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El diccionario de las obviedades

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  La sobrepresencia pública y publicada de algunas personas hacen que se equivoquen, nos equivoquemos, más de lo considerado como normal. Es lo que tiene estar todo el día opinando y marcando posición. Algo similar ocurre con los términos que utilizamos en el día a día. De tanto usarlos, los asimilamos de tal forma que, incluso, perdemos la noción exacta de su significado. Por ello, no me extraña que me llamase poderosamente la atención que, al leer un informe sobre energías renovables de la asociación ecologista GREENPEACE, titulado “Criterios de Greenpeace para un desarrollo renovable necesario para el clima y respetuoso con la biodiversidad y las personas”, me encontrase con un párrafo que recogía tres términos tan básicos como manidos: precio, coste y valor. Según recoge Greenpeace, “El precio es el dinero que alguien paga por el producto, el coste son los gastos directos e indirectos necesarios para su producción, y el valor es la utilidad que tiene para satisfacer las neces

Las burradas de Don Juan

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  Llevo semanas o meses diría yo, flipando en colores con las ocurrencias de las ministras de Podemos que, conscientes del problema que tienen los colectivos más vulnerables para poder alimentarse saludablemente, lanzan, día sí y día también, ocurrencias a la plaza pública para, únicamente, no perder hueco en los medios de comunicación. En esas estamos, cuando el gobierno francés, acorralado por las protestas ante su proyecto de retrasar la edad de jubilación y temeroso de que dichas protestan puedan derivar en algo más general y profundo, sale a la palestra anunciando un acuerdo entre el ejecutivo galo y las cadenas de distribución para crear una cesta de productos “antiinflación” donde cada cadena podrá determinar, libremente, qué productos incorporar y cuáles son los precios ofertados. Cómo no, todo ello, en la chauvinista Francia, irá etiquetado con la bandera francesa y con el texto común “trimestre antiinflación”. El ministro galo, además, se permitió el feo para con el go

Agricultura familiar sin familiares

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  Joxemari, un amigo, murió el miércoles. De gran corazón, pero, con el corazón cansado. Con él, murió un gran polemista. El último diría yo. Le bastaba incorporarse a una reunión o comida para, inmediatamente, de forma natural, percatarse de por donde iban los tiros ese día para, de forma innata, pero con la consiguiente teatralidad gesticular, plantear un tema con el que enzarzarse en una eterna polémica en el que, sí o sí, te ganaba de todas todas, aunque fuese, sólo (con tilde), por aburrimiento. Le echaremos en falta en las sobremesas en las que unas veces llegaba con el traje de ateo y otras, con el traje del Opus Dei. En función, de su pituitaria polemista. Pues bien, ante la falta de Joxemari, me veo en la necesidad de tomarle el relevo y plantear una cuestión que, si bien me ronda por la cabeza en los últimos tiempos, esta misma semana he podido contrastarla con algunos productores. La cuestión que me ronda es la siguiente, viendo la creciente burocracia administrativa q

La tormenta blanca

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  ¡Qué breve es la alegría en casa del pobre! es uno de mis dichos preferidos y al que me aferro para ilustrarles sobre lo que, al parecer, algunos están maquinando, desde sus confortables despachos, para el sector productor lácteo. Recapitulo. Como todos mis lectores habituales, al parecer muchos si tenemos en cuenta los palos que me llegan de uno y otro lado, saben, el sector ganadero de vacuno de leche es, de por sí, un sector productor muy sacrificado dado que las vacas hay que ordeñarlas entre 2-3 veces al día, los 365 día del año, y además, un sector donde el productor requiere estar continuamente invirtiendo para poder estar al día y cumplir con los parámetros de calidad de la leche, bienestar animal y gestión de abonos orgánicos (estiércol y purín) para luego, en el mejor de los casos, obtener un margen insignificante. Pues bien, señalado el campo de juego del sector productor, también recordarán que los ganaderos llevan unos cuantos años entre, conformarse con cubrir coste

La gente de bien

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  Meter la pata, es de humanos. Algo frecuente además, cuando uno está expuesto al público y colgado del micrófono todo el día, por lo que, resulta bastante comprensible que, de vez en cuando, se patine más que en una pista de hockey sobre hielo. Algo así debió ocurrirle a Alberto Núñez Feijoo cuando en un pleno senatorial apeló a la gente de bien para reprocharle al presidente Sánchez la aprobación de la ley trans. La expresión en sí, me reconocerán, es ciertamente, viejuna. Hace referencia a unos tiempos en que la sociedad se dividía en buenos y malos, particularmente, buenos eran aquellos que seguían las normas de la iglesia y del Estado omnipotente, mientras los malos, eran los rebeldes ante dichos poderes. Los rojillos, resumiendo. Escuchándole, reflexioné, pensé mejor dicho, sobre qué gente será la que Feijoo considera como “gente de bien” pero al mismo tiempo, reflexioné sobre lo que yo podría calificar como “gente de bien” y sorprendentemente, me vinieron muchas imágenes a

Gastronomía sin alma

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  Toni Massanés es un elemento de cuidado. Además de director general de la Fundació Alicia (ALImentación y cienCIA), es un reconocido y laureado gastrónomo, a lo que hay que sumarle su faceta divulgadora, que desarrolla con maestría en diferentes medios de comunicación. Les invito a seguirle, entre otros sitios, en el diario catalán La Vanguardia. Pues bien, Toni escribió a mediados del mes de enero, tras el anuncio del cierre del archipremiado restaurante danés NOMA, un artículo titulado ¿No más Noma?, que lo remataba con una reflexión que, tras interpelarme, no tengo más remedio que reproducirla literalmente: “ les confieso que, a mí, la sostenibilidad que me preocupa es la de las decenas de miles de pequeños restaurantes, fondas y casas de comidas independientes que dan vida a los barrios y los pueblos” y ahora, hace unos pocos días, en su artículo “La crisis de la clase media”, ha vuelto a incidir en su teoría afirmando que “ Lo que necesitan nuestros municipios, nuestro patrim

A lo fácil

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  Tras su imagen angelical y ñoña, Nadia, se esconde una persona muy capacitada, bien formada, funcionaria de alto nivel y bregada en las arduas negociaciones de las instituciones comunitarias lo que, imagino, le habrá aportado una gran experiencia en la arena política que, dicho sea de paso, le vendrá de perlas, para la lucha sin cuartel que se presencia en el Congreso español, día sí y día también. Pues bien, esta señora, Nadia Calviño, ministra de Economía y además vicepresidenta primera del Gobierno Central, ha sorprendido a toda la población con su faceta cómica, al revelar en el hemiciclo que ella, cuando va a hacer la compra, va buscando las ofertas y además afirma que ella, ya nota la bajada en los precios a consecuencia de las medidas en el IVA que ella misma ha impulsado. No me negarán que la ministra no es salada, cachonda, chisposa y todos los calificativos que quieran añadir. Soltar la que soltó, la verdad, es reírse a la cara de la gente, de la gran mayoría que, frecu