La sabiduría de las mujeres


El caserío Iturrarán de Aia, un espléndido caserío del siglo XVIII es un bello ejemplo del rico patrimonio rural que alberga la Gipuzkoa rural, y allí es donde dos decenas largas de personas nos hemos ido reuniendo durante unos 18 meses a convocatoria de la Diputación Foral de Gipuzkoa, inmersa en un proceso integral de participación que, lógicamente, ha tenido su reflejo en el campo agrario.
En esos largos meses de reflexión sectorial, los allí presentes, representativos de los diferentes subsectores y de la rica biodiversidad de agentes que pululan por el sector, hemos sido capaces de ir reflexionando sobre la situación del sector, sobre las prioridades cara al futuro y, personalmente al menos, lo que yo más valoro, ir tejiendo un clima de complicidad capaz de ir superando los resquemores que pudiésemos tener unos con otros. Ya lo dice la canción, ¡el roce, hace el cariño!
Puestos a poner pegas, les tengo que confesar que durante los meses de invierno, hemos pasado un frío del carajo y todavía albergo la duda si el ambiente gélido era por las enormes dimensiones del habitáculo o si es que los organizadores, la Diputación, estaban compensando con el ahorro en calefacción el gasto en el sabroso lunch final con el que rematábamos cada una de las sesiones.
Hemos trabajado numerosos temas pero hoy pretendo centrarme en uno tan básico como importante y es la comunicación, o incomunicación, entre el mundo rural, el caserío, el sector agropecuario y el mundo urbano por otra parte. El primero es, tanto numérica como económicamente, más bien pequeño, mientras el segundo, el mundo urbano, mayoritario, hegemónico diría yo, es en resumidas cuentas, el resto, lo que no es rural. Por eso mismo, la preocupación por una falta de comunicación entre ambos mundos, entre ambas realidades es únicamente percibida por el mundo rural mientras el urbano, al menos la mayoría de ellos, ni perciben la falta de comunicación y lo que es peor, puede que ni sienta la necesidad de mejorarla.
El mundo rural gipuzkoano actual se siente en minoría, menospreciado, despreciado en algunos casos y con unas ansias enormes de mejorar los lazos con la parte urbana de su sociedad y por ello, desde el grupo de personas que hemos participado en la reflexión sectorial-foral , hemos estimado conveniente mejorar la imagen del sector en el mundo de la educación, en los libros de texto, en los contenidos curriculares para así lograr que el sector agropecuario sea percibido por los niños y niñas como un digno modo de vida  o una profesión de futuro.


Igualmente, se ha estimado necesario mejorar y/o profundizar la relación del sector primario, tanto en su versión social como económica, con el mundo del conocimiento abriendo canales de comunicación tanto con diversos departamentos de la universidad como con entidades, orgánicamente vinculadas al sector, como pueden ser Neiker y Azti. Conocer de primera mano los trabajos de investigación que se están efectuando, proponer nuevas líneas en función de las necesidades propias del sector y finalmente, impulsar un potente sistema de transferencia tecnológica para que la ciencia no se quede ni en los despachos ni en las revistas científicas que tanto prestigian a sus autores.
 Ahora bien, en el campo de la comunicación entre el mundo rural y urbano, desde el sector hemos estimado que es imprescindible exteriorizar ese anhelo a través de un acto público que sirva para visibilizar los nexos de unión entre ambos mundos y asimismo, para dar a conocer las aportaciones, tanto tangibles como intangibles que el sector primario aporta al conjunto del mundo urbano. Por ello, en el corazón de Donostia, en un escenario tan imponente como el Palacio de Congresos Kursaal, se celebró el pasado 5 de diciembre el Encuentro entre el mundo rural y urbano bajo el lema “GURE LURRA sembrando futuro” donde se interpelaba al conjunto de la sociedad urbana a conocer las bondades y aportaciones que el sector primario les reporta para su vida cotidiana,
Nos acompañaron, la premio nobel Rigoberta Menchú quien haciendo uso de su sabiduría natural destacó, entre otros muchos mensajes,  la necesidad que tiene la sociedad de forjar alianzas para salir adelante y la necesidad de la actual sociedad urbana, alocada por las prisas y el materialismo, de recuperar la sencillez de la gente del campo. En este punto, recordé las palabras de otra mujer, tan diminuta y grandiosa como Rigoberta, Kontxi de Lastur, que reiteradamente destacaba el valor de la sencillez y austeridad de la gente de caserío.
Otra mujer, no menos impresionante, Odile Rodríguez de la Fuente, sí, la hija del inolvidable Félix Rodríguez de la Fuente, que a pesar de su reseñable herencia tiene una valía propia que va más allá de su progenitor, llegó a afirmar que la sociedad actual tiene la asignatura pendiente del reconocimiento del mundo rural, quizás por haber heredado un complejo de lo rural, y defendió la co-existencia (en términos de igualdad) del mundo rural y urbano pero para ello, planteó la necesidad de que el mundo rural construya una narrativa, un nuevo relato, donde el mundo rural sea reivindicado como la bisagra que articula la relación del mundo urbano con la naturaleza. El acto de Kursaal nos dejó una honda huella. Confío que así haya sido para los cientos de personas que asistieron y que el grato sabor de boca con que salimos nos perdure a lo largo del año. 

Xabier Iraola Agirrezabala

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