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El turmix de la locura

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  Hasta el moño del dichoso Black Friday. Así de contundente y breve resumo el estado de hartazgo que me recorre por el cuerpo y me hiere el alma tras el bombardeo incesante, por tierra, mar y aire, por prensa escrita, televisión, radio y redes sociales, de esta enésima ocurrencia consumista que nos invade desde el más allá y que nosotros, tras haber sacado las oportunas conclusiones de la época de confinamiento pandémico, nos ha conllevado a dejar de lado la austeridad de la que tanto alardeábamos para, en un pis-pas, echarnos en brazos del más ferviente consumismo. Nos da lo mismo, si la fiebre consumista proviene de los malignos yanquis, en los que todos nos ciscamos habitualmente, o si la fiebre viene de los siempre inquietantes chinos, vía single day, el día de los solteros. La cuestión es consumir a dos manos y omnicanalmente (como verán, uno ya va dominando el lenguaje de los entendidos del retail), tanto presencial como digitalmente. Clic a clic, pedimos a lo loco

Perder el Norte

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  Dice mi amigo Koldo que la mítica película Pretty Woman ha hecho un mal enorme a la prostitución y yo le añado que, para males, peor es la que ha montado Walt Disney con los animales, humanizándolos hasta el extremo. Tal es así que, las nuevas generaciones, y no estoy hablando de los cachorros peperos, cuando se les habla de osos imaginan a Yogui, cuando se habla de un ciervo imaginan a Bambi o al Rey León, cuando se habla de la fauna de la sabana africana. Disney humanizó a los animales, atrajo a los más pequeños a los cines y obligó, a sus progenitores, a comprar todo el merchandising de los animalitos de marras para que, los críos dejen de llorar y poder descansar tranquilamente. Consiguientemente, la humanización nos ha metido las mascotas hasta la cama y tanto es así que, si bien hace unos años el raro el que tenía perro en casa, ahora, los raros somos aquellos que no tenemos perro o gato en casa (perdonen ustedes, pero me niego a hablar de cerdos vietnamitas, conejos o hámste

Propósito de enmienda

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  Jon era un niño que destacaba por pegar a todos sus compañeros de clase. Les metía un sopapo e inmediatamente, les pedía perdón. Llegó el día en que la profesora se hartó del niñato y le sacudió, delante de toda la clase, un tortazo de esos que hacen historia, tras lo cual le pidió perdón. Tras el incidente, la profesora, tomando como ejemplo al niño pegón, expuso al conjunto de la clase que pedir perdón no sirve para nada, si junto con la solicitud de perdón no va el propósito de enmienda, es decir, si no hay una intención clara de corregir lo mal hecho. Saco a colación esta anécdota, de la que tuve conocimiento leyendo un ingenioso artículo periodístico, por que en la actualidad venimos observando numerosas informaciones en diversos medios de comunicación que alertan de la falta de alimentos en los comercios. Que si falta leche, que si empieza a escasear la carne de conejo, que las estanterías de los huevos están vacías, etc. y así, suma y sigue, hasta generar una alerta en el

Hacerle sombra al sol

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  Hace un par de semanas recibí un mensaje de WhatsApp de los que uno difícilmente se olvida. Me propusieron formar parte del jurado de un concurso de quesos y este encargo, para un amante de quesos como el que escribe, no es un encargo, si no un regalo. No se asusten, además de gente de la farándula como este juntaletras, en el amplio jurado conformado por 40 personas había grandes autoridades del queso como Enric Canut, Mikel Zeberio, Iker Izeta, cocineros, periodistas gastronómicos, técnicos en la materia, etc. con lo que se garantizaba el nivel exigido para un evento de este nivel. Tolosa ha acogido el primer mercado de quesos de Euskal Herria integrando en su seno a todos los territorios históricos, a todo tipo de especies ganaderas (cabra, vaca y oveja) y diferentes modalidades de quesos para cada una de las especies. Tolosa ha sido el inmejorable anfitrión y la puesta en escena de un arduo trabajo en la trastienda donde, a riesgo de dejarme alguien en el tintero, creo que de

Figurantes con cara de tonto

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  El pasado fin de semana un rebaño de algo más de mil ovejas cruzaron por las más céntricas calles y plazas de Madrid con motivo de la Fiesta de la Trashumancia. Al parecer, según la web de turismo de Madrid, es una fiesta que se viene haciendo desde el año 1994 y el objetivo principal de la misma es reivindicar el papel de la trashumancia y la ganadería extensiva como herramienta de conservación de la biodiversidad y lucha contra el cambio climático . Si ustedes recurren a la hemeroteca o las redes sociales observarán unas sorprendentes fotos de esas mil ovejas que circulan por la antigua Cañada Real mirando atónitas a los miles de personas que las asfixiaban con el afán de verlas, tocarlas y retratarlas para, no faltaba más, subir las fotos al instagram o tik tok de marras. La escena resulta , cuando menos, esperpéntica. Mil ovejas como figurantes de un acto teatralizado y miles de personas que, tras darse su garbeo campero en plena villa del madroño, se lanzan a los bares a t

El sinvergüenza del carnicero

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  Reiteradamente he escrito sobre el gran engaño al que nos someten las grandes corporaciones alimentarias con productos que inventan y/o copian para, bajo el paraguas de la salud y del medio ambiente, engordar la cartera de sus directivos y repartir dividendos entre los accionistas. Llevan años intentando hacernos creer que las bebidas vegetales que inventaron para sustituir a la leche y otros productos lácteos, son tan sanas o más, que el original a imitar, y por supuesto, si nos atenemos al argumentario de su potente aparato publicitario, medioambientalmente, mucho más sostenible. Mezclan un 99% de agua con vegetales traídos del más allá y ¡tachán!, ya tenemos el oro líquido altamente beneficioso, sobretodo, para las arcas empresariales mientras, y créanme que lo digo sin acritud, el ingenuo consumidor paga el agua a precio de oro. Tanto es así, que la algunas empresas lácteas que ven languidecer su negocio lechero, han optado por lanzarse al mercado de las bebidas vegetales

Cosas veredes, amigo Sancho

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  ¨Cosas veredes, amigo Sancho” es una expresión que se atribuye al Quijote, aunque al parecer erróneamente, para expresar perplejidad o sorpresa ante un acontecimiento que no esperaba. Pues bien, alguna expresión similar deben utilizar entre la gente de la izquierda abertzale, al observar el giro dado por sus dirigentes ante el proyecto de instalar un parque eólico en la zona de Azpeitia por parte de la empresa noruega Statkraft. Donde antes veían unos horrendos molinos que arrasarían las montañas y airearían los vientos del maligno ultraliberalismo capitalista, ahora, inmersos en pleno giro copernical con el objetivo de alcanzar las mullidas alfombras de las instituciones, no ven más que unas ligeras y livianas palitas que harán danzar graciosamente las brisas montañeras y todo ello, de la mano de una ONG noruega que, en el apartado de humildad, espiritualidad y bien común, deja a la altura del barro a los franciscanos de Arantzazu. “ Cosas veredes, amigo Arnaldo” masculla