La trainera de Imanol
Cada vez que vuelvo a Arantzazu, municipio de Oñati, y me pongo a mirar el tremendo macizo rocoso que se erige ante el inmejorable balcón que supone el edificio Gandiaga, me asaltan dos sentimientos, algo contradictorios aunque también, en cierto modo, complementarios, por una parte, se apodera de mí un indisimulable sentimiento de alegría al comprobar que alguien, o algo, pudo ser el causante de semejante belleza que podemos disfrutar, por ahora, gratuitamente y, por otro lado, me alberga un sentimiento de tristeza, por la falta del gran Nikolas, Nikolas Segurola, que como buen cristiano, era la santísima trinidad en sí mismo, puesto que era fraile, era pastor y también, bertsolari.
Pues bien, acudí al entorno del
Santuario de Arantzazu a la llamada de las instituciones que iban a presentar
la nueva estrategia rural vasca, pertreñada en gran parte por las cuatro instituciones
vascas, gobierno vasco y las tres diputaciones forales, ante los agentes
sectoriales y asociaciones de desarrollo rural. Una breve pero densa
presentación que fue complementada por un pequeño ejercicio de contraste con
las personas allá presentes. Por cierto, antes de nada, quisiera destacar que
me ha sorprendido la ausencia de presencia municipal en dicho encuentro, aunque
fuese, algún representante de la asociación de municipios vascos EUDEL.
En dicho encuentro, se han
presentado las líneas maestras de esta nueva estrategia que han sido agrupadas
en tres apartados, el primero, la planificación, donde se recoge todo el marco
legal y normativo imprescindible para impulsar las políticas rurales, el
segundo, la gobernanza, donde se recoge el cómo y con quién se van a implementar
dichas acciones, empezando por las instituciones, pasando por agentes
sectoriales, asociaciones de desarrollo rural y el sector privado, y en tercer
lugar, se ha dado cuenta del apartado de dinamización del mundo rural, es
decir, las acciones a impulsar para “mejorar la calidad de vida y el
empoderamiento del medio rural mediante la mejora de servicios, el impulso de
la actividad económica y la preservación del espacio rural vasco”.
Más allá del lenguaje de
consultora que prevalece en estos documentos, nada más arrancar con el ejercicio
de contraste con los allí presentes, me he acordado con otro documento, ya trasnochado,
como fue el Pacto Social por el Medio Rural Vasco que se firmó a finales de los
años 90 como un compromiso compartido entre el mundo rural y el sector primario
con el entramado institucional vasco y con otras entidades, en principio,
ajenas al rural pero que abogaban por proteger e impulsar el mundo rural vasco.
Ese pacto fue suscrito por todos los departamentos del Gobierno Vasco y por
extensión, del resto de instituciones vascas, empezando por Educación, Sanidad,
Transporte, Industria y así, todos los departamentos.
Eso sí, la cruda realidad nos
demostró que, salvadas algunas excepciones, el compromiso de esos departamentos
fue poco más que un teatrillo, que se esfumó tan rápido como se secó la tinta
de la estilográfica del consejero correspondiente y fruto de ello, los
servicios en educación, sanidad, transporte, etc. fueron menguando, siempre en
aras a una racionalización del gasto y utilizando como única vara de medir la
viabilidad de dichos servicios, el número, sea de alumnos por aula, sea
pacientes por ambulatorio o sea por el número de usuarios del transporte
público.
Como decía Xabier Arzalluz de los
socialistas, el compromiso de dichos departamentos “duró menos que la caducidad
del yogur” y desgraciadamente, este compromiso, interinstitucional y también
interdepartamental, será la base que fraguará el éxito o fracaso de este nuevo
empeño que, por lo demás, hay que hacerlo, sí o sí.
Si la estrategia fija como
ámbitos prioritarios, entre otros, la vivienda, la atención socio sanitaria, la
juventud, la movilidad, participación y atención comunitaria y constatando que
estos ámbitos escapan de las competencias del departamento que lleva el timón
en cuestiones de desarrollo rural, en consecuencia, todos caemos en la cuenta
que, más que nunca, es vital el trabajo en común, en colaboración, codo con
codo, arrimando el hombro cada uno desde su área y para ello es imprescindible
que todos los departamentos de todas las instituciones, bien sea gobierno vasco
y diputaciones forales bien sean los ayuntamientos y entidades locales, como
una sola trainera remen en la misma dirección.
Ahora bien, el trabajo en común
de estos departamentos, en principio ajenos a lo rural, no puede depender
únicamente ni de un único departamento ni de la voluntad personal de algunos
responsables políticos y es más necesario que nunca que haya una directriz y un
liderazgo político por parte de las máximas autoridades, séase el propio
Lehendakari, Imanol Pradales (con pasado remero), séanse los diputados
generales y alcaldes.
En definitiva, ponerse de acuerdo
entre los de casa es, relativamente, sencillo. Lo complicado está fuera de
nuestra zona de confort, entre las gentes y agentes que conforman el sector
primario y rural. Lo complicado es convencer al ajeno, al lejano, al que tiene
otras prioridades de que lo que ocurra con el medio rural también les afecta a
ellos, que todos somos un único pueblo, por muy lejanos que nos sintamos unos
de los otros, y que un medio rural vivo y con futuro es “un factor fundamental en
el desarrollo y la cohesión económica y social del país”.
Imagino al Lehendakari, Imanol
Pradales, a sus consejeros de vivienda, sanidad o educación, por no hablar de
la diputada de movilidad que se centra en las ciudades, u otros muchos, los
imagino con el ceño subido y sorprendidos por este tirón de orejas, pero lo
digo, tal y como lo siento, si no queremos reeditar el fracaso del Pacto Social
de los años 90, alguien debe sacar la vara de mando sobre la mesa y poner a
todos y todas en disposición de, apostar por el medio rural vasco, remando en
una misma dirección como si fuésemos una única trainera.
Xabier Iraola Agirrezabala
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