Incoherencias a calderadas
Escribo este artículo en mi pueblo txikito, Armintza, en la maravillosa costa bizkaina, descansando o al menos eso pretendo, e intentando desconectar, cuestión imposible, de las cosas del sector primario. Paseo por el puerto, libro en las manos, subida al Jata y charleta con la cuadrilla. Ahora bien, sorprendido estoy con lo rápido que hemos vuelto a la vieja normalidad, salvo la mascarilla en interiores, lo contentos que hemos recuperado los viajes al solete y lo excitados que estamos al comprobar que los turistas vuelven a visitarnos en esos megacruceros que son, sin querer herir a nadie, megaciudades flotantes donde los viajeros son transportados, por todo el mundo, como ovejas al Líbano. Amigos que se van a Mallorca en avión a pasar un finde por 22 euros, hordas de pijogorrias que invaden montes y pueblitos con sus happyfurgos, pisos turísticos a rebosar y como decía, los megacruceros atracando en el puerto de Getxo. Al parecer, la cuestión del cambio climático ha pasado a un s