Cocinar es un acto político

 



Acabo de volver de un micro-viaje a Londres donde un grupo de gentes del sector primario, entre los que estaba el propio diputado foral Xabier Arruti y parte de su equipo, hemos podido conocer de primera mano, magníficamente guiados por el beasaindarra Imanol Barcenilla que a través de su empresa Zooteek se dedica a importar productos alimentarios vascos, diferentes iniciativas del comercio y hostelería londinense.

Hemos visitado pequeños comercios y restaurantes que importan productos vascos, aunque, les tengo que reconocer que vengo algo dolido por no haber sido recibidos por el orejón (belarri haundi), el rey Carlos, que ni estando a puertas del palacio de Buckingham, se dignó a salir a saludarnos y menos, escuchar nuestro mensaje en favor de los alimentos vascos.

Pues bien, en una de esas visitas, guiados por el experto en branding (marketing de marca) Marc Guitart, conocimos la empresa Eataly donde, personalmente, más allá de lo atractivo de su oferta de productos italianos, me atrajo sobremanera la forma de impulsar una marca de país que ampare e impulse los diferentes alimentos de un país en un mercado exterior, en este caso, tan complejo y trepidante como el británico.

En el transcurso de la visita, en el frontispicio de una de las escaleras se recogía la siguiente frase del escritor, agricultor y activista Wendell Berry “Eating is an agricultural act” que viene a decir “Comer es un acto agrario”, una frase que llamó al atención de algunos del grupo y que me provocó un repentino acto de egocentrismo condimentado con una pizca de cochina envidia puesto que, a semejanza de lo que afirma el escritor norteamericano, este humilde juntaletras, lleva años diciendo, predicando en el desierto diría yo, que cada vez que un consumidor acude a comprar, está haciendo, además del mero acto de comprar, está haciendo un acto de política agraria.


Cada uno de nosotros, como consumidores que somos, hacemos un poderoso acto de política agraria cada vez que decidimos, dónde, cómo y qué compramos. Hacemos política agraria y alimentaria cuando optamos por los mercados y tiendas frente a la gran distribución. Hacemos política agraria cuando optamos por hacer el acto de compra presencial u online. Hacemos política agraria cuando optamos por producto local frente al que llega de continentes lejanos, cuando optamos por productos ecológicos y/o amparados por denominaciones, Igp, etc. frente a producto básico. Hacemos política cuando optamos por producto fresco para cocinarlo en casa o apostamos por producto precocinado. Y así, podría seguir, enumerando infinidad de opciones que decidimos cada vez que vamos a comprar algún alimento y que, además, esa decisión la adoptamos en unos pocos segundos.

Pues bien, todas las opciones que como decía efectúa el consumidor en muy poco tiempo, son importantes para los productores pero, muy especialmente, quisiera reseñar la opción entre comprar producto fresco para luego cocinarlo uno mismo o comprar producto precocinado y/o ultraprocesados donde el consumidor final se limita, única y exclusivamente, a calentar y llevarlo a la mesa.

No es que sea mi fuerte la cocina pero, aún así, estoy totalmente convencido que una de las patas sobre las que se asentará el éxito de nuestros productos alimentarios es la cocina y cuando hablo de cocina, es del hábito y costumbre de cocinar los productos frescos que hayamos adquirido. Parto de una teoría tan básica como natural. Si cocino mis propias comidas conozco los ingredientes, alimentos, que requiere el plato en cuestión, por lo tanto, sé distinguir los diferentes productos (tipos de pescados, partes del animal, verduras, variedades de frutas, tipos de quesos, etc.) y cuál es el mejor de los mismos para elaborar el plato que más gusta a la familia, que mejor les conviene en función de su salud, etc. y por el contrario, si no cocino y mi alimentación, y la de mi familia, depende totalmente de productos ultraprocesados y comidas precocinadas elaboradas por industrias y comerciales, en consecuencia, con el tiempo, no sabré distinguir ni los pescados, ni sabré qué parte del ganado es la que necesito para hacer un guisado o un caldo, que verduras requeriré para hacer una crema o un gazpacho, etc, etc.

La industria agroalimentaria, a través del bombardeo publicitario, nos ha hecho creer, y con bastante éxito además, que cocinar es perder el tiempo, que dedicarle un tiempo a la cocina es sustraerle tiempo a tu cuidado personal y por eso, ellos, los industriales y las potentes marcas alimentarias, se autopresentan como la solución y así, ellos te hacen la comida, a su manera, mientras tú vas al gimnasio, haces yoga o te depilas tan tranquilamente.

Pues bien, aún a sabiendas que lo que planteo es ir contracorriente a lo que plantean estos poderosos lobbies alimentarios, creo que cocinar es ganar tiempo para cuidarte, para cuidarte tu mismo y tus allegados, dado que al cocinar para tus familiares y amigos, al elegir buenos ingredientes y alimentos, estás cuidando su salud y al mismo tiempo, te estás liberando de la dependencia a la que te quieren someter estas industrias para los que, lo importante, es que tu no seas capaz de alimentarte por tu cuenta y dependas totalmente de sus caldos, cremas, ensaladas, pizzas, guisados, etc. en los que ellos emplearán ingredientes de regular calidad para obtener, eso sí, unos magníficos beneficios.

A lo dicho, cocinar es la mayor garantía de supervivencia para los productores de productos frescos de la agricultura familiar. Por lo tanto, tuneando la frase Wendell Berry, este juntaletras afirma “cocinar es un acto político”.


Xabier Iraola Agirrezabala

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