En carne viva

Leía recientemente una información sobre Ternera Gallega donde se recogía una bajada en la producción amparada por dicha marca de calidad, pese al alza del 6,2% en el precio abonado al productor, dado que si bien el número de ganaderos se mantiene relativamente estable el tamaño de sus haciendas va paulatinamente descendiendo.

Parece que los ganaderos gallegos andan enfadados al comprobar que los precios abonados no compensan el esfuerzo realizado en la cría y engorde puesto que la rentabilidad, una vez restados los costes de producción, son mínimos, cuando no, inexistentes.

Son muchos ganaderos vascos, pequeños y con una economía mixta basada en la nómina de la empresa o taller, quienes te reconocen frecuentemente que es la tradición familiar, la vocación ganadera y sobretodo, el correcto mantenimiento de los terrenos circundantes al caserío los que justifican el mantenimiento de una cierta cabaña ganadera en casa y no, como otros pensarán, el complemento a la nomina.

En un año donde los precios de la carne de vacuno han subido notablemente, según estadística del Gobierno Vasco el precio abonado al ganadero en el año 2013 subió en un 20% con respecto al año 2012, resulta que los costes de producción (alimentación, electricidad, gasóleo, etc) reducen la rentabilidad a su mínima expresión desanimando a los actuales ganaderos para que incrementen su hacienda o cerrando las puertas a la entrada de nuevos ganaderos desde los estratos más jóvenes, en muchos casos de ellos, hijos de baserritarras en paro o sin expectativa laboral.

En esta coyuntura productiva suenan a canto de sirena los frecuentes eslóganes comerciales de algunas cadenas de distribución destacando su apuesta por el producto local cuando la lógica me dice que si la apuesta fuese sincera y generalizada, nuestros baserritarras, produzcan carne de vacuno, hortalizas, cerdo, cordero, etc. no debieran tener problema alguno para vender su producción, al menos, cubriendo los costes de producción y, qué menos, aplicándole a su producto lo que en otros sectores se viene a conocer como “beneficio industrial”.

Observo numerosos supermercados que colocan ikurriñas a todo aquello que suene a autóctono, otros que colocan cartelitos de “ternera de aquí” a todo un mostrador donde un único animal autóctono compensa el resto del mostrador proveniente de otras latitudes, los hay también que referencian “carne de Euskal Herria” a sabiendas que que es ilegal puesto que no lo pueden certificar, algunos otros ofrecen un tradicional “menú de sidrería” con carne gallega, nuez de Francia y queso zamorano y así podemos continuar, suma y sigue, hasta que... alguno reviente.

Ni que decir de aquellos carniceros tradicionales que compran un ternero autóctono “de pascuas a ramos” pero siguen manteniendo virgen su estela de trabajar exclusivamente con carne del país puesto que, a semejanza de lo que hacían numerosos carniceros del Gran Bilbao con el Matadero de Zorroza, éstos se esfuerzan en que a la puerta de su establecimiento estacionen las camionetas de mataderos del país (Donostia, Tolosa, etc.) que trabajan principalmente con carne foránea o de los vehículos de comerciales de sonoro nombre euskérico.

La apuesta por el producto local ha venido siendo la razón de ser de muchos carniceros y en estos momentos parece ser una de las claves para varias cadenas de supermercados pero esta apuesta debe traducirse en un mejor precio al ganadero para que el productor vea dignamente recompensado su trabajo.

La presión por lograr producto local, en este caso, la carne de vacuno debe reflejarse en un alza en los precios porque, en caso contrario, nos veremos irremediablemente abocados a una reducción en la producción.

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