El cuento chino de la industria láctea
(Carátula de una película argentina)
Los
medios de comunicación andan revueltos con la noticia sobre el fin
de las cuotas lácteas y muchos de ellos, desconocedores absolutos de
la realidad ganadera, andan acercándose micrófono en mano a todo
pitxitxi que se preste a opinar sobre las consecuencias que dicha
decisión, que se aconseja trascendental, tendrá en el sector
primario.
Europa
ha aplicado durante los últimos 30 años el sistema de cuotas
lácteas que, a fin de cuentas, no era más que un sistema de control
de producción con el que evitar una sobreproducción y con ello,
minimizar el coste de otras herramientas de gestión de los mercados
(intervención, restituciones, etc.) que, en ciertas épocas,
supusieron un fuerte desembolso a las arcas comunitarias.
La
cuota láctea, para aquellos ajenos al sector productor, es un tipo
de concesión o licencia administrativa por el que las
administraciones permiten a los ganaderos producir leche hasta el
límite de lo asignado y para el caso que lo supere, tacatá y a
pagar. Aquellos ganaderos que no contaban con cuota asignada, por
muchas vacas que tuvieran, no podían comercializar esa leche ni
directa ni indirectamente.
A lo
largo de estos años y si miramos al menos los últimos, podemos
comprobar que si bien siempre ha habido ganaderos individuales o
estados miembro que han superado la cuota asignada y con ello se
veían obligados a pagar la supertasa, popularmente conocida como la
multa láctea, tranquilamente podemos afirmar que la producción
total europea no ha alcanzado nunca la cuota total asignada a la UE.
Y
usted se preguntará, si Europa ha sido históricamente incapaz de
producir la cuota autoimpuesta ¿para qué puñetas se lía la manta
a la cabeza con la eliminación del sistema de cuotas y con la
liberalización de la producción? En mi opinión, lisa y llanamente
porque le interesa a la industria láctea.
Los
numerosos informes prospectivos que han analizado las consecuencias
de la eliminación de las cuotas y el futuro del mercado
internacional de los productos lácteos en los años venideros
auguran un crecimiento exponencial del consumo en los países
asiáticos y africanos, hasta ahora abstemios de leche, lo cual
supondrá un gran mercado potencial para aquellas empresas lácteas
especializadas en la exportación.
Ya
lo dijo Matthew Johnson, experto de la entidad holandesa de estudios
RABOBANK, en el transcurso de una Jornada Láctea organizada por ENBA
en Donostia, cuando predecía un crecimiento del 8% en Europa para el
periodo 2015-2020 (crecimiento desigual y concentrado en países como
Dinamarca, Irlanda, Holanda, Reino Unido, Alemania y Oeste de
Francia) y al mismo tiempo, preveía para ese mismo periodo un
crecimiento del 2,5% anual en el consumo mundial de los productos
lácteos, también concentrado, principalmente en los países
asiáticos.
Como
todas las previsiones realizadas por este tipo de institutos y por
aquellas impulsadas por la administración comunitaria cabe el riesgo
de que las previsiones se queden en el tintero, se cumpla justamente
lo contrario de lo apuntado y, lamentablemente, que dentro de unos
años nadie se acuerde de dichas previsiones ni tengamos la
oportunidad de sacarles los colores a los que las hicieron pero aún
así a algo hay que aferrarse y ser cautos con dichos informes,
puesto que la madre del cordero está en la sincronización entre el
crecimiento del consumo mundial previsto y el incremento de
producción previsto en todo el mundo pero, especialmente, en el
viejo continente.
El
crecimiento exponencial en el consumo mundial se dará, en unos
primeros años, en el consumo de leche líquida por lo que, salvando
las distancias, la transformación en leche en polvo será un factor
vital para todas aquellas empresas lácteas que quieran acceder a
dichos mercados y se puede prever que dicho consumo de leche líquida
básica, en la medida que los consumidores asiáticos se vayan
habituando a la leche y productos lácteos y que su nivel de renta
crezca, se irá orientando, parcial pero progresivamente, hacia
leches más especiales y hacia productos lácteos de mayor valor
añadido como pueden ser los quesos, preparados lácteos funcionales,
etc.
Pues
bien, estimado lector, como podrá imaginar los principales
interesados en abordar estos nuevos mercados son las grandes grupos
lácteos del centro y norte europeos (sí, esos grupos radicados en
los países que, casualmente, han fomentado la eliminación de las
cuotas) que tienen un fuerte potencial productivo por su agraciada
orografía y su componente forrajera, un sector productor
estructurado en potentes cooperativas que, a su vez, cuentan con una
impresionante maquinaria industrial capaz de abordar el mercado de
leche en polvo y de ir más allá de la leche líquida con una amplia
gama de producto lácteo diversificado.
Y se
preguntará, con toda razón, ¿en que situación se encuentra
nuestra industria láctea? A lo que un humilde observador y
juntaletras le responde que nuestra industria láctea, aplicándose
dicha máxima a casi todas las empresas lácteas, se encuentra en
pañales, sin los deberes hechos, sin infraestructura para hacer
leche en polvo tanto para los momentos del mercado interno como para
abordar mercados exteriores, sin dimensión para afrontar los
continuos y crecientes retos que le plantea una distribución
concentrada y poderosa, sin estrategia para diversificar y por lo
tanto asfixiados en el mercado de la leche líquida, totalmente
dependiente de las disputas comerciales que ningunean un producto tan
importante y lo que es peor, cada uno en su batallita particular y al
corto plazo.
Existen
excepciones, valga como ejemplo la Corporación Alimentaria KAIKU con
unos 375 millones de euros de facturación de los que un 55% proviene
de los mercados internacionales, pero lamentablemente, las
excepciones son eso, excepciones que nos dan la muestra de la
generalidad imperante.
Xabier
Iraola Agirrezabala
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