Acorralados



Recientemente leía en la prensa que un pastor de Amezketa denunciaba la muerte de unas 15 ovejas por el ataque de los buitres y si bien las fotos eran impactantes, el propio pastor, Jon Ander Goñi del caserío Zugasti, dejó entrever que los responsables administrativos, en un primer momento, dudaban de la veracidad de su testimonio y sobre el origen de la muerte de sus animales.

Llevamos varios años oyendo a los técnicos de la administración y a varios estudiosos de la materia que los buitres sólo atacan al ganado previamente muerto y rechazando, reiterada y descaradamente, los testimonios de pastores y ganaderos en general que afirman haber visto con sus propios ojos cómo estos gigantes de la aviación atemorizan, acorralan, mordisquean y matan su ganado, principalmente, a aquellos animales debilitados tras haber parido en pleno monte o pradera cercana al caserío. No son ni uno ni dos, los ganaderos que me lo han contado y no tengo porque dudar de su palabra puesto que, además de conocerles, sé lo mucho que se juegan en el empeño.

Pues bien, aprovecho la polémica periodística para tratar el plan conjunto de gestión de las aves necrófagas de interés comunitario de Euskadi que actualmente se halla en pleno proceso de aprobación por parte de las cuatro administraciones, osea, por el Gobierno vasco y las tres diputaciones forales.

La población de buitres en Euskadi, según recoge el propio Plan de Gestión, ha sufrido en los últimos años un notable incremento, así mientras en el año 1979 sólo se reproducía con regularidad en Araba y teníamos 49 parejas reproductoras “fichadas”, en el año 1999 la población reproductora era de 384 parejas y en el año 2008 se alcanzó un total de 822 parejas. Es decir, la población de buitres crece exponencialmente y con ello, paralelamente, los ataques a ganado.

Aún así, los técnicos de la administración, con el apoyo entusiasta de los conservacionistas más recalcitrantes, impulsan una serie de medidas encaminadas a preservar una población de buitres que, según ellos, se encuentra en grave peligro.

Ocurre algo similar a lo que ocurría hace unos años con otras especies en supuesto riesgo de extinción como son el corzo y el jabalí. El descenso en la población de jabalís y corzos reclamaba la atención de los conservacionistas y los cazadores, por su parte, que reclamaban introducir mayor número de corzos y jabalís para asegurar la práctica de su afición deportiva, lograron que desde la diputación foral se repoblasen nuestros montes con jabalís y corzos.

Actualmente, el problema es la sobrepoblación de jabalís y corzos y los daños y perjuicios que los mismo ocasionan en praderas, maizales, arbolado, etc. así como en cuestiones derivadas como el tráfico y consecuencia de ello tenemos un verdadero problema de gestión de la fauna salvaje con unos baserritarras hartos de denunciar los daños, muchas veces sin efecto alguno, y unos cazadores que, en algunos casos, se ven superados por el alcance de la cuestión y en otros casos, contentísimos de tener la caza tan cerca de casa.

Buitres, corzos, jabalís, lobos (en la vertiente más oriental de Bizkaia y en Araba) y otras especies tan peculiares como el coipu (una especie de rata-nutria que abunda en la zona de Bidasoaldea que campa a sus anchas en praderas y huertas de las riberas de los ríos) hacen que los baserritarras se sientan acorralados ante tanto bicho que les amargan la vida y perjudican en sus explotaciones.




Ellos, los baserritarras, observan indignados el interés de técnicos, conservacionistas y demás profesionales por dichos animales salvajes mientras se desentienden de los crecientes problemas que tienen los baserritarras y propietarios de tierras y bosques y el pasotismo general instalado en la sociedad urbana ante estos fenómenos.

Los jabalís y corzos llaman la atención de la gente urbana cuando son vistos en pleno centro de la ciudad o en los jardines o praderas limítrofes a la población. Los buitres, por su parte, unicamente llaman la atención a algunos montañeros o cómo ha ocurrido ahora, cuando las sangrantes fotos saltan a la palestra mediática.

Desgraciadamente, nadie adopta medidas contundentes para afrontar este problema y, tal cómo dicen algunos ganaderos, las administraciones no reaccionarán frente a esta plaga mientras los buitres no ataquen a algún humano, quizás, algún niño perdido en el monte y que esté exhausto por el esfuerzo físico.

Confío en que no se llegue a dar ese fatal desenlace y antes, alguien, reaccione.


Xabier Iraola Agirrezabala


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