El partido del campo



Las declaraciones del ministro Garzón sobre la calidad, baja o pésima, según lo quieran ustedes, supusieron, a tenor de algunos analistas, el chupinazo de salida de la campaña electoral en Castilla y León. No sólo el chupinazo, porque, según otros sesudos observadores de la cuestión política, las declaraciones del ministro significaron el fin de la campaña ya que, según ellos, el PP gobernante, no tenía más que esperar a que llegase lo antes posible el día elegido, 13 de febrero, dado que Garzón le había, sin quererlo, le había hecho la mejor campaña posible.

Unas semanas después, tenemos a los partidos de la derecha, de granja en granja, posando con ovejas, vacas o cerdos como estrellas en el photocall de un estreno cinematográfico y por su parte, a los de la ultraderecha  disfrazados de señoritos en la campiña, sin caer en la cuenta de que, con esas vestimentas, mitad señorito-chulapo mitad gangster, y esas sobreactuaciones regadas de testosterona, no logran más que, lamentablemente, caricaturizar la imagen del sector primario y del mundo rural en general.

A otros partidos, igualmente lamentable, ni están ni se les espera puesto que su público, mayoritariamente, está en las ciudades y en esos círculos medioambientalistas que con tanta incomprensión y desconocimiento se aproximan al rural.

Ahora bien, unos y otros, valoración fácilmente trasladable a otras comunidades y países, no caen en la cuenta que los paisanos, la gente del terruño, no son fáciles de engañar y que más allá de lo que los jefes de campaña les quieran hacer creer, saben distinguir entre aquellos que se acercan al campo cuando los focos mediáticos están apagados, en el día a día, escuchando y no dictando órdenes, frente a aquellos otros que, única y exclusivamente se acercan al sector, cuando huele a papeleta de voto, llegando acompañados de periodistas y focos para escenificar un mensaje que, igualmente lamentable, no se ha diseñado pensando en la gente del campo utilizada como atrezo si no en la gente de la ciudad.

Algo así ocurre con aquellos otros, especie cada vez más abundante en nuestro entorno más cercano, que pretenden regular el medio y los espacios naturales protegidos como si fuese el patio trasero de su casa, un terreno inútil, más allá de su uso ocioso, y cuya única función reconocida es el mantenimiento estático de lo existente. No se crean que están pensando en la gente que vive en ese territorio humanizado y, por lo tanto, con una vida propia y una economía primaria, su mensaje y su acción van dirigidas a la gente de la ciudad y de los pueblos cabeceras de comarca que, lamentablemente, cada vez se hallan más alejados de los pueblitos que los rodean.

Los hay, por su parte, que dan por supuesta la cercanía para con la gente del campo y la población rural, haciendo suya la frase de Pablo Casado que llegó a decir eso de “el PP es el partido del campo”, y que a lo largo y ancho del año y de la legislatura, hacen el vacío a su gente, vuelvo al sentido patrimonial, pensando que con cuatro carantoñas en el sprint final recuperarán el tiempo, premeditadamente, perdido. 

No hay fórmulas misteriosas en ninguna de las facetas de la vida y tampoco en la política, menos aún en la actual. Los tiempos cambian y cada vez más, los ciudadanos, por muy pequeño que sea el pueblo, tienen un menor arraigo y fidelidad a las siglas, sean las que sean, son conscientes del valor de su voto y pretenden utilizarlo, en función de la afinidad de las propuestas con sus intereses.

Por eso, recurriendo a una figura agronómica, no les descubro el Cantábrico si les recuerdo que para recoger o cosechar, previamente, hay que sembrar, regar, hacer tratamientos, limpiar las malas hierbas, etc. y al final, si el tiempo acompaña, se recoge el fruto ansiado.

Quizás, volviendo al contexto electoral castellano, algunos están caricaturizando la cuestión rural y del sector primario, pero igualmente preocupante me resulta, y ahora vuelvo a un escenario más global, la falta de discurso sectorial y rural en algunas fuerzas que ni tienen discurso ni proyecto para esos territorios, en principio ajenos, y que pretenden gobernar, a todos,  con el respaldo de los de la ciudad.

El año que viene, 2023, en Euskadi, al igual que en el resto del Estado, se celebrarán las elecciones municipales, con la particularidad que aquí también se celebrarán las elecciones a las diputaciones forales. Mucho me temo que unos y otros, más allá de cuatro vaguedades fruto de la inercia, no nos sorprendan ni con discurso ni con proyecto ilusionante y atractivo para el sector primario y rural. 

Unos y otros, analizarán detenidamente la evolución del voto y las tendencias de las ciudades, barrio a barrio, sabedores que en urbes se concentra la población y que es allí donde se la juegan.

El mundo rural, sus pueblos, lo dan por amortizado, unos por que aunque son conscientes que van perdiendo apoyo lo pueden compensar con lo ganado en las ciudades y los otros, se obsesionarán con las ciudades, porque en los pueblitos, poco margen de mejora les queda.

No se confíen, todavía hay partido en el campo.

Xabier Iraola Agirrezabala


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