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Mostrando las entradas etiquetadas como animales

Perder el Norte

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  Dice mi amigo Koldo que la mítica película Pretty Woman ha hecho un mal enorme a la prostitución y yo le añado que, para males, peor es la que ha montado Walt Disney con los animales, humanizándolos hasta el extremo. Tal es así que, las nuevas generaciones, y no estoy hablando de los cachorros peperos, cuando se les habla de osos imaginan a Yogui, cuando se habla de un ciervo imaginan a Bambi o al Rey León, cuando se habla de la fauna de la sabana africana. Disney humanizó a los animales, atrajo a los más pequeños a los cines y obligó, a sus progenitores, a comprar todo el merchandising de los animalitos de marras para que, los críos dejen de llorar y poder descansar tranquilamente. Consiguientemente, la humanización nos ha metido las mascotas hasta la cama y tanto es así que, si bien hace unos años el raro el que tenía perro en casa, ahora, los raros somos aquellos que no tenemos perro o gato en casa (perdonen ustedes, pero me niego a hablar de cerdos vietnamitas, conejos o hámste

Happyguays

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  Les tengo que reconocer, me gusta la política. Estoy orgulloso de haber sido alcalde de mi pueblo durante ocho años y durante otros muchos años, cada vez que había elecciones al Gobierno Vasco, mi nombre saltaba entre los primeros nombres para diferentes puestos de responsabilidad, sabiendo los que lanzaban mi nombre al ruedo, que la mejor forma de quemar las posibilidades de una persona, es plantearla desde el primer momento. Nunca me ofrecieron nada, puesto que los que podrían haberlo hecho, son conocedores de que, además de mis limitaciones intelectuales y mis escasas dotes diplomáticas, no soy persona que me mantengo callada ante lo que no comparto y por lo tanto, imagino, que habrán preferido no arriesgarse. Ahora, con mi edad y desde la responsabilidad que tengo en mi trabajo, me dedico, entre otras cosas, a controlar, en la medida de nuestras posibilidades, la acción gubernamental y a hacer propuestas con carácter propositivo. Todo esto venía a cuento porque les tengo que r

Perder el Norte

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  Estos días, cercanos al día de todos los santos, me acuerdo, muy mucho, de mis padres, ambos fallecidos. Por suerte para ellos, la marcha hacia el más allá, les ha librado de ser juzgados en el alto Tribunal de La Haya por maltrato animal y ser pasto del escarnio de la numerosa gente que antepone, ante todo, el derecho de los animales. Me explico. Mi madre, cada vez que llegaba un nuevo perro a casa, para dejarle bien clarito que debía limitarse a andar por la calle o por la planta baja donde mi padre tenía una vieja carpintería y consiguientemente, que tenían totalmente prohibido subir a la planta “noble” donde vivíamos, les hacía rodar por las escaleras unas cuantas veces, hasta que el perro en cuestión, aprendía la lección. Mi padre, por su parte, en las inundaciones del año 1983 en las que el río Oria se desbordó y alcanzó 1,80 metros en la carpintería, subió el perro a un altillo que estaba a 2 metros escasos y se afanó, con la ayuda de este juntaletras, en salvar toda la

Flores para los muertos

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Personalmente, les tengo que reconocer, que la cuestión me pilla ya un pelín mayorcito pero tengo que reconocer que la existencia de redes sociales especializadas en la búsqueda de pareja, si bien es algo nuevo, al parecer, es un tema bastante asumido por nuestra sociedad. Hay apps que buscan pareja a aquellos que buscan una relación estable, otros para los que buscan gente de su mismo nivel socioeconómico, los hay también para aquellos acuciados por las prisas que no buscan más que un “aquí te pillo, aquí te mato” e incluso, según leo, los hay para católicos practicantes que buscarán, supongo, pareja para casarse, rezar el rosario y entre oficio y procesión, procrear para incrementar el rebaño del gran pastor. Ahora bien, lo que no sabía es que hubiese una red exclusiva para propietarios de perros, Doggytalky, que se define como el “whatssap para perros” y donde se aúna un importante, activo e influyentes colectivo que busca conectar a personas que tengan perros para int

POKEMON en la sociedad del pichiglás

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Menudo alivio sintió más de uno el domingo pasado al comprobar que el periódico que me cobija no incluía mi retolica semanal, un espacio, demasiado amplio para muchos, donde además de intentar defender el sector agrario, los productores, la realidad del campo y sus planteamientos, eso sí desde mi particularísimo punto de vista y con mi escasa destreza literaria, intento que los ciudadanos ajenos al sector y al mundo rural en general conozcan, sin pretensiones pero con el máximo realismo, lo que ronda por las cabezas de muchos de nuestros baserritarras. Como podrán imaginar el reciente fallecimiento de mi padre, por esperado que fuese tras sufrir una larga enfermedad durante los últimos 10 años, fue más que suficiente motivo para cogerme un breve respiro y escapar de la nube en que se suele vivir en unos momentos tan duros como los que ha vivido mi familia. Al bajar de la nube y hacer un repaso de lo acontecido en estos últimos días, caigo en la cuenta que son mile

Perrotimbre

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Acabadas las vacaciones de verano son aproximadamente 15 días que me incorporé a “mis labores” y aunque la vuelta está resultando complicada, no es menos cierto que no está el horno como para alegar chorradas como lo del síndrome post-vacacional y que es momento de, además de agradecer que tenemos trabajo, arremangarse y enfangarse hasta las partes nobles. No obstante, diferentes situaciones vividas y escuchadas en este verano, provocan que no pueda quitarme de la cabeza un pensamiento que me ronda sobre la relación de los humanos con el mundo animal, tanto con los animales domésticos como con los animales salvajes. Me explico, a mi mujer le dan pánico los perros, basta con verlos a medio kilómetro para ponerse rígida, paralizada y empezar a retorcerme el brazo para que le defienda y esta situación llega a ser tan evidente que, incluso los propietarios de los propios perros se percatan de ello y nos lanzan un “tranquilos, no hace nada” que, en vez de calmarla, no hace m