Tiempo de perros
Mi amigo Pipo es un bulldog francés. Serio. De pocas palabras y menos movimientos. Una mirada penetrante, con sus ojos cuasi transparentes que es incapaz de gesticular ni trasladarme sentimiento alguno. Uno, si le mira, no sabe si está contento, triste o si está pasando olímpicamente de ti. Está poniéndose orondo y como siga así, en verano, le ponemos una manta al lomo y como los bueyes de arrastre, me lo llevo a los campeonatos y apuestas tan frecuentes en verano. Aun así, sigue siendo mi amigo. Pues bien, como decía, Pipo es un bello ejemplar de la raza bulldog francesa, por cierto, una raza que está muy de moda y es por ello que no me sorprendió ver, hace un par de semanas, en el escaparate de una conocida marca de plumíferos, un figurín de esa raza con un plumífero que, agárrense los machos, lo pueden adquirir por el módico precio de noventa euros. Lo que yo considero una broma o pitorreo, no es más que un ejemplo más de lo que venimos observando en una sociedad como la act