El jardín de los parlamentarios




Recientemente un informativo de una televisión estatal daba cuenta del lio que se montó en pleno centro de Barcelona al comprobar que un jabalí campaba a sus anchas por sus calles y jardines y la presentadora destacaba que, si bien era bastante habitual que los jabalíes apareciesen en los barrios altos, no lo era tanto que entrase, como suele decirse coloquialmente, hasta la cocina.

Viendo este tipo de noticias y el cariz de show que le dan los propios periodistas, me refuerzo en la idea de lo alejado que vive el mundo urbano del rural puesto que en nuestros pueblos es más que habitual observar cómo los jabalíes o los corzos bajan hasta abajo ocasionando numerosos accidentes de tráfico y más de un susto si andas despistadillo.

Los jabalíes campan a sus anchas en las praderas y valiéndose de su poderoso hocico te levantan, en un pis-pas, todo un hierbal, girando la hierba como si fuesen jardineros que están poniendo el césped de Anoeta y lo que es peor, te dejan un trabajo interminable en adecentar y resembrar lo arrasado por estas bestias. Algo similar ocurre con los corzos que bajo la inocente apariencia de Bambi se comen todos los brotes, retoños y las ramas más tiernas sin distinguir si esos brotes están en el medio del monte o en medio del jardín municipal.

En referencia a éstos últimos, los corzos, llama la atención su rápida propagación llegándose a ser evidente la preocupación de los baserritarras y resto de vecinos del medio rural ante la plaga de corzos que soportamos y comienza a ser imperiosa la necesidad de afrontar esta situación y de aplicar medidas de control ante el exceso de población de corzos, sin olvidar por ello, a los jabalíes.

La imparable “cabaña ganadera” de corzos, además de los ya mencionados daños en plantaciones, resulta ser un excelente atractivo para bestias como el lobo que, independientemente de si hay cabaña ganadera o no, podría alimentarse de estos animalitos que a pesar de su cándida imagen tanto daño hacen al campo y a sus habitantes, es decir, que el perjuicio que ocasionan los corzos es doble dado que, además del que ocasiona en las plantaciones arbóreas, actúa como imán para una alimaña tan nefasta para la ganadería extensiva como es el lobo.

Sí, estimados lectores, el lobo es muy bonito para verlo en los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente pero es la pesadilla de todos aquellos ganaderos que, de una forma u otra, utilizan el monte y sus recursos para la gestión de sus rebaños. El lobo, se diga como se diga, se explique como se explique, es incompatible con la ganadería extensiva y por ello es incompatible con el uso que nuestros ganaderos, especialmente los pastores, dan a los pastos de montaña pero también a aquellas praderas que están, más o menos, próximas a sus caseríos o cuadras.

Por ello me resulta incomprensible la petición de una serie de colectivos ecologistas que han solicitado al Gobierno Vasco que incluya al lobo en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas, con todo lo que ello supone de protección para dicha bestia, y confío que imperará la cordura en los despachos de nuestros responsables políticos puesto que un avance del lobo supondrá, si o si, la puntilla para el sector ganadero extensivo. ¿qué pastor se aventurará a dejar su rebaño suelto, día y noche, sabiendo que el lobo merodea por sus cercanías?.

Las leyes, algunas incomprensibles desde el punto de vista de los que trabajan en, con, desde y por la naturaleza, recogen reiteradamente diferentes aspectos que chocan con los usos y costumbres de la gente del campo y por ello, no me extrañaría que, una vez más, se impongan las tesis de los ecologistas, acompañados de sesudos informes de algunos ecotalibanes que campan por los despachos de la administración, frente al sentido común de la gente del campo que son, a fin de cuentas, los que con sus “inmensas barbaridades ambientales” en los últimos siglos han modelado el maravilloso paisaje que disfrutamos el conjunto de la sociedad.

Esta lejanía entre el campo y sus gentes para con los impulsores de normativas restrictivas e ilógicas en el ámbito medioambiental no queda ahí y así, como balsa de aceite, se extiende y propaga por toda la normativa que emana de las instituciones.

Pues bien, recientemente el Parlamento Vasco ....


ha aprobado la ley 5/2015, de 25 de junio, de derecho Civil Vasco que, si tenemos en cuenta lo recogido en prensa, renueva el derecho foral, lo actualiza y moderniza y lo proyecta hacia el futuro, creando una vecindad civil vasca que supera la fragmentación territorial e incrementando la libertad en el momento de hacer el testamento y si bien, conozco gente que opina que esta nueva ley supone un paso atrás con respecto al Derecho Civil Foral guipuzcoano en lo que respecta a la transmisión del caserío, no quisiera abordar dicha cuestión si no otra, no menor, que me traslada mi fiel aliado Mikel, como es la servidumbre de paso de facto que los parlamentarios han aprobado para todos los terrenos de Euskadi.

Me explico, dicha Ley en su Título I recoge la cuestión de la servidumbre de paso pero, así como quien no quiere, llega a decir que “el propietario tiene el derecho de cerrar la heredad que posee, pero no puede impedir el paso de los particulares para su uso no lucrativo, siempre que no utilicen vehículo alguno”. Osea, en castellano de Soria, ningún propietario de tierras puede impedir el paso a paseantes, montañeros, seteros, cazadores, etc.

Vuelvo a reiterar lo que ya vengo a decir en anteriores ocasiones, “no soy persona con conocimientos jurídicos” pero mucho me temo, y adelanto mi disposición a flagelarme públicamente si estuviese errado, que con esta redacción los señores parlamentarios nos han “colado” una servidumbre de paso sin necesidad de que pasen 20 años de uso o sin que esté recogido en las escrituras del terreno. ¿pensarán lo mismo estos parlamentarios y los impulsores de dicha Ley si los miles de baserritarras, propietarios de fincas, cruzasen por el jardín particular de su casa?.




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