Comienza la “Operación bikini”
Acaban
de terminar las fiestas patronales de mi pueblo, Legorreta, y si bien
es cierto que son muy pocos quienes asisten a la misa del jueves de
La Ascensión del Señor (incluso hay gente que se piensan que las
fiestas son dedicadas a una tal Santa Ascensión) mi primera
reflexión es sobre la pervivencia de estas fiestas locales,
vestigios de tradiciones que nos diferencian a unos de otros y en las
que comprobamos el nivel de arraigo que tienen cada uno de los
habitantes del municipio.
Con
el mayor respeto hacia el que lo haga, no alcanzo a entender a
aquella gente que, en un claro ejemplo de desarraigo, se marcha de
vacaciones en las fiesta de su pueblo pasando olímpicamente de
participar en esas fiestas donde la convivencia y la participación
en muchas de sus actividades son la base del éxito de las mismas.
Quizás, esas mismas personas, prefieran asistir como espectador a
actividades socioculturales organizadas por una empresa y
patrocinadas por una multinacional de la bebida pero como no es mi
caso, desde aquí aprovecho para reivindicar la importancia de estas
fiestas de pueblo y reclamar la participación de los vecinos en su
organización y disfrute.
Dicho
lo dicho y cerrado el paréntesis lúdico-festivo llega el momento de
la operación bikini y de empezar a toda marcha la puesta a punto
para lucir body, en mi caso en la playa de arena dura de Armintza,
empeño en el que coincido con miles de personas que se apañan en
perder en este par de meses lo acumulado a lo largo de todo el
invierno.
Por
ello, puestos a la tarea y teniendo en cuenta que todos los gurus del
consumo alimentario afirman que los vectores en los que se fundamenta
la compra de los alimentos son tanto la salud y la comodidad, me hago
la siguiente pregunta: ¿están los productos alimentarios vascos y
mas especialmente aquellos elaborados con producto autóctono
preparados para atender dichas demandas de salud y comodidad?
¿cuantos productos alimentarios están dirigidos a aquellas personas
que han decidido cuidarse? ¿cuántos productos alimentarios están
preparados para atender al vector de la comodidad? Y en el caso de
que no estén especialmente dirigidos a ninguno de dichos vectores
pero sean productos realmente saludables, ¿cuántos cuentan con una
estrategia de comunicación o marketing adaptada a satisfacer dichos
planteamientos?
O
ando muy perdido o creo que son muy pocos los casos de nuestros
productos alimentarios que estén trabajando dichos aspectos y es por
ello que he acogido con verdadero agrado la publicación en la prensa
catalana (¿dónde puñetas estará mirando la nuestra?) de una
magnífica noticia para aquellos que, como yo, nos gusta el queso y
la carne roja; por cierto, alimentos clave para nuestro sector
primario.
Pues
bien, recoge La Vanguardia, las conclusiones del documento Consenso
sobre las grasas
y aceites
en la alimentación
de la población adulta, elaborado por la Federación Española de
Nutrición, Alimentación y Dietética (Fesnad), coordinado por el
doctor Emilio Ros, y que fue presentado en el marco del III Congreso
de la Fesnad, que aglutina, entre otros, a la Sociedad Española de
Nutrición (SEN), la Sociedad Española de Endocrinología y
Nutrición (SEEN) y la Sociedad Española para el Estudio de la
Obesidad (SEEDO) y en sus conclusiones recoge afirmaciones tales como
que el queso y
la leche no sólo afecta poco
a la colesterolemia, sino que además ayuda a reducir la tensión
arterial y se dice asimismo
que no tiene sentido la
prohibición de comer carne roja que durante años ha formado parte
de la lista de alimentos a eliminar en la dieta de las personas con
el colesterol alto y con problemas cardiovasculares. La razón hay
que buscarla en que no es una carne procesada.
Convendrán
conmigo que las conclusiones de dicho estudio echan por tierra las
recomendaciones de tanto medicucho que se hartan de prohibir queso,
carne roja o la incomprensible batalla contra la leche de vaca cuando
la verdad del barquero (se lo digo yo por propia experiencia no por
haber hecho medicina en CCC como muchas de las que me rodean) es que
debiéramos comer de todo, con moderación y eso sí, gastar la suela
de las zapatillas con la práctica habitual de ejercicio físico
La salud y el bienestar son dos elementos clave en el momento de inclinarnos por uno u otro alimento pero no lo es menos, la cuestión de la comodidad y para ello debemos saber cuáles son las tendencias de consumo (por épocas del año, por tramos de edad, por colectivos, etc) y cómo adaptarnos a ellas o al menos, a alguna de ellas.
Recientemente,
en un encuentro sobre el txakoli, el representante de la distribución
subrayó la necesidad de contar con una estrategia de marketing y/o
comunicación para el consumo en el hogar ante un consumo en
hostelería menguante y ante el afrancesamiento de nuestras
costumbres y llamó la atención de los txakolineros al recordarles
que actualmente no existe ninguna firma txakolinera con una botella
pequeña adaptada al consumo del 55% de los hogares con una o dos
personas.
Algo
similar ocurre con la tendencia creciente del “finger food”
(alimentos para comer con los dedos) que engloba tanto al mundo del
picoteo como a las presentaciones diminutas de platos tradicionales,
¿está nuestro exquisito queso Idiazabal adaptado en sus formatos al
mundo del picoteo, de las ensaladas, a las pizzas, hamburguesas,
etc?.
Son
infinidad las pequeñas innovaciones que debiéramos incorporar tanto
a los procesos de elaboración como a la presentación, envasado,
comercializacíón, etc. para poder atender las demandas de esos
importantes vectores que fundamentan la compra de alimentos de los
consumidores pero, siendo consciente de nuestro tamaño, al menos,
cada uno de los productores-elaboradores o de las empresas debiera
reflexionar sobre cuál es su estrategia para atender a dichas
demandas o a parte de ellas.
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