Arrimar el ascua a su sardina

 



Estamos en plenos carnavales. Al menos, los carnavales urbanos, en nuestro caso el más famoso, el de Tolosa, pero sin olvidar los carnavales rurales que se celebran, por aquí cerca, en pequeñas poblaciones de la montaña navarra y alavesas.

Los carnavales finalizan, en muchas localidades, con el entierro de la sardina y es a este pescado al que quiero referirme para iniciar la reflexión de hoy. Puesto que, al ver las movilizaciones de estos últimos días en el estado español, me viene a la cabeza el refrán popular que dice aquello de “arrimar el ascua a su sardina”, cuando observo la actitud, la valoración y los diferentes posicionamientos de diferentes espectros políticos ante todo tipo de movilizaciones.

Los hay, desde la banda derecha, que ven todas estas movilizaciones como el síntoma del hartazgo del sector primario ante los desmanes de este gobierno, en su opinión, social-comunista. Olvidando, por su parte, que muchos de los problemas que apuntan los productores son problemas que ya existían cuando ellos gobernaban, y los anteriores gobiernos socialistas en solitario, y que ninguno de ellos, supo atajar la problemática. Olvidan, también, que ellos apoyan el libre comercio, señalado ahora por Mercosur.

Los hay desde la banda ultra que apuntan al Pacto Verde y todo lo relacionado con el Cambio Climático, sin saber qué es lo que dice dicho Pacto ni toda la estrategia dependiente del mismo y olvidando que la lucha climática no es el capricho de unas élites malignas que se inventan no se qué cosas para fastidiarnos la vida. Ellos, como nosotros, son sabedores que es la gente del campo, aunque no contribuya apenas en las emisiones de gases de efecto invernadero, la que más sufre sus consecuencias con la sequía, con las lluvias torrenciales, con las plagas que andan a sus anchas con las altas temperaturas, etc. y consecuentemente, la más interesada en que la sociedad, y dentro de ella todos los sectores económicos en función de su aportación negativa al cambio climático, adopte las medidas preventivas y correctoras pertinentes.

Los hay desde la banda socialdemócrata, los que se ponen de perfil ante las movilizaciones, no vaya a ser que les salpiquen, y que estiman, al menos así actúan, que van a poder contentar a los movilizados con un simple cambio de palabritas en la Ley de Cadena Alimentaria y con una sonrisa profidén del siempre afable Luis el Plano. Deberán ser conscientes de que la madre del cordero, el sustrato bajo la tierra que permite que el fuego corra a toda mecha, es la falta de rentabilidad de casi todos los subsectores productivos y que, por ello, consecuentemente, debe impulsar medias eficaces que superen el voluntarismo de la ley y que permita lograr que, al menos, los productores cubran los costes efectivos de producción y así, salir de la venta a pérdidas.


Los hay, finalmente, desde la banda ultraizquierda quienes arriman el ascua a su sardina para proponer la agroecología, la agricultura local, localísima diría yo, y la venta directa como la única alternativa posible para dar respuesta a todos los problemas que el sector primario tiene actualmente, como si la receta para el 1% del sector que encaja en sus planteamientos, fuese aplicable al 99% del sector que funciona en unas coordenadas sectoriales que desbordan su limitado marco. Algo de eso vivimos aquí en Gipuzkoa cuando BILDU gobernó en la Diputación y quedó meridianamente claro, que lo que aguanta el papel, quizás, no lo aguanta la tierra, y menos, la economía familiar de nuestras explotaciones.

Seguramente, las movilizaciones se podrán mirar y valorar desde otras perspectivas que a mí se me han escapado, pero lo que me ha quedado bien clarito es que cada uno de ellos, ha intentado, y lo intentará, arrimar el ascua a su sardina, es decir, arrimar la justificación de dichas movilizaciones a sus planteamientos políticos que, no olvidemos, para eso estamos enfangados en un permanente calendario electoral.

De lo que estoy seguro es que, ni unos ni otros, se han acercado a los agricultores a escucharles sus necesidades, quejas y planteamientos para así, de una forma racional y ordenada, en colaboración con ellos, ir planteando soluciones y/o normativas y acciones que alivien la asfixia que vive el sector en su conjunto.

Ahora bien, y con esto acabo, les recuerdo que no les he visto abrir la boca ni escucharles nada a esas empresas agroalimentarias que lo único que buscan es materia prima barata para sus plantas, ni a esos empresarios españoles que tienen sus fincas y plantas en terceros países como Marruecos, Brasil, Argentina, etc. con mejores (más baratas) condiciones para luego inundar nuestros mercados, ni a esas cinco cadenas de distribución que con su gran cuota de mercado dominan la alimentación de todos nosotros o esas empresas monopolísticas de los inputs que los productores pagan a precio de oro.

Todos ellos están bien callados. A la sombra, ocultos. Fuera del foco del jaleo, no vaya a ser que alguien se dé cuenta de lo que ellos hacen y ellos representan, se revuelvan y acaben siendo el destino de las tractoradas.

En fin, termino, no vaya a ser que alguien me reproche que estoy animando a la revuelta.

Xabier Iraola Agirrezabala

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