La Pedroche



Cuando yo era un crío mis padres en la Nochevieja, tras cenar con nosotros en casa, salían al añorado Bar Iñaxi comandado por el mítico JoxeMari Ezeiza a comer las uvas y tomarse sus copitas de cava mientras nosotros, los tres hermanos, nos quedábamos en casa viendo en la tele un programa que nosotros creíamos era en directo pero que, al parecer, estaba enlatado meses antes.
Ahora, a pesar de lo que ha avanzado la tecnología, la tele sigue ofreciendo una gala musical enlatada tras una dura y competida campanada donde, lamentablemente, siguen destacando los vestidos (por llamarlo de alguna forma) de la Pedroche que, enseñando muslamen, tiene su patético pero glorioso momentico en el audímetro. Parece mentira que en pleno siglo XXI, una cadena tan correcta y respetable como Antena 3, siga recurriendo a semejantes recursos y nadie se escandalice. ¿Qué ocurriría si en vez de Antena 3 fuese la Trece de los obispos? ¿No les recuerda a las célebres mamachichos de Berlusconi? En fin, lamentable.
Aún así, a pesar de la Pedroche, creo que el inicio del nuevo año es una inmejorable ocasión para hacer memoria y un resumen del año viejo por lo que he buceado en los artículos escritos a lo largo del año y en varias revistas de la agrocosa para sacar conclusiones y caer en la cuenta que el año queda reducido a unas poquitas cosas y que entre estas pocas cosas, hay una que destaca sobremanera.
Como decía, puestos a destacar, creo que la noticia del año en lo que al primer sector vasco se refiere (terminología que se la cojo prestada a nuestra consejera, Arantxa Tapia, a la que no le gusta nada que nos refiramos a la gente del campo como el sector primario) es el estallido de la enfermedad del pino tras una primavera-verano que ha contado con los inmejorables condicionantes para que el hongo, más concretamente dos hongos Dothistroma sp. y Lecanosticta acicola, avancen a sus anchas por las masas forestales de pino que tenemos a lo largo y ancho del País, por supuesto, Vasco.
El estallido de la enfermedad ha sido de tal magnitud que, además de afectar a un tercio de los pinares (aproximadamente 40.000 hectáreas), ha provocado una alarma social que afecta al conjunto de la sociedad, incluso a aquellos que no tienen un solo árbol o a aquellos otros que hasta ahora la cosa del monte se la traía al pairo, pero ha afectado sobremanera a los “amigos” del pino. Lo intuíamos, pero desconocíamos lo extendida que estaba la enfermedad de la pinotis que afecta a aquella gente que odia el pino (de eucalipto, ni hablamos) y que aboga por su erradicación y total sustitución por especies arbóreas, por supuesto, autóctonas y de crecimiento lento, eso sí, en los terrenos y a costa del trabajo de otros. ¡Slow Forest que diría Petrini!.
Mientras los propietarios forestales, sí, los malvados terratenientes que se dedican a esquilmar la tierra y a forrarse con las subvenciones y con la pasta gansa recibida tras la corta final, andan noqueados, desorientados y viviendo instalados en la inquietud sobre un suelo en constante movimiento; las asociaciones, entidades y administraciones del ramo andan con una actividad frenética para, en primer lugar, aminorar los daños y evitar una mayor propagación de la enfermedad y , en segundo lugar, buscar alternativas lógicas, viables y consensuadas para el futuro próximo que comienza ya y finalmente, un sector forestal en su conjunto que busca alinearse con las tendencias emergentes aquí pero asentadas en los países más adelantados de la Vieja Europa como son la economía circular y la bioeconomía.
Personalmente, en algunas reuniones sobre la Gipuzkoa del futuro he podido constatar las reticencias de algunas gentes hacia la actividad forestal en su conjunto y particularmente, el rechazo a toda aquella actividad que se desarrolle en el monte que supere la mera faceta medioambiental y particularmente, mostrando una incomprensible animadversión hacia el mundo forestal vasco que, con todos sus errores, intenta conjugar las tres patas de la sostenibilidad (medioambiental, social y económica) que todos exigimos a toda aquella cuestión o actividad que se la quiera adjetivar de sostenible.
Creo que Euskadi, pero muy particularmente Gipuzkoa, cuenta con un enorme potencial natural que le debe permitir una primerísima potencia en Bioeconomía con un monte y un sector forestal de tal magnitud y calibre, introducidos los cambios y ajustes que haya que introducir, donde sea posible aunar una actividad forestal con determinadas especies que cree riqueza y economía en los pueblos rurales, que sustente una potente e innovadora cadena de la madera, que impulse, entre otras líneas, una política de energías renovables basada en la biomasa forestal autóctona de nuestros montes y un sector de la construcción fundamentado en la madera y también, ¿porqué no?, junto a ella, unida y/o paralelamente, una actividad forestal más orientada al aspecto medioambiental pero que cree empleo directo e indirecto en nichos como el turismo rural, senderismo, bosques para la salud, etc. pero que, impepinablemente, también requerirá de su propia gestión y por lo tanto, también generará actividad económica inherente a la gestión, por mínima que sea.
Gipuzkoa cuenta con potencial y saber hacer suficiente para ser, si no lo es ya, una potencia verde de primera línea donde sus bosques, su cadena forestal y los bienes intangibles que los árboles nos dispensan al conjunto de la sociedad, pueden complementar la actividad industrial y tecnológica con esta otra actividad que, como decía, se alinea perfectamente con una estrategia tan moderna e innovadora como es la Bioeconomía. El reto es gigantesco. Comencemos ya, sin perder un año más. ¿A qué esperamos?
Xabier Iraola Agirrezabala



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