La izquierda y la Derecha
Bochorno, incluso mayor que el que recientemente pasé en Roma, es lo
que estoy sufriendo al ver el vodevil que nos ofrecen los políticos,
algunos al menos, donde los protagonistas, malos actores y peores
políticos, nos hacen creer que lo realmente importante es nuestra
calidad de vida y la solución de los problemas del día a día.
En el plano vasco, la pelea es a un volumen de sonido muy bajo, calma
chicha en la superficie y patadas en la espinilla bajo la mesa,
principalmente, entre los partidos abertzales, PNV y EHBILDU que
juegan una partida a largo plazo disputándose el liderazgo de dicho
campo y con ello, de la sociedad vasca.
En el plano estatal la cosa está bastante más complicada y
enrevesada puesto que ambos bandos, izquierda y derecha, protagonizan
sus luchas cainitas por liderar dicho espacio, cada uno en su terreno
acotado y sin caer en la cuenta que el panorama político de
multipartidismo, superado el viejo bipartidismo, requiere de una
mayor cintura política y de una nueva cultura política, basada en
el acuerdo entre diferentes, por otra parte, ta arraigada en Euskadi.
El caso más patético, en mi opinión al menos, es el protagonizado
por los partidos de izquierda, PSOE y PODEMOS, donde los primeros
pretenden recabar el apoyo de los segundos por su cara bonita, les
invitan a diseñar el menú (programa de gobierno) mientras les
niegan su degustación en la mesa y los segundos, obviamente, les
recriminan su veto y les prometen lealtad pero no sumisión. Puestos
a proponer chuminadas, yo les propondría a ambos un Gobierno de
cooperación compuesto íntegramente por personalidades
independientes y de prestigio, en el que no estuviese ni el propio
Sánchez, y que fuese apoyado por todos aquellos partidos que
apoyaron la moción de censura. ¡Por pedir, que no quede!
Pues bien, cooperación, lealtad, trabajo en equipo y otros muchos
conceptos son términos harto conocidos por los productores de
alimentos en cuanto que pertenecen a eso que se viene a llamar la
cadena alimentaria conformada, entre otros, por productores,
transportistas, empresas privadas y cooperativas de transformación,
empresas comercializadoras, mercados y mercas, cadenas de
distribución y finalmente, como dice Juan Roig, el jefe, ósea, el
consumidor.
La cadena alimentaria es radicalmente diferente en función del
número de eslabones que la integren, el tipo de producto, la
naturaleza jurídica de cada uno de sus integrantes y así nos
encontramos desde circuitos cortos donde productores optan por el
mercado local, grupo de consumo, etc. , productores con mayor
producción y/o mayor competencia que deben comercializar a través
de terceros (tiendas, supermercados, mayoristas,…) y cómo no,
tenemos productores y/o cooperativas de productores que recurren a
través de la gran distribución a un publico mayoritario que vive,
cada vez más, concentrado en los núcleos urbanos y para cuyo acceso
deben recurrir a comercializadoras, logística, etc.
Cuanto más integrantes compongan la cadena, más larga y compleja es
la cadena, más compartida es la rentabilidad y más compleja es la
relación entre los integrantes que, como podrán imaginar, ni están
al mismo nivel, ni tienen la misma situación de poder y
consecuentemente, lo que debiera ser una relación cordial y
cooperativa pasa a ser una relación difícil, compleja y en algunos
casos, de sumisión.
Lo fácil sería decir que la solución es muy sencilla, que todos
los productores optasen por producciones pequeñas, diferenciadas, de
alta calidad y que las vendiesen en circuito corto donde, al menos
teóricamente, la relación productor-consumidor, vendedor-comprador
son cordiales y satisfactorias, pero créanme, la cosa se complica
cuando vives en sitios alejados de los núcleos urbanos, cuando el
volumen de producción es considerable, cuando tu familia no da
abasto para producir-transformar-vender y otras muchas tareas y
cuando los hábitos de consumo imperantes no cuadran con el buenismo
teórico antes descrito. Por ello, muchos productores optan por
integrar cooperativas que les garantizan la compra del producto, les
proporcionan cierta estabilidad y les facilitan el acceso a las
ciudades y a las grandes cadenas de distribución que se van
imponiendo en la actualidad.
Dicho lo dicho, me vienen a la memoria las palabras de un responsable
de una cooperativa vasca que, recientemente, en un periódico vasco,
afirmaba que si bien el futuro de la cooperativa era halagüeño, el
futuro del sector primario era bastante negativo. Destaco esta
reflexión porque es una reflexión que me hago yo mismo al observar
otros muchos casos donde empresas, privadas y cooperativas, que
acometen las tareas que trascienden la producción agraria van bien,
algunas como un tiro, con facturación creciente, salud financiera
envidiable, fortalecidos en el mercado y mientras tanto, sus
proveedores, sus socios en el caso de las cooperativas, perciben un
precio final que apenas les permite sobrevivir, sin alegría alguna,
sin atracción para las nuevas generaciones. En conclusión, la
rentabilidad no se comparte en términos de igualdad y los
productores se vienen embolsando lo que no se han llevado los otros
eslabones, es decir, la producción va de izquierda (producción) a
derecha (consumidor) mientras la rentabilidad va en sentido opuesto,
de derecha a izquierda.
Soy consciente de que soy pesado, repetitivo, insistencialista,
monotema, etc. Lo que quieran, pero les agradecería si alguien me
explica cómo puede mantenerse este modelo en el tiempo. ¿Cómo
proyectar al futuro una cadena alimentaria sin agricultores y
ganaderos que la sustenten y justifiquen?. Espero ansioso sus
comentarios.
Xabier
Iraola
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