La insipidez de Cañete



Te emocionas y lloras como Fraga me comentó una vez mi hermana y no le falta razón porque uno, por muy insensible y tosco que parezca, tiene su corazoncito y tanto es así que, en mis horas bajas, llego incluso a llorar a moco tendido con los melodramas que echan las tardes del fin de semana por la tele y que estoicamente soporto entre ronquido, vuelta para un lado y vuelta para el otro.

Pues bien, les tengo que reconocer, ahora que no nos oye nadie, que este fin de semana han conseguido emocionarme con la noticia que el diario Noticias de Gipuzkoa tituló “De mayor quiero ser ganadero” donde informaba sobre 7 jóvenes guipuzcoanos de entre 11 y 18 años que han participado en un curso de manejo y preparación del ganado vacuno frisón desarrollado por CONAFE en Asturias.

No es ni será el último curso donde participan 7 jóvenes guipuzcoanos pero si será el único o de los escasos cursos de formación donde 7 chavales se animan a viajar a otra comunidad autónoma a formarse, ¿en qué?, y en el manejo de vacas lecheras y por esto mismo, esta noticia que en otros sectores económicos será algo habitual, en nuestro sector primario, al menos en Euskadi, nos llama poderosamente la atención, me refiero a positivamente, y más aún, si estamos refiriéndonos al sector productor de leche.

Conozco a los padres de todos ellos y me imagino que Iñaki del caserío Bordaxar, Joxangel del caserío Agerresoro Haundi, Ibon del caserío Sabordegi, Joxan del caserío Lastaola e Iñaki del caserío Oiamar estarán bien orgullosos de sus hijos y encantados, con todas las precauciones que albergan los progenitores para con sus hijos, de que sus hijos estén deseosos de seguir con el noble oficio de ganadero de sus padres y abuelos y con el ánimo de en pocos años dotar de relevo generacional a sus explotaciones familiares.

No es cuestión baladí, al menos en unos momentos tan delicados para el sector lácteo en su conjunto donde nos encontramos con un Europa desbordada de leche tras...



 la conjunción de un incremento de producción europea con el incumplimiento de las previsiones al alza del consumo lácteo en tierras asiáticas y en una tesitura política donde las instituciones europeas han desmontado toda la estructura de control de producción y reducido a la mínima expresión todas aquellas herramientas, incluso las coyunturales, destinadas a parchear la inexistente política láctea europea.

En este primer año tras la desaparición de las cuotas, erradicadas el 31 de marzo de 2015, las previsiones comunitarias apuntan a un incremento del 1% en este año 2016 si bien el aumento no será lineal en todos los países y así en países como el nuestro o en Francia se prevé una bajada. Esta leve bajada en España, aún así algo por encima de la producción de años anteriores, ya confirmada por el FEGA en su informe de entregas del mes de mayo, no parece suficiente para provocar un alza en los precios abonados al ganadero que, dicho sea de paso, son injustos si tenemos en cuenta el trabajo que desempeñan nuestros ganaderos en el día a día de las 365 jornadas que alberga el largo y duro año.

Siguiendo con el informe del FEGA me llama la atención el imparable descenso del precio percibido por el ganadero, en todo momento habla del precio medio español, que desciende, escalón a escalón, lenta pero constantemente de los 0,308 de enero hasta los 0,292 del mes de mayo, el precio más bajo desde el año 2012. Ahora bien, si cogemos la lupa y afinamos el foco con un mayor detalle comprobamos, una vez más, que las medias sirven como referencia estadística pero que tras las mismas se esconden realidades bien diferentes puesto que mientras el precio medio español está en mayo en 0,292, no debiéramos perder de vista que Galicia, la mayor productora con diferencia, es la comunidad con el precio más bajo (0,273) y que Euskadi, dejando a un lado la anécdota canaria, es la comunidad con el precio medio más alto con 0,342.

No sorprende por tanto que ante estos precios al ganadero tan rácanos, consecuencia directa de unos hábitos de consumo donde el precio es el factor determinante en el momento de llenar la cesta de la compra y por lo tanto, responsabilidad personal e intransferible de las decisiones que cada uno de nosotros adoptamos a lo largo y ancho del año, por eso mismo, no me sorprende que diferentes agentes sectoriales apelen al corazón de los consumidores, a su sentido patrio y les hagan un llamamiento, más aún en un país como el nuestro donde la producción apenas cubre ⅔ del consumo, a optar por una leche de origen estatal y para ello es imprescindible que, al igual que la senda adoptada por Francia, sea obligatorio fijar el origen de la leche y los productos lácteos.

Por cierto que el Ministerio ya aprobó, en tiempos del ahora denostado Comisario Cañete, la posibilidad de que la leche marque su origen estatal en los briks y/u otros envases con un logo tan insípido como inútil con las letras PLS (Producto Lácteo Sostenible) que ningún comprador identifica con una indicación sobre producción local. En mi opinión, el mensaje debiera ser más claro y más gráfico pero ahora bien, debe ser inclusivo y respetuoso con la realidad autonómica-plurinacional del Estado y posibilitar que las diferentes marcas utilicen las referencias locales más adecuadas a sus intereses y al de sus ganaderos que, al igual que estos 7 jovencitos guipuzcoanos a los que me refería al principio, quieren vivir de vender a un precio digno su leche a sus paisanos.

Xabier Iraola Agirrezabala

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