Perder el Norte
Estos días, cercanos al día de todos los santos, me acuerdo, muy mucho, de mis padres, ambos fallecidos. Por suerte para ellos, la marcha hacia el más allá, les ha librado de ser juzgados en el alto Tribunal de La Haya por maltrato animal y ser pasto del escarnio de la numerosa gente que antepone, ante todo, el derecho de los animales. Me explico. Mi madre, cada vez que llegaba un nuevo perro a casa, para dejarle bien clarito que debía limitarse a andar por la calle o por la planta baja donde mi padre tenía una vieja carpintería y consiguientemente, que tenían totalmente prohibido subir a la planta “noble” donde vivíamos, les hacía rodar por las escaleras unas cuantas veces, hasta que el perro en cuestión, aprendía la lección. Mi padre, por su parte, en las inundaciones del año 1983 en las que el río Oria se desbordó y alcanzó 1,80 metros en la carpintería, subió el perro a un altillo que estaba a 2 metros escasos y se afanó, con la ayuda de este juntaletras, en salvar toda...