Dependencia o Independencia

 



Hoy, domingo, 9 de junio, se celebran elecciones al Parlamento Europeo. No voy a volver a repetirle la importancia que tiene la cita, más si cabe, si usted es productor de alimentos, pertenece a una cooperativa, trabaja en la industria agroalimentaria o, simplemente, reside en un municipio rural.

Mientras desayuno, en compañía de mi mujer, para ponerle un simple ejemplo de hasta dónde llega la política europea, le recuerdo que, a primeros de este mismo año, el Parlamento Europeo y el Consejo alcanzaron un acuerdo sobre una directiva, llamada Directiva Desayuno, en la que regulan el etiquetado del zumo de frutas, la mermelada y la miel. ¡Ahí es nada!

Ambas instituciones europeas acuerdan que, frente a las trampas que hace la gran industria alimentaria, mezclando mieles de diferentes orígenes, sobre todo miel China con una pizca de miel europea, el añadido de azúcar a la miel, o sobrecalentando la miel para su venta directa al consumidor, como decía, ambas instituciones, han puesto pie en pared, y les obligan a recoger los países de origen de las diferentes mieles en la etiqueta. Algo lógico, por otra parte, para usted y para mí, pero no ha debido ser tan sencilla su aprobación, ya que, teniendo en cuenta la tardanza de aprobarlo, imagino las presiones, sibilinas pero eficaces, de las grandes empresas en los pasillos de Bruselas.

Igualmente, dicha Directiva recoge qué cantidad mínima de fruta debe incorporar la mermelada para poder ser etiquetada como tal y finalmente, cómo debe etiquetarse el zumo de frutas dependiendo de si procede de concentrado o de la cantidad de azúcar añadido.

En casa, que desayunamos todos los días con zumo natural de naranja, hecho al momento con el exprimidor, todos los días del año (ya me perdonarán mi incoherencia con la cuestión de la temporalidad de la fruta), por lo que, en lo que se refiere al zumo de naranja, teniendo en cuenta lo sencillo que es hacerte tu propio zumo, no alcanzo a comprender como se puede consumir esos zumos, o semi-zumos envasados en brik, que tienen un sabor, siendo finos, particular.


Aunque, leyendo las conclusiones del proyecto Elikation, impulsado por la empresa ASKORA, gestora de diferentes comedores colectivos, un proyecto que busca cómo ayudar, desde el ecosistema escolar, a que la juventud vasca tenga una alimentación saludable y sostenible, no me extraña nada lo del zumo.

El estudio en cuestión recoge que el 28% de las familias no está satisfecha con lo que come y atribuye este déficit en su alimentación a la falta de tiempo, más concretamente, el 37% lo achacan a la dedicación que exige y un 43% lo achacan al trepidante ritmo de vida que llevamos. Se reconoce, incluso, que los niños de la casa no participan en la tarea de cocinar puesto que se tarda más y así, pasándose por el arco del triunfo todas las teorías sobre la igualdad de sexos, en el 81% de los hogares, el menú familiar lo piensa una sola persona y en el 75% lo ejecuta sólo una persona que, en la inmensa mayoría de los casos, ambas tareas, recaen sobre la mujer. Además, reseñar que, para la mitad de los participantes en el estudio, cocinar es a la vez una carga y una afición, mientras que para un 18% es, directamente, una carga.

 

Teniendo en cuenta todo ello, y otras muchas conclusiones que recoge el estudio, si sumamos a la percepción de falta de tiempo para poder cocinar, imposibilitando alimentarse correctamente, la percepción en un amplio espectro de que la cocina es una carga, no dejo de pensar que los productores lo tienen cada vez más crudo.

Los productores que hacen venta directa o circuito corto requieren de un consumidor concienciado que esté dispuesto a invertir tiempo en hacer una compra consciente, que vaya a diferentes puntos de compra en busca del producto más adecuado y de mayor calidad y que, finalmente, decida invertir tiempo para ganar salud para su propia familia.

El que sabe cocinar, se preocupará de conocer la verdura, hortaliza, pieza del animal o pescado más adecuado para hacer la receta que quiere, que le ha enseñado su madre, mientras que, el que no sabe cocinar y tira, cada vez más, de productos precocinados, ni sabe ni tiene el más mínimo interés en conocer qué ingredientes lleva el plato que ha metido al microondas y con el tiempo, llega a un estado de dependencia total para con la industria alimentaria que, como se podrá imaginar, elabora sus platos, caldos, etc. con las materias primas más baratas por mucho que su calidad sea más que dudosa.

A semejanza de lo que nos ocurre con los pequeños arreglos en la ropa, donde hemos perdido toda la sabiduría que albergaban las generaciones anteriores (en este caso también, las mujeres), otro tanto, nos está ocurriendo con la alimentación. Cada uno de nosotros es, poco a poco, más dependiente de la industria alimentaria y de sus platos elaborados y paralelamente, las grandes corporaciones alimentarias que requieren ingentes cantidades de materias primas para elaborar sus platos elaborados, son cada vez más dependientes de terceros países y continentes que les suministran la materia prima barata (aquí está la mala noticia para los productores que venden su producción a cooperativas e industrias) para que, así, usted pueda comer por cuatro perras y tenga tiempo para irse al gimnasio, jugar a los videojuegos, bucear por las redes sociales, etc.

En fin, buen provecho.

Xabier Iraola Agirrezabala

 

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