TORQUEMADA
Recientemente, al salir de un entierro, acudí a una sociedad gastronómica de Antzuola donde un parlamentario le advirtió al estiloso camarero, hijo de la difunta, que se asegurase bien del origen de las bebidas que iba a servir puesto que al estar yo entre los congregados, en caso de detectar alguna bebida que no fuese “Made in Euskadi”, se podía ver “ascendido” a las redes sociales por este humilde juntaletras que, sin pretenderlo, es visto por algunos como un Torquemada agroalimentario y ello, por el único hecho de ir mostrando las incoherencias de algunas gentes y/o instituciones que con la boca grande dicen defender el producto local y con la boca pequeña, con la de todos los días, nos demuestran día sí y día también, que sólo miran al precio. Eso sí, en este tipo de renuncio pillo a alguna institución, como se imaginarán, soy implacable pero para otros casos (privados) procuro, desde la discreción, comunicárselo al afectado y buscar que se corrija la actuación incorrecta o mejorable. Todo ello, sabedor como soy que uno mismo incurre en todo tipo de incoherencias a lo largo del día.
Ahora bien, si lo del
origen de los alimentos, y particularmente en lo que se refiere a su
correcto etiquetado es una de las cuestiones que me hincha la vena,
en estos últimos tiempos, existen otro tipo de cuestiones que me
encienden como un mechero y entre ellas destacan los nuevos hábitos
alimentarios y consiguientemente, los hábitos de compra que, para
más INRI son radicalmente incoherentes y/o contrarios con lo que,
teóricamente, decimos defender.
Estos días, como
ejemplo, veo en televisión unos anuncios de una empresa que instala
bidones de agua en los domicilios particulares, al estilo de lo que
aún se ve en algunas oficinas, y yo me pregunto cómo puede ser que
haya gente tan sinfuste que, teniendo actualmente un agua potable de
alta calidad en nuestras casas y oficinas, pueda ser tan snob y opte
por instalarse esta solemne chorrada en el salón de su casa.
Igualmente, tal y como perfectamente expone mi amigo Jaime Izquierdo,
numerosas cadenas de distribución, sacando pecho y haciendo bandera
de ello, han anunciado que progresivamente irán eliminando los
huevos de jaula y sustituirlos por huevos de gallinas en suelo.
Personalmente, no estoy en contra y además creo que es una tendencia
imparable, ahora bien, debemos ser consciente que los productores
subieron las gallinas del suelo a las jaulas porque alguien pensó
que este sistema era mejor, más higiénico y más controlable
sanitariamente hablando, frente a la antigualla del tradicional
sistema de gallinas que correteaban por el suelo y que comían vete a
saber qué, pues bien, ahora, paradójicamente, también como signo
de modernidad y naturalidad, nos dicen que las gallinas deberán
volver a tener los pies en la tierra. ¿Dónde tienen los pies, o
mejor dicho la cabeza, los propulsores de ambas medidas?
Si uno lee los
informes de las consultoras que analizan los hábitos alimentarios y
de compra y al mismo tiempo, está ojo avizor a su entorno más
inmediato, ya no sabe si el consumidor es el que impulsa los cambios
e innovaciones de industria y distribución o si por el contrario,
son la industria y la distribución quienes impulsan y fijan lo que
cada uno de nosotros compra y come. Realmente, les reconozco, que no
lo sé. Pues bien, esta incertidumbre me asola aún más al leer el
Informe sobre Consumo Alimentario en España del año 2017 que acaba
de publicar el MAPA-MA (le acaban de recortar las competencias
medioambientales) donde además de las cuestiones globales, un
crecimiento del 3,6% en gasto total en alimentación con 82 millones
de euros en alimentos y 20 en bebidas, de los que aproximadamente el
65% es en el propio hogar y el 35% restante fuera del mismo, una de
las cuestiones reseñables, al menos a mi modo de ver, es comprobar
cómo en una sociedad como la actual, donde el vector salud lo
impregna todo y donde los consumidores dicen priorizar todos aquellos
alimentos que refuercen ese objetivo saludable, pues bien, en esta
sociedad, la alimentación fresca se reduce en un 3,3% con una bajada
concreta del 3,5% en frutas y hortalizas, el pescado un -3,3%, la
carne un -1,5% mientras, eso sí, el agua embotellada sube un 5,7% y
los platos preparados y precocinados suben en un 4,7%. Como verán, y
aquí hablan las tripas de Torquemada, el ascenso de estos dos
últimos apartados es totalmente coherente y paralelo a la
concienciación que tenemos con el problema ecológico generado por
el imparable y creciente uso de plástico en los envases de nuestros
alimentos mientras compramos un única cebolla embandejada o
compramos naranjas peladas y envasadas en una barqueta de plástico
ignorando que la naranja ya cuenta con un envase natural y
biodegradable, su piel.
En Euskadi, como
remate al comentario de dicho Informe ministerial, decirles que, a
pesar de nuestra fama de triperos, el consumo per cápita es de 626
kg, algo menor de la media estatal con 633 kg. pero eso sí, en lo
que se refiere a gasto per cápita, ¡que se note el poderío!, nos
salimos de la tabla con 1.729 euros/persona/año frente a los 1.479
euros de la media estatal.
Xabier Iraola Agirrezabala
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