El camarote de los Hermanos Marx
Llevo años escuchando a muchísima gente maldecir por la Navidad. Que si son unas fiestas ñoñas y cursis, que si son unas fiestas excesivamente consumistas pensadas para atracarnos la cartera, que si llevamos un mes lleno de interminables comilonas, exceso tras exceso y en definitiva, unas fiestas donde la familia, que te toca y no se elige, con su omnipresencia te llega a asfixiar, que si en Nochevieja brota una camaradería y felicidad más falsas que las pesetas de chocolate, etc. y así, suma y sigue, toda una ristra de motivos para justificar por qué se aborrece la Navidad. Este año, por el contrario, esos mismos que se mofaban y hacían gala de pasar olímpicamente de la Navidad, son los mismos que nos bombardean, por tierra, mar y aire, con lamentos, mensajes negativos y críticas por la falta, impuesta por Decreto-Ley, de todos aquellos ingredientes navideños que decían odiar. Al parecer, las críticas a la Navidad que vertían hasta ahora no eran más que un pose de modernismo...