelante su familia con sus huertas, frutales, viñas, ganado y bosques, al mismo tiempo que ejercen una actividad económica, ejercen una labor de custodia del medio natural y una labor de agentes luchadores contra el cambio climático.

Más allá del orgullo, la vida diaria nos lleva hacia otros derroteros y así podemos ver que mientras en el Parlamento Vasco, grupos como el de Elkarrekin Podemos están notablemente preocupados sobre la protección del lobo, los ganaderos de Gorbea, Aiala y pueblos colindantes de Bizkaia sufren los ataques de esta alimaña, en silencio, con amargura y con resignación dado que la única solución posible, al parecer, es la compensación económica y la palabrita mágica, la convivencia. La indemnización, por muy necesaria que sea, no es la solución para aquellos ganaderos que practican el manejo extensivo y que ven como el lobo les va empujando, poco a poco, directa e indirectamente, a la estabilización del ganado y a echar por la borda el trabajo genético que están haciendo para mejorar su rebaño.

 

Más allá del orgullo, la vida diaria nos muestra cómo determinados comercios se saltan a la torera la Ley de Cadena Alimentaria y esta misma semana, las alertas han saltado con una frutería bilbaína, de Astrabudua para más señas, que regala un litro de leche por compras superiores a los 7 euros. Una jugarreta sucia que banaliza la leche como alimento fundamental para la gente y que contradice todos los acuerdos que pretendían utilizar la leche como gancho para atraer a los consumidores y restar clientela a los competidores. Imagino la cara que pondría dicho frutero, si una cadena de electrodomésticos regalase un kilo de fruta por cada 7 euros de compra.

Más allá del orgullo también, esta semana hemos tenido conocimiento que Mercabilbao, el mercado público líder en la comercialización de alimentos en el Norte del Estado se traslada de Basauri a Ortuella a fin de mejorar y ampliar las instalaciones, además de mejorar su conexión logística, tanto viaria como marítima a través del Puerto, y su ubicación en el seno del Campus Alimentario que, a su vez, se integrará en el Parque Tecnológico de Ezkerraldea. A la espera de conocer algo más de la propuesta, confío que dicho movimiento sea algo más que una mera operación urbanística para despejar unos terrenos muy golosos y próximos a Bilbao y que, la creación del Campus y la integración de Mercabilbao en ese Campus, sea una ventana de oportunidad para una mejor y mayor comercialización del producto local.

No vaya a ser que los productores locales observen, haciendo suyo el dicho popular, como las vacas al tren, la entrada y salida de miles de tráileres con producto foráneo. Es una ventana de oportunidad que debe aprovecharse y trabajarse conjuntamente con el primer sector.

Xabier Iraola Agirrezabala

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