Los irresponsables de Panamá
Con el estomago encogido anda la gente verdaderamente rica por si su
nombre aparece en los papeles de Panamá o lo que es peor, por si su
nombre salta a la palestra mediática como defraudador o tramposo
fiscal.
Los asquerosamente ricos cruzaron el charco y abrieron una empresa
pantalla para que los no tan ricos no alcancemos a ver lo que hay
detrás de esa dichosa pantalla. No quieren que sepamos lo que tienen
porque, en muchos de los casos, el origen de dichos fondos, aparte de
los privilegiados que heredan lo que el común de los mortales no
hereda, debe ser, cuando menos, dudoso.
“Si no apareces en los panamá papers, no eres
nadie” me dice una amiga y yo me quedo cabizbajo y triste al
comprobar que ni aparezco en dichos listados ni ninguno de mis
familiares, amigos y baserritarras (por mucho que pertenezcan a la
asociación de terratenientes vascos) con los que alterno tampoco
aparecen en los mismos. Una pena, la verdad.
Personalmente, ironías aparte, estimo que este
escándalo de defraudadores y tramposos es la consecuencia, a gran
escala eso sí, de una cultura social benévola con el tramposo, con
el listillo que engaña a sus amigos, con el espabilao que se salta
las normas más básicas de la convivencia diaria y así, si al ADN
que traemos de serie, le sumamos la argamasa del dinero y del poder,
nos encontramos con esta podredumbre donde unos pocos privilegiados,
los del “taco” como decía el humorista, se burlan del populacho.
Más sangrante aún es el caso de los responsables políticos,
responsables de la cosa pública, o irresponsables mejor dicho, que
en vez de mostrar una actitud ejemplarizante ante los ciudadanos, han
escapado de sus responsabilidades y optado por una doble vida que
estalla cuando filtraciones como ésta saltan a la palestra.
En el caso de las personas de a pie, la responsabilidad tiene una
proyección social más limitada que afecta, básicamente, a nuestra
familia, negocio y entorno más cercano pero, no por ello, deja de
ser menos importante porque para que una sociedad funcione
correctamente es indispensable que la suma de las responsabilidades
personales también funcionen adecuadamente y por extensión, algo
similar, sucedería en el caso de la responsabilidad del grupo,
asociación, etc.
El lector se preguntará a dónde quiero ir a
parar con esta cuestión tan teórica como la responsabilidad
personal y/o grupal y por ello les tengo que reconocer que es la idea
que me vino a la mente tras leer, en una revista de Cooperativas
Agroalimentarias, una información sobre la crisis que viven los
sectores ganaderos y ante la falta de reacción que se observa entre
los ganaderos.
Me explico, el sector lácteo vive unos momentos agónicos y ....
son los
ganaderos ajenos al movimiento cooperativo los que más cruelmente
están sufriendo la actitud prepotente de desalmados primeros
compradores, malvadas industrias sin alma y carroñeras empresas de
distribución que juegan con la leche a modo de anzuelo para agarrar
al consumidor por el gaznate. Ahora bien, con la misma contundencia
afirmo que es, cuando menos inexplicable, la actitud de los ganaderos
que, a pesar de todas las traperías, prefieren ir por libre, jugar
al mejor postor en función del tobogán de precios, criticar a las
cooperativas estructurantes, reclamar a los políticos soluciones
imposibles de un día para otro para, a la postre, cuando el precio
se recupere (¡Dios lo quiera!), comenzar a galopar a todo trote, en
su propio caballo y de paso, mofarse de lo lento que van los
ganaderos que van, conjuntamente, subidos en el carro cooperativo.
Por lo tanto, señores ganaderos, seamos responsables y actuemos en
coherencia, a las duras y maduras, en proyectos comúnes y/o
cooperativos porque, a fin de cuentas, lo que más temen los
desalmados de enfrente es la organización de los ganaderos.
Por cierto que este problema no es algo exclusivo del sector lechero
puesto que la desunión brilla en el sector del ganado vacuno de
carne donde miles de pequeños ganaderos son incapaces de
estructurarse para atender adecuadamente a un sector comercial
conformado por cientos de pequeñas carnicerías y por unas pocas
distribuidoras. Muchos ganaderos están habituados a un contacto
directo y mantenido en el tiempo con “su” carnicero que, a
semejanza del ganadero, es pequeño, necesitado de nuevos productos
más elaborados y con mayor valor añadido, con una imagen más
moderna y agradable pero que a la postre, trabajan con una carne con
márgenes menguantes y por lo tanto, en muchos casos, se ven abocados
a recurrir a mayoristas de carne foránea más barata
(consecuentemente, con mayor margen) y con productos elaborados a la
carta para una clientela cada vez más exigente. Por su parte, las
grandes distribuidoras requieren volumen y continuidad en el
suministro por lo que los ganaderos a modo individual se ven
incapaces de atenderlos, por lo que una vez más, nos vemos abocados
a la estructuración de los propios ganaderos en una cooperativa que
sea capaz de dar respuesta a los volúmenes, presentaciones y
garantías que requieren las grandes cadenas.
En resumen, por concluir, sea en el sector lácteo para empoderar al
ganadero frente a la industria y distribución, sea en el sector
cárnico para atender satisfactoriamente las necesidades de
carniceros y distribución, queda patente, al menos desde mi punto
de vista que la organización y estructuración del sector ganadero
es la única alternativa viable, al menos, en sector agroalimentario
donde las políticas se dirigen, imparablemente, hacia la
liberalización total y consecuentemente, son las decisiones
adoptadas conjuntamente, pero bien fundamentadas en la
responsabilidad personal de cada uno de los productores, la única
solución posible para los retos que nos plantea, ya, el presente.
Son tiempos duros para adoptar decisiones empresariales pensando en
el medio-largo plazo pero no olvide, señor ganadero, que de no
hacerlo ahora cada vez será más dificil puesto que el tiempo,
tristemente, corre en su contra.
Xabier Iraola Agirrezabala
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