Vigilia artificial
Esta semana santa, me enfrento al reto de escribir mi homilía dominical, desde Armintza, ya saben, un coqueto puerto en la costa de Bizkaia, relajándome, del sofá a la cama y de la cama al sofá, para poder afrontar el trepidante periodo que se nos avecina. Leo, desde la distancia, páginas y páginas sobre la saturación turística de Donostia e imagino, ironía mediante, las calles y plazas de Amara, Egia, Intxaurrondo, etc., barrios fuera del propio Centro, abarrotadas de miles de turistas. Naturalmente que la situación es bien distinta en pleno centro y en zonas como la Parte Vieja, Gros y zonas de Antiguo, pero es lo que tiene ser una ciudad tan bella y agradable donde, a pesar de los esfuerzos de las autoridades por impulsar la ciudad como referente de ciencia e investigación, la tradición histórica de la Bella Easo se impone y el turismo, cobra una fuerza inusitada. Imagino, ironía mediante, que esos donostiarras agobiados por las hordas de turistas, por no mencionar, esos gui