La cadena al cuello
Hace unos meses acudí a un centro
comercial del centro de Bilbao y salí “ojiplático”, como dice
mi amiga Chus, riojana de nacimiento pero astesuarra por amor,
magnífica elaboradora de queso Idiazabal GOINE, al ver que un
saquito de alubias de Tolosa que suelen rondar 12 euros/kg se vendía
a 24 y que un queso de pastor se vendía a 36 euros frente a los 15
euros aproximados que habrán abonado al pastor y usted dirá, ¿cómo
puede ser esas diferencias más aún en productos que no requieren
ninguna manipulación por el centro comercial?
Doy estos dos ejemplos para
ilustrar una situación habitual en la cadena alimentaria y que me
vienen como anillo al dedo puesto que hace aproximadamente tres meses
el Consejo de Ministros aprobó un Real Decreto que desarrolla
parcialmente la Ley de Medidas para mejorar el funcionamiento de la
cadena alimentaria. Sí, esa cadena que aúna ( y ahoga en algunos
casos) tanto al productor como al transformador, envasador,
transportista, mayorista, otra vez transportista, minorista y
finalmente cliente final.
Terminado el cónclave
ministerial, la ministra de Agricultura, Alimentación y Medio
Ambiente, Isabel García Tejerina, se quedó más ancha que pancha,
henchida de orgullo, con frases tan antológicas como “es la
primera vez que se regulan en España y a escala comunitaria las
relaciones comerciales de la cadena alimentaria para acabar con las
prácticas comerciales abusivas".
Creo haber escrito anteriormente
que uno de los aciertos de Cañete y de su equipo fue establecer como
dos de sus prioridades tanto la cuestión de la Cadena Alimentaria
como la no menos importante el fortalecimiento del sector cooperativo
dotándolo de herramientas y normativas que impulsen la integración
y el dimensionamiento de las empresas cooperativas.
Ahora bien, creo que es un claro
exceso verbal de la ministra, referirse a dicho real decreto como la
normativa con la que se acabarán los abusos que se dan
reiteradamente en el seno de la cadena, puesto que constantemente
tenemos conocimiento de situaciones graves en las que el
desequilibrio inherente a la cadena alimentaria pone en peligro de
extinción al sector más débil, el productor.
La cadena alimentaria cuenta con
muchos eslabones pero son tres, a mi parecer, los elementos
centrales: productor – transformador-comercializador y por ello,
todos debemos ser conscientes quienes tienen todas la de perder.
Mientras en los otros dos eslabones, el dimensionamiento, el volumen
y el consiguiente poder se logra a través de decisiones adoptadas en
pequeños consejo de dirección con una docena corta de directivos
“full time”, en la base donde están los productores
(agricultores y ganaderos) hay cientos o miles de productores donde
las decisiones son complejas de adoptar puesto que cada una de las
decisiones afecta a uno mismo pero, también, al resto de miembros de
la familia que, de una forma u otra, más o menos, participan de los
trabajos del campo.
Por ello, en mi opinión y por
mucho que los productores se integren en cooperativas de
transformación y comercialización, la normativa o legislación que
afronte el loable objetivo de dotar de transparencia y equilibrio al
conjunto de la cadena debe tener muy en cuenta este aspecto que, a mi
parecer, no es baladí.
Recuerdo haber leído no hace
mucho una entrevista en una revista láctea al director general de
ASEDAS (Asociación española de distribuidores, autoservicios y
supermercados, Ignacio García Magarzo en la que llegaba a utilizar
el término de “precio predatorio” refiriéndose así al precio
excesivamente bajo que se utiliza para eliminar a un competidor,
reconociendo asimismo que “este precio predatorio puede tener a la
larga una incidencia negativa sobre el tejido industrial y comercial
de un sector y cuando se produce esa destrucción del tejido
empresarial, es muy difícil de recuperar”. Es decir, en castellano
básico, que una política de ofertas continuas en puede conllevar
que, además de eliminar al establecimiento competidor, te lleves por
delante también a las empresas transformadoras como a los
productores y que una vez acabado con los productores, ya no hay
forma de recuperarlos para próximas estrategias.
Por cierto que el desequilibrio en
la cadena alimentaria queda bien reflejado en una respuesta que la
comisión europea dio a la europarlamentaria popular irlandesa
Mairead Mcguiness en la que reconoce el cada vez mayor poder del
eslabón comercializador y consecuente pero contrariamente, el cada
vez menor peso de los productores.
Según informa la Comisión en el
año 1995 el porcentaje de valor añadido que los productores se
llevaban de la cadena alimentaria era del 31%, un 29% en el 2000, un
24% en 2005 y en el último dato cerrado, del 2011, recoge que dicho
porcentaje ha disminuido hasta el 21%.
Asimismo, el porcentaje de la
industria agroalimentaria se mantiene en torno al 30% (del 31% de
1995 hasta el 28% de 2011) mientras que, por el contrario, el eslabón
más potente de la cadena, el eslabón comercializador (tanto
mayorista, minorista, restauración, etc.) crece del 38% de 1995
hasta el actual 51%. Osea, según este informe oficial de la Comisión
Europea, 51 euros de cada 100 que genera la cadena alimentaria a modo
de valor añadido, se los come el último eslabón, el comercial
Por ello, y finalizo, comprenderán
estimados lectores que las políticas gubernamentales cuyo objetivo
sea equilibrar el valor que genera la cadena alimentaria son
fundamentales para garantizar la supervivencia de todos.
Xabier Iraola Agirrezabala
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