Los senadores se lanzan a la piscina “rural”
Que
conste que cada vez que oigo hablar del Senado me viene a la cabeza
imágenes de cientos de señores mayores, políticos viejunos a los
que se les mandá allá en agradecimiento a su dilatada carrera
política aunque también los habrá, imagino, que los han mandado
allá como al destierro cumpliendo la máxima de “patada lateral
ascendente”.
Me los imagino, metidos en esa maravillosa piscina
que dicen que alberga su fastuosa sede (aunque reconozco que no sé
ni si existe o si es una leyenda urbana más con el objetivo de
despretigiarlo) con los michelines flotando entre burbujas y sin dar
un palo al agua pero, la verdad es que me ha llamado la atención que
esta institución, tan puesta en solfa y que no acaba de ganarse la
simpatía popular, haya tenido la magnífica idea de crear una
“Comisión Especial de estudio sobre las medidas a desarrollar para
evitar la despoblación de las zonas de Montaña”, una comisión
ciertamente necesaria si es que se quiere afrontar un fenómeno,
silencioso pero imparablemente letal para una gran parte del
territorio peninsular.
No sé cuál es el objetivo final del que la haya
impulsado pero creo que puede ser un buen foro para que se oiga la
voz de los inexistentes pobladores del medio rural, de esos
ciudadanos ausentes en las estadísticas pero también ausentes de
(casi) todos los planteamientos políticos porque, tal y como
reconoce el presidente de la Red Española de Desarrollo Rural
(REDR), Aurelio García Bermúdez, alcalde de la localidad cacereña
de Hoyos que habla euskara perfectamente, fruto de su permanencia en
Gabiria y Lazkao hasta que decidió volver a su tierra, en España, a
diferencia de lo que ocurre en Francia, no hay ningún partido
político con una estrategia rural clara.
Me refería anteriormente a una gran parte del
territorio porque tal y como recogía el diario EL PAIS en un
magnífico reportaje oportunamente titulado “La España terminal”,
en 22 provincias el 30% de la población supera los 65 años y
conforman una gran mancha oscura donde la falta de jóvenes que
garanticen la necesaria renovación generacional conllevará, si o
si, a un imparable goteo de cierres de pueblos.
Dicho reportaje recoge las palabras de Francisco
Burillo, catedrático de Prehistoria, que habla de un amplio
territorio denominado Serranía Celtibérica, aglutinando comarcas de
Aragón, Castilla y León, Valencia y Castilla-La Mancha donde
existen 614 núcleos de población con menos de 100 habitantes (más
del 50% de todo el Estado) y que alberga en su seno una zona entre
Teruel, Cuenca y Guadalajara, con un densidad de 1,63 habitantes/km²,
incluso, inferior a los 1,87 habitantes/km² de Laponia.
Como se podrá imaginar si la falta de renovación
generacional es el drama de dichas zonas con grave riesgo de
desaparición, en mi opinión, dos son los colectivos clave a los que
hay que dirigirse que no son otros que las mujeres y los jóvenes.
Una mayor atención a las demandas de ambos
colectivos nos lleva irremediablemente a la cuestión de los
servicios en los municipios rurales (comercio, educación, sanidad,
ocio, empleo, etc) pero no quisiera dejar pasar la ocasión para
recoger las acertadas palabras de otro invitado a la Comisión del
Senado, Pedro Agustín Medrano, ingeniero de montes de la Asociación
Forestal de Soria , que en una ponencia reivindicativa de los montes
de socios y su papel en el desarrollo rural y en el mantenimiento de
la su economía y paisajes, quien en su séptima conclusión
reivindica la importancia que se le debe otorgar a la formación en
las zonas de montaña.
Reconoce que “de nada valdrán todas las
políticas de desarrollo rural si mantenemos el esquema educativo
urbano vigente que está pensado para abordar los retos de una
sociedad urbana pero no los de una sociedad rural y que, mientras
tanto, seguiremos preparando a nuestros hijos para que se marchen
hacia las ciudades”.
Y sigue diciendo verdades como puños tales como
“las zonas de montaña precisan de un modelo educativo
diferenciado, propio, que recoja todas las enseñanzas necesarias
para que nuestros hijos puedan enfrentarse a la sociedad globalizada
del siglo XXI, pero que también sirva para fortalecer sus raíces y
enseñarles a relacionarse con su entorno. No se trata de reclutarles
de una manera forzosa en lo agrario. Se trata de ofrecerles la
formación necesaria para asegurar su libertad de elección.
Proporcionémosles raíces, que ellos encontrarán sus alas”.
Estimado lector, siento haber caído en la
tentación del “cortaypega” tan extendido en estos tiempos pero
las palabras de este soriano son tan certeras que no he tenido más
remedio que hacerlo. Confío en que sepan perdonarme.
No obstante, mi amigo Mikel, ganadero, no se habrá
sentido molesto por mi corta-pega porque él siempre me ha
reconocido, con cierta tristeza, que a sus hijos en la escuela del
pueblo nunca les habían presentado la agricultura, ganadería o lo
forestal como alternativa laboral o de vida y que ésa laguna era una
de las que debiéramos subsanar si, a medio-largo plazo, queremos
seguir contando con jóvenes al frente de las explotaciones.
Mientras termino de escribir estas líneas, por
curiosidad reviso el libro de mi hijo que está en cuarto de primaria
y me encuentro con una escueta pero letal referencia a la agricultura
con frasecitas como “deforestamos grandes territorios para
destinarlos a la agricultura y ganadería, cultivamos a ritmos
acelerados, utilizamos excesivos pesticidas, las granjas generan
residuos contaminantes,...” por lo que paso a mirar las fotos que
ilustran dicho apartado donde me encuentro con imágenes tan propias
de la agricultura vasca como un granjero con sombrero de cow-boy o
una avioneta fumigando unas fincas. En fin, que razón, tienen tanto
Pedro como Mikel.
Xabier Iraola Agirrezabala
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