Silencios
Escribo este artículo en el mayor de los silencios, puesto que, si algo hay que ha caracterizado esta última semana previa a los Reyes, al menos en mi entorno, es el silencio. Silencio en el camino al trabajo y silencio en el destino. Correo electrónico, ninguno, llamadas, las justas y cuestiones, las retrasadas o las interminables. Nada nuevo bajo el sol, que diría aquel. Silencio, y dolor, en Arantzazu, donde nos reunimos cientos de personas en la misa funeral por el gran Nikolas Segurola. Todos los allí presentes, coincidíamos, en que el hueco dejado tras su muerte por este fraile franciscano, amante de las ovejas, defensor del pastoreo, impulsor de la Escuela de Pastores (ubicada en un caserío de la orden franciscana, Gomiztegi), además de amante del bertsolarismo (versos improvisados en euskara), del euskara y de otras muchas facetas de la cultura vasca, como decía, será inmenso. El Santuario de Arantzazu tiene la fachada ejecutada por el escultor Jorge Oteiza y destaca el