Mi suegra no tiene desperdicio
Donostia
ha sido durante unos días la capital gastronómica mundial con la
celebración del fantástico y mediático congreso GASTRONOMIKA que
este año ha celebrado su vigésimo aniversario. El congreso es un
evento que suscita el máximo interés y atrae a cientos de
asistentes entre los que destaca la presencia de numerosos cocineros,
desde el más sencillo hasta el más galáctico, críticos
gastronómicos, publicaciones y medios especializados y, cómo no,
empresas agroalimentarias. Unos y otros, además de trabajar y hacer
contactos que fructificarán posteriormente asisten, quizás
contagiados por tanto galáctico de la sartén allí reunidos, para
dejarse ver y reforzar su papel en el mundillo gastronómico.
Apagados
los cegadores focos y los flashes de las cámaras, despejadas las
escalinatas del Kursaal, nos encontramos con que este martes la
comunidad internacional, ósea el mundo mundial, celebra el Día
Internacional de la Alimentación que suele ser una efemérides que
todos utilizamos para arrimar el ascua a nuestra sardina y así
argumentar, reforzar y/o rechazar los planteamientos que defendemos,
cada uno desde su sitio, bien sea uno, productor de alimentos,
transformador, comercializador, consumidor o varias cosas
simultáneamente.
Mientras
unos incidirán en la necesidad de aumentar la producción agrícola
para así alimentar al imparable aumento de la población mundial,
otros señalarán que la producción actual es suficiente para
alimentarla y que dónde hay que actuar es en la correcta
distribución de los alimentos para combatir la perenne hambruna y,
en esas estamos, inmersos en un pin-pam-pum donde los consumidores,
al menos hasta el momento, somos meros observadores de la partida
cuando se comienza a introducir en la agenda política el fenómeno
del despilfarro alimentario en su más amplia dimensión como la
social, económica y/o medioambiental.
En
este contexto, el pasado 3 de octubre, el sector agroalimentario en
su conjunto (productores, industria, cooperativas, distribución,
hostelería, …) así como instituciones, consumidores, ONGs y otros
muchos colectivos, presentamos la Plataforma contra el Despilfarro de
Alimentos de Euskadi en un acto sencillo pero contundente que sirvió,
con la implicación de los medios de comunicación, para dar un
aldabonazo a la conciencia de los ciudadanos y fomentar que como
consumidores de alimentos, seamos plenamente conscientes de las
dimensiones de la cuestión.
Si
usted, estimado lector, aún no es consciente de la gravedad del
tema, le invito a que lea los siguientes datos: Un
tercio de los alimentos destinados al consumo humano se pierde o
desperdicia en todo el mundo, lo que supone unos 1.300 millones de
toneladas al año. Por contra, 800
millones de personas no tienen comida suficiente para
asegurar sus necesidades nutricionales básicas. La huella de carbono
de la comida producida pero no consumida es de 3,3
gigatoneladas de CO2.
Si se tratara de las emisiones de un país, este se situaría en el
tercer puesto del ranking de mayores emisores, por detrás solo de
EEUU y China. Los alimentos no consumidos ocupan unos 1.400 millones
de hectáreas de tierras, el 30% del total de la superficie
cultivada. Se
estima que cada año se
pierden o desperdician en Europa entre un 30% y un 50% de los
alimentos comestibles, por
lo que la
generación
anual de pérdidas y desperdicios alimentarios en los 27 Estados
miembros de la UE es de unos 89 millones de toneladas.
Esto equivale a un desperdicio de 179
kilos por habitante,
y ello sin contar los residuos de origen agrícola generados en el
proceso de producción, ni los descartes de pescado arrojados al mar.
En
Europa, se estima que el desperdicio de alimentos en los hogares
alcanza el 42% del total, y en la fase de fabricación, el 39%. El
resto se atribuye a la restauración (14%) y al comercio minorista
(5%).Los
hogares españoles tiraron a la basura 1.326 millones de kilos de
alimentos en 2015. lo que significa que se desechan unos 3,7 millones
de kilos diarios.
Esto representa casi el 5%
del total de productos alimentarios comprados. En Europa, los hogares
españoles son los que más desperdician en la cadena
alimenticia, pero a los residuos generados por este colectivo hay que sumar además los
desechos resultantes de los procesos de fabricación, los servicios
de restauración y la distribución. En
Euskadi, para acabar de rematar, se estima que el desperdicio total
alcanza las 350.000 toneladas al año, unos 160 kg/persona/ año cuyo
transporte, si les es más fácil visualizarlo, supondrían unos
17.500 trailers por nuestras carreteras.
¿Cómo
se le ha quedado el cuerpo? Espero que mal y que consecuentemente,
reaccione y se ponga a revisar su forma de comprar, consumir,
gestionar los alimentos en el día a día y tenga en mente, el modo
de actuar de nuestras amonas que aprovechaban hasta el último hueso
y peladura para hacer caldo y que, por no tirar, no tiraban ni
saliva.
Si
todos y cada uno de nosotros somos conscientes de la cuestión y
somos mínimamente consecuentes con ello, creo que podremos dar
pequeños pasos que nos llevarán lejos y que los beneficios de esta
nueva actitud redundarán en pro de todos y ahora que lo digo, me
acabo de acordar de unos melocotones que al no tener sabor alguno (al
estar recolectados verdes e inmaduros y mantenidos largamente en
cámara frigorífica) se están quedando “aparcados” y que, si no
lo remedio, acabarán en el cubo de la basura. Ya les decía, entre
otras cosas, aprender a comprar. “Consejos vendo que para mí no
tengo”
apuntillaría mi suegra.
Comentarios
hace mas calor
es un pais que recibe mucho turismo
pero supongo que se desconoce que en FRancia hay una ley que obliga a bares y supermercados a tirar comida y ademas crea empleo