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Mostrando las entradas etiquetadas como soberanía alimentaria

El virus de marras

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Resuenan por toda la estepa castellana-aragonesa que rodea la capital que todo lo absorbe, las carcajadas de los paisanos al escuchar las ordenes administrativas de nuestras autoridades que recomiendan que dejemos un metro de distancia entre uno y otro en aquellos eventos de más de 1.000 personas . Ellos, los paisanos, que viven en nanopueblos y acostumbrados a distancias kilométricas para poder encontrar otro poblador estepario con el que simplemente mantener una conversación, flipan en colores al escuchar las ordenes que, al parecer, no van con ellos y por la paranoia generada en las urbes ante la imposibilidad de arrejuntarse masivamente en eventos lúdicos sin los cuáles su vida pierde todo el sentido. Mientras tanto, uno que es obediente, siguiendo a pies juntillas las instrucciones de la autoridad competente, ha optado por el teletrabajo para afrontar la dura tarea semanal de juntar letras con el objetivo último de, además de chinchar a mis seguidores más acérrimos, refl

La matraca de la soberanía alimentaria

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E stos días viajé hasta Madrid en un interminable  tour  ferroviario de hasta siete horas por tierras castellanas donde, además de disfrutar con la lectura de  Zu , de Anjel Lertxundi (libro que les recomiendo), pude ir observando lo encharcadas que están las fincas de cereal por las abundantes lluvias de las últimas semanas. Decían los palentinos, con los que intercambié algunas palabras en el receso de la reunión de trabajo, que la cosa apunta bien y que de seguir así, tendrán una buena cosecha. No obstante, la experiencia les demuestra que hasta el mismo día de la cosecha no se puede cantar victoria porque en un sector primario dependiente, en gran parte al menos, de la voluntad del de “arriba”, la cosecha se puede perder en unas pocas horas. En esa misma reunión también había representantes navarros a los que tanteé sobre el aterrizaje de las nuevas autoridades agrarias del Viejo Reyno y, haciendo una interpretación de sus palabras, siempre correctas y diplomáticas, creo que