Los invisibles de Mary


Si les digo que esta semana acudí a Derio al acto del 50 aniversario de la Fundación Iturriaga-Dañobeitia, seguramente, le suene a chino porque muy poca gente conoce qué es la Fundación, a qué se dedica y se preguntarán el porqué de su relevancia, al menos, para mí.

Pues bien, comienzo reconociéndoles mi admiración personal por todas aquellas personas que habiendo recibido de sus progenitores un importante legado económico y patrimonial se dedican -al contrario que la inmensa mayoría que nos dedicaríamos a fulminarlo en viajes, comprarnos un cochazo, un casoplón y en tumbarnos a la bartola en alguna playa idílica del Caribe- a invertir en proyectos empresariales y así, además de intentar incrementar su patrimonio, asumir los consiguientes quebraderos de cabeza, al tiempo que creando empleo y generando riqueza para su entorno más cercano. Por ello, vaya mi más sincero aplauso para todos aquellos empresarios , desde el más pequeño hasta el más grande, que genera riqueza y empleo cuando muchos de ellos podrían vivir plácidamente con lo logrado hasta el momento.

Ahora bien, si a lo dicho anteriormente, le añadimos la particular casuística de Mary Iturriaga Dañobeitia, una mujer que nació en Erandio allá por el año 1912, hija de un armador que amasó fortuna e importante patrimonio rural, dado que durante años fue comprando caseríos del Mungiesado y Txorierri para que los baserritarras inquilinos no fueran expulsados de sus hogares por parte de los propietarios, que tras volver del exilio belga y tras la muerte de su madre, estimando que lo recibido de sus padres era excesivo y que debía revertirlo en bien de la sociedad y especialmente para un sector tan vulnerable como el sector agrario, creó en 1965 la Fundación que lleva sus apellidos para, principalmente, ayudar a los baserritarras a través de la formación, la capacitación técnica y el impulso de diversas estructuras de apoyo al sector primario, convendrán conmigo que la Fundación, por muy desconocida que sea, es muy relevante y un ejemplo a imitar.

Pues bien, los organizadores del acto de celebración, al mismo tiempo que presentaron el libro (sencilla pero magníficamente escrito por Jesús Mari Osés) tuvieron la osadía, o quizás fue un acto de irresponsabilidad, de invitarme como conferenciante para hablar, ahí es nada, del pasado, presente y futuro del caserío vasco.

Un titular tan generalista tiene su aquel en el momento de abordarlo por lo que me imagino que dejaría insatisfechos a la casi totalidad del auditorio, por cierto notable representación del sector primario, pero creo que una buena parte de los allí presentes, al menos así me lo manifestaron en el posterior lunch, compartieron la reflexión sobre visibilizar el sector primario.

En mi opinión, .....


es urgente la necesidad de construir una estrategia de visibilización del sector agroganadero y forestal en una doble vertiente, en primer lugar, necesitamos visibilizar lo que para una inmensa mayoría de la sociedad vasca es invisible, osea, el sector productivo y para ello, se requiere una política a medio y largo plazo de acercamiento y mutuo conocimiento entre el mundo urbano y el mundo rural, tan cercanos físicamente por otra parte pero tan lejos, con vidas paralelas que nunca se cruzan por lo que es urgente ir tejiendo redes de complicidad para reivindicar la figura del baserritarra y de paso, de su trabajo.

En estas fechas, la organización agraria ENBA está organizando unas Jornadas de Puertas Abiertas bajo el título de Ongi Etorri Baserrira (Bienvenidos al caserío) con el fin de abrir las puertas de sus explotaciones para, desde el conocimiento, de su entorno, de sus instalaciones y procesos de trabajo cotidianos lograr una mejor valoración del conjunto de la sociedad y particularmente, de los consumidores finales y en estas fechas previas, el contacto con los visitantes nos permite observar que muchos de ellos ni conocen los pueblitos en que viven nuestros productores y por supuesto, que no tienen ni pajolera idea de su forma de vivir, trabajar, producir o elaborar los alimentos que luego ellos consumen..

Ahora bien, además de la visibilización social del sector primario estimo que es más necesario que nunca que, paralelamente, fomentemos la visibilización profesional de nuestro sector productivo, es decir, visibilizar el campo como alternativa laboral para los más jóvenes y así luchar contra la archifamosa problemática de relevo generacional existente en nuestros caseríos.

La visibilización profesional debe comenzar por nuestras propias familias preparando con tiempo y estrategia compartida en el seno familiar, la transmisión de la explotación pero no por ello debiéramos renunciar a atraer nuevos jóvenes al campo y para ello es imprescindible que el sector agrario sea visible, como alternativa laboral, en las propias escuelas desde la propia Educación Primaria, superando la actual tendencia a mirar al caserío como una fenomenal excursión de ocio en época primaveral, y abriendo el horizonte del agro para unos jóvenes que se van a encontrar con un mundo laboral cada vez más complejo, inestable y precario; fomentando una estrategia clara y sostenida de transmisión de explotaciones actualmente activas pero sin sucesión profesional y para ello debemos poner todos los medios existentes en el sector (creo que con la ingente cantidad de técnicos que hay en las diferentes asociaciones, centros de gestión, sindicatos, OCAs, etc sería fácilmente realizable un mapa de caseríos potencialmente transmisibles) igualmente, debemos visibilizar el sector como alternativa laboral en las oficinas de Lanbide o en otras entidades que trabajen las diferentes alternativas laborales para los más jóvenes.

Son muchas las facetas a trabajar para visibilizar el agro, cada uno desde nuestra responsabilidad, pero sin olvidar que los alimentos que consumimos, los pueblitos en que vivimos y los paisajes que disfrutamos son, en gran parte, resultado de la acción de los ahora invisibles.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Como pollo sin cabeza

La mesa de Arantxa

Más papistas que el Papa