Sudar la camiseta propia
A finales del mes de febrero,
acudí a la Escuela de Pastores del caserío Gomiztegi en Arantzazu a la
presentación de los proyectos de 14 jóvenes que bien querían dar relevo
generacional a sus explotaciones familiares o complementar y diversificar lo
existente bien ansiaban iniciar la andadura de una nueva explotación sin tener
más alforjas que la ilusión por emprender algo propio en un sector
ovino-caprino (me extrañó la importante presencia de proyectos caprinos). Para
mí, personalmente, a sabiendas que algunos de ellos quedarán en el camino, es
un acto entrañable y que, sectorialmente, me carga mucho las pilas al comprobar
que todavía hay gente cuyo horizonte está asentado en las montañas y en el
mundo primario y por ello, espero que todos ellos tengan éxito en sus proyectos.
Pues bien, mientras volvía de
Arantzazu y sorteaba con mi coche vintage, emocionado con la cinta de rancheras
amorosas de la poderosa Paquita la del Barrio, las endemoniadas curvas que nos bajan
del Santuario a Oñati, buscando algún sitio donde comer algo, me asaltaba la
misma pregunta que años anteriores, ¿qué tiene el pastoreo que hace que atrae a
bastantes jóvenes hacia este sector productor-elaborador de queso?
Por otra parte, recientemente,
tuve una reunión en Getaria y pude comprobar que, igualmente, en el sector
txakolinero también existe un importante número de jóvenes que han decidido
coger el relevo de la bodega familiar, que se han formado convenientemente como
ingenieros agrónomos, enólogos o en gestión de empresas y que han emprendido un
ilusionante camino de mejora e innovación en sus propias explotaciones. Pues
bien, a la vuelta, nuevamente, sobre mi cabecita de ajo rondaba la misma
pregunta, ¿qué tiene el mundo del txakoli que resulta atractivo para los
jóvenes tanto del propio sector como de fuera del mismo?
No descubro el Cantábrico si les
digo que el sector primario, en todo el mundo mundial pero con más fuerza en
áreas y regiones como la nuestra donde el sector agrario compite por la mano de
obra joven con otras numerosas y cercanas propuestas laborales, vive un grave
problema de envejecimiento de la población activa y una acuciante falta de
relevo generacional bien sea por no saber enganchar a los jóvenes de la propia
explotación bien sea por no saber atraer a nuevos jóvenes “de la calle”
(traduciendo a golpe de diccionario la expresión vasca de “kalekumeak”). Por
esto mismo, sigo dándole vueltas a la cosa y caigo en la cuenta de la
importancia de jugar con su camiseta propia.
Cuando me refiero a jugar y sudar
la camiseta propia es trabajar para uno mismo, defender lo propio, en muchos
casos elaborar y transformar tu propio producción dándole tu propio nombre, el
del caserío y con ello, transmitiéndole tanto al producto como al consumidor
que lo adquiere tus valores, tus alegrías y penas y, en definitiva, tus sueños.
Tu vinculación con tu tierra, tus animales, tu historia y tradición familiar y
tu producto final hacen que sea más sencillo, sin olvidar los problemas que
tienen casi todos los subsectores productivos, que los jóvenes, orgullosos de
lo suyo, se decidan por continuar con la explotación familiar o en su caso,
arrancar con la suya propia, mientras que esté fenómeno resulta bastante
complejo, por no utilizar expresiones más contundentes, en explotaciones cuya
producción acaba en manos de intermediarios.
Por ello, como ferviente defensor
del movimiento cooperativo, creo que es urgente reflexionar y actuar en este
sentido para que los productores que han cedido parte de su soberanía (faceta
transformadora y comercial) a la cooperativa sientan tanto la cooperativa como
los productos y sus marcas como propios y que se genere el orgullo propio que
sienten esos pastores y/o txakolineros al ver su propia marca estampada en una
etiqueta. Ahora bien, el amor por los colores propios no es algo innato y por
ello, debe ser algo a trabajar, sin prisa pero sin pausa, en el seno de las
propias cooperativas con mayor participación, reflexión colectiva, información,
transparencia y con un importante trabajo de cocina.
Recientemente leía con respecto
al sector industrial que la mejor forma de asegurar el futuro de una empresa es
contar con un producto final propio y dejar de ser un mero elaborador de
componentes para otra empresa que comercializa el producto final. Pues bien,
salvadas las distancias, creo que en el sector primario ocurre algo parecido y
si bien creo que existe futuro económico y cierta rentabilidad en subsectores
que producen para otros, no es menos cierto, en mi opinión al menos, que el
relevo generacional vendrá, principalmente, de activar el orgullo de jugar con
la camiseta propia (sea particular, cooperativa, etc.) que actuará como la energía
necesaria para arrancar el motor de la renovación del campo. El factor
económico y rentables es importante, vital mejor dicho, pero quizás no
suficiente y como bien decía Federico García Lorca “no sólo de pan vive el
hombre”, por lo que habrá que comenzar a activar otras variables que hasta
ahora, vuelvo a repetir, quizás, no hayamos activado.
Xabier Iraola
Agirrezabala
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