La Cofradía de la Santa Amargura

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Entramos en vísperas navideñas y afronto este último artículo (del año) deseándoles a todos mis lectores una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo que lo celebren en familia y amistades y fíjense si estoy imbuido del espíritu navideño que, incluso, le deseo unas felices fiestas al amargado que vive encima de mi sociedad que, les anuncio, este Don Errequeerre, ha logrado cerrarla y al que, desde aquí, nombro como gran cofrade de la Cofradía de la Santa Amargura.
Mi fiebre navideña es tan acusada que también les voy a desear unas felices fiestas a los mal llamados ecologistas (otros de la Cofradía de la Santa Amargura) que decidieron denunciar la construcción de los accesos a los pastos de Aralar por parte de la Mancomunidad de Enirio-Aralar con la colaboración de la Diputación Foral de Gipuzkoa (esta misma semana su directora de Montes ha tenido que acudir a declarar al Juzgado de Tolosa) y el apoyo del sector ganadero guipuzcoano que, a fin de cuentas, son los verdaderos ecologistas.
Ahora bien, después de dedicar mis mejores deseos a los numerosos miembros de la Cofradía de la Santa Amargura, capitaneados por el insigne Don Erre que erre, quisiera reflexionar sobre la cuestión alimentaria navideña y digo esto porque esta nuestra sociedad, tan exigente como incoherente, nos podemos encontrar con que unos consumidores, en teoría, tan preocupados por su alimentación, que los alimentos sean naturales, sostenibles (medioambiental y socialmente al menos) y lo más artesanos posible, al final, recurran a platos precocinados o lo que resulta más llamativo, a ese tipo de servicios de comida a domicilio que tanto auge están adquiriendo.
Me explico, en un mundo que vive tan deprisa, supuestamente sin tiempo para las cosas importantes resulta que la gente no tiene tiempo para cocinar y aún a sabiendas que nuestra salud depende en gran medida por el fomento de productos frescos frente a los envasados y precocinados, en una época donde los programas de cocina y los realitys tipo masterchef arrasan en las pantallas (incluso entre los más pequeños), me atrevo a afirmar que nos encontramos con gente que, paradójicamente, pasa más tiempo viendo programas de cocina que cocinando y que malgasta muchísimo tiempo en darle al click, dando vueltas a las redes sociales y viendo chorradas por Youtube, por lo que, ahora resulta que no tenemos tiempo para alimentarnos.
Y todo esto ocurre en unos tiempos, más allá de la Navidad, donde todo pichichi afirma que ....


la calidad es lo primero, por lo que no me ha extrañado comprobar que las cuatro principales empresas mundiales de servicio de comida a domicilio (Just Eat, Delivery Hero, GrubHub, Takeaway) generen un negocio de más de 60.000 millones de dólares en EEUU, Europa y Asia. A mí personalmente, únicamente me suena la primera de ellas, Just Eat, que se merendó a la española La Nevera Roja, y que se está consolidando como un importante, al igual que inquietante, intermediario entre el consumidor y los restaurantes o establecimientos hosteleros.
En esta tesitura, como decía, cuando más fuerte sea la plataforma que hace de intermediario entre consumidor y establecimiento hostelero mayor capacidad de presión tendrá para aumentar sus comisiones, actualmente entre el 12 y 14%, porcentaje adicional que, sí o sí, será “rescatado” del beneficio del restaurante (propietarios, empleados, proveedores, etc.) y/o del motero de entrega.
Asimismo, leo en la prensa especializada que la Asociación Española de Fabricantes de Platos Preparados prevé que 2017 finalice con un incremento del consumo de esta categoría cercano al 5% y resulta que sus previsiones coinciden con los datos del Ministerio que en el último TAM de septiembre de 2017, establece un volumen de ventas de la categoría de 627 millones de kilos con un valor de 2.572 millones de euros. Estas cifras suponen unos incrementos del 6,1% y del 5,5%, respectivamente, en relación al mismo periodo del año anterior, y un consumo anual per cápita de 14,26 kilos. Asimismo, el Informe del consumo de alimentación en España 2016 publicado recientemente destaca que entre los alimentos más demandados destacan los platos preparados congelados (2,54 kg por persona y año), liderados por las carnes preparadas; las croquetas; los calamares rebozados; los canelones y lasaña; y el pescado y marisco rebozados.
En fin, resulta que tenemos tiempo para ver videos chorras, chistes, caídas y golpes ocurridos al otro lado del globo, durante horas y horas mientras, no tenemos tiempo para las cosas importantes, ni para hablar y estar con amigos, con nuestros hijos/as, con nuestros mayores, cocinar para mejorar la salud de nuestra familia y amistades. En fin….
En este contexto de cocinas y alimentos preelaborados, precocinados y premasticados reivindico la autenticidad de todo lo contrario y particularmente, quisiera aprovechar la ocasión para rendir mi particular homenaje a un pequeño pero grandioso cocinero, Roberto Ruiz del Restaurante Frontón de Tolosa que cierra su establecimiento a finales de este mes y del que quisiera destacar, además de su alta calidad como persona y de su carácter emprendedor y su implicación social, un salsero en toda regla, en todas aquellas iniciativas locales cuyo objetivo último eran mejorar su villa, como decía, quisiera destacar y agradecer su amor y reivindicación en la práctica diaria del producto local.
Lo digo con tristeza. Incluso con amargura. ¿Será que estoy haciendo méritos para ingresar en la Cofradía?
Xabier Iraola Agirrezabala

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