La matraca de la soberanía alimentaria


Estos días viajé hasta Madrid en un interminable tour ferroviario de hasta siete horas por tierras castellanas donde, además de disfrutar con la lectura de Zu, de Anjel Lertxundi (libro que les recomiendo), pude ir observando lo encharcadas que están las fincas de cereal por las abundantes lluvias de las últimas semanas. Decían los palentinos, con los que intercambié algunas palabras en el receso de la reunión de trabajo, que la cosa apunta bien y que de seguir así, tendrán una buena cosecha. No obstante, la experiencia les demuestra que hasta el mismo día de la cosecha no se puede cantar victoria porque en un sector primario dependiente, en gran parte al menos, de la voluntad del de “arriba”, la cosecha se puede perder en unas pocas horas.
En esa misma reunión también había representantes navarros a los que tanteé sobre el aterrizaje de las nuevas autoridades agrarias del Viejo Reyno y, haciendo una interpretación de sus palabras, siempre correctas y diplomáticas, creo que en Navarra, en lo que a sector primario se refiere, se puede ir gestando un choque de trenes similar al que ocurrió en Gipuzkoa la pasada legislatura con Bildu en el poder entre un equipo político obsesionado con primar a los suyos y excluyente con todo aquello que no coincida con su modelo agroecológico de venta directa, más minoritario aún si cabe en el caso navarro, y un sector productor, profesional, mayoritario, estructurado en torno al movimiento cooperativo y orientado al mercado, quizás no tan directo. Tiempo al tiempo, como decía aquel, pero mucho me temo que, de no mediar alguien con una visión más realista y moderada, consciente de la importancia estratégica para la economía foral, el choque lo tienen a la vuelta de la esquina.
Me decía este navarro, como decía anteriormente con unas formas exquisitas, que el concepto de soberanía alimentaria está introduciéndose en determinados ámbitos de la sociedad y que este concepto es al que se agarran colectivos de productores ecológicos, consumidores, movimientos ecologistas y cierto espectro político que va del rojo al morado para combatir, lo que ellos consideran como perniciosa, toda tentación económica y productiva de la actividad agraria.
Pues bien, el concepto de soberanía alimentaria, entendido como la facultad de cada pueblo de definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a sus objetivos de desarrollo sostenible y seguridad alimentaria, es, a mi entender, aceptable para todos aquellos que abogamos por una agricultura ligada al territorio, estructurada en numerosas explotaciones familiares que puedan apostar bien por la venta directa, bien por la venta semidirecta a través de las estructuras cooperativas, comprometida con la calidad del producto y con el desarrollo rural de nuestros pueblos frente al modelo de agricultura de otros países orientada a la agroindustria, a la exportación mientras las comunidades locales viven en la miseria, etc.
Ahora bien, dicho lo dicho, tampoco debiéramos caer en el error ....
....de identificar el concepto de soberanía alimentaria con un modelo agrícola único, excluyente y de vía estrecha, donde incluso la mayoría de nuestra agricultura familiar más profesional queda descartada por su visión economicista de la profesión. Por ello, los que honestamente pretenden fomentar la soberanía alimentaria deben ser conscientes que estar todo el día dando la matraca con el concepto y la gestión talibán del mismo lo convierte en algo rechazable, incluso, para aquellos a los que, teóricamente, quisiera proteger.
No quisiera caer en el error en que cayó ya hace unos años el políticopopular Antonio Basagoiti, que arremetió contra la propuesta electoral de EH Bildu de denominar Departamento de Soberanía Alimentaria del Gobierno Vasco al ya tradicional Departamento de Agricultura y lo hizo con argumentos tan tremendistas y zafios como “su idea es que nos matemos y comamos los vascos unos a otros por su independencia” porque creo que es totalmente injusto, pero tampoco quisiera dar respaldo al otro extremo que utiliza este concepto como mantra, incluso con tintes políticos, donde cualquier agricultor que vaya más allá del autoconsumo o de la venta directa en la feria local ya es sospechoso de ser un agroindustrial de prácticas malignas para el medio ambiente.
El sector agrario vasco, y me atrevo a referirme al navarro por extensión, viene apostando por una política agraria y alimentaria propias, donde la provisión de alimentos para la población local es el objetivo principal pero, tal y como dice el ganadero Balentin de Bergara, si como pueblo queremos o pretendemos ser soberanos, alimentariamente hablando, primero habrá que producir alimentos y la madera suficiente para nuestras propias necesidades y, para ello, impepinablemente, hay que fomentar la actividad agraria y forestal con todas las herramientas posibles, sin caer en el error de demonizar la más mínima actividad agroforestal.
En resumen, como siempre, la virtud estará en el centro y por ello debemos fomentar un sector agrario equilibrado que trascienda planteamientos excluyentes de vía estrecha, que vaya más allá del autoconsumo pero sin caer en el otro extremo, donde algunos poderosos agentes del “mercado” nos quieren llevar.
Equilibrio, oreka en euskara, es la solución.

Comentarios

loan ha dicho que…

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