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Perrotimbre

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Acabadas las vacaciones de verano son aproximadamente 15 días que me incorporé a “mis labores” y aunque la vuelta está resultando complicada, no es menos cierto que no está el horno como para alegar chorradas como lo del síndrome post-vacacional y que es momento de, además de agradecer que tenemos trabajo, arremangarse y enfangarse hasta las partes nobles. No obstante, diferentes situaciones vividas y escuchadas en este verano, provocan que no pueda quitarme de la cabeza un pensamiento que me ronda sobre la relación de los humanos con el mundo animal, tanto con los animales domésticos como con los animales salvajes. Me explico, a mi mujer le dan pánico los perros, basta con verlos a medio kilómetro para ponerse rígida, paralizada y empezar a retorcerme el brazo para que le defienda y esta situación llega a ser tan evidente que, incluso los propietarios de los propios perros se percatan de ello y nos lanzan un “tranquilos, no hace nada” que, en vez de calmarla, no hace m

El jardín de los parlamentarios

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Recientemente un informativo de una televisión estatal daba cuenta del lio que se montó en pleno centro de Barcelona al comprobar que un jabalí campaba a sus anchas por sus calles y jardines y la presentadora destacaba que, si bien era bastante habitual que los jabalíes apareciesen en los barrios altos, no lo era tanto que entrase, como suele decirse coloquialmente, hasta la cocina. Viendo este tipo de noticias y el cariz de show que le dan los propios periodistas, me refuerzo en la idea de lo alejado que vive el mundo urbano del rural puesto que en nuestros pueblos es más que habitual observar cómo los jabalíes o los corzos bajan hasta abajo ocasionando numerosos accidentes de tráfico y más de un susto si andas despistadillo. Los jabalíes campan a sus anchas en las praderas y valiéndose de su poderoso hocico te levantan, en un pis-pas, todo un hierbal, girando la hierba como si fuesen jardineros que están poniendo el césped de Anoeta y lo que es peor, te dej

Acorralados

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Recientemente leía en la prensa que un pastor de Amezketa denunciaba la muerte de unas 15 ovejas por el ataque de los buitres y si bien las fotos eran impactantes, el propio pastor, Jon Ander Goñi del caserío Zugasti, dejó entrever que los responsables administrativos, en un primer momento, dudaban de la veracidad de su testimonio y sobre el origen de la muerte de sus animales. Llevamos varios años oyendo a los técnicos de la administración y a varios estudiosos de la materia que los buitres sólo atacan al ganado previamente muerto y rechazando, reiterada y descaradamente, los testimonios de pastores y ganaderos en general que afirman haber visto con sus propios ojos cómo estos gigantes de la aviación atemorizan, acorralan, mordisquean y matan su ganado, principalmente, a aquellos animales debilitados tras haber parido en pleno monte o pradera cercana al caserío. No son ni uno ni dos, los ganaderos que me lo han contado y no tengo porque dudar de su palabra puesto que, ademá