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Respeto, ni más ni menos

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Soy de los que necesito, al menos, tres semanas seguidas de vacaciones para sentir que me cunden. Hace unos años, cogí sólo 2 semanas seguidas y para cuando me di cuenta ya estaba en la cuenta atrás y por ello, desde hace bastante, cojo todo de golpe para así, llegar a ese tipo de aburrimiento placentero que va desde el paseíto hasta la duermevela en la playa, la sobremesa familiar, la siesta oficial, el poteo en cuadrilla y así, suma y sigue, hasta la vuelta a la rutina otoñal. Es ese tipo de aburrimiento al que intento enganchar a mi hijo que, como todos los de su edad, preadolescencia aguda, piensan que la vida es un continuo parque temático sin opción al descanso y menos, obviamente, al aburrimiento. De la misma manera que defiendo mis vacaciones, les tengo que reconocer que al final de estas suelo sentir un cierto remordimiento, cuando no cargo de conciencia, al observar que la gente para la que trabajo, los baserritarras, no cuentan más que con unos pocos días de asueto,