El partido del campo
Las declaraciones del ministro Garzón sobre la calidad, baja o pésima, según lo quieran ustedes, supusieron, a tenor de algunos analistas, el chupinazo de salida de la campaña electoral en Castilla y León. No sólo el chupinazo, porque, según otros sesudos observadores de la cuestión política, las declaraciones del ministro significaron el fin de la campaña ya que, según ellos, el PP gobernante, no tenía más que esperar a que llegase lo antes posible el día elegido, 13 de febrero, dado que Garzón le había, sin quererlo, le había hecho la mejor campaña posible. Unas semanas después, tenemos a los partidos de la derecha, de granja en granja, posando con ovejas, vacas o cerdos como estrellas en el photocall de un estreno cinematográfico y por su parte, a los de la ultraderecha disfrazados de señoritos en la campiña, sin caer en la cuenta de que, con esas vestimentas, mitad señorito-chulapo mitad gangster, y esas sobreactuaciones regadas de testosterona, no logran más que, lamentablemente,