Kilómetro CasiCero
Transcurridas
un par de semanas del bombazo de la OMS por el inaceptable informe
sobre la relación del consumo de carnes procesadas y rojas con el
cáncer, los medios de comunicación van alejando el foco de su
atención a otras cuestiones (¡bendita Catalunya!) y con ello,
quiero suponer que la alarma generada por el amarillismo de algunos
medios, irá decayendo y consiguientemente, la situación se irá
normalizando.
Aún
teniendo en cuenta que las altas temperaturas, inusuales para las
fechas en que nos encontramos, son poco propicias para el consumo de
carne, no podemos obviar que el dichoso informe ampliado por los
altavoces mediáticos ha provocado un bajón en las ventas de carne y
según me cuentan mis contactos sectoriales, parece ser que la bajada
se ha cebado en las carnes procesadas con un descenso que ronda el
7%, en las hamburguesas y en menor medida en el resto de carnes rojas
con un 3% cuyo consumo, al parecer, se ha desviado a otro tipo de
carnes como el pollo y/o el conejo.
Pues
bien, tan cierto como que el progresivo silencio mediático supondrá
una cierta recuperación es que el consumo de carne va progresiva
pero imparablemente descendiendo en las sociedades modernas como la
nuestra y por ello cada vez que escuchamos catastróficas previsiones
basadas en un exponencial crecimiento del consumo de carne, debemos
tener bien clarito que ese crecimiento no viene provocado por un
aumento del consumo per capita en nuestro mundo occidental sino
porque la costumbre de comer carne se va generalizando y extendiendo
por amplias zonas e incluso continentes donde, hasta ahora al menos,
la carne brillaba por su ausencia en la dieta familiar como pueden
ser los países asiáticos y africanos, por cierto, países donde
además se concentrará la explosión demográfica prevista para el
año 2050.
Consecuentemente,
el aumento de la demanda en esos países hará que se reactiven los
mercados ganaderos en todos los rincones del mundo mundial, se
potencie el cultivo de grano para poder proveer de alimento a la
creciente cabaña ganadera y nuevamente, al igual que ocurre en otros
muchos sectores, agroganaderos y de otro tipo, serán las empresas,
multinacionales mejor dicho, que tengan la capacidad de almacenar,
congelar, transformar y mover esas ingentes cantidades de carne las
que se llevarán el gato al agua mientras el ganadero tendrá que
conformarse con las migajas que caigan de la mesa donde se celebra
dicho festín.
Valga
como ejemplo, puntual y cercano pero clarificador de lo viajada que
anda últimamente alguna carne que nos llevamos a la boca, el caso de
un tratante que ....
envió a Holanda una partida de vacas flacas,
choriceras, sacrificadas en Euskadi por no tener demanda aquí,
posteriormente, la empresa cárnica holandesa en cuestión, despieza
el animal y aprovecha los delanteros para la elaboración de carne
procesada y reenvía, de vuelta, el resto del animal hacia la capital
del reino de España donde acude un comercial vasco necesitado de
chuleteros, eso sí de gama media-baja, que al analizar la
trazabilidad de dichas piezas no sale de su asombro (¡flipa en
colores como dirían ahora!) tras comprobar que dicho animal fue
sacrificado en el pueblo de al lado.
Como
podrán imaginar, el tratante vasco gana dinero, el transportista que
lo lleva a Holanda también, la empresa holandesa lo correspondiente,
el transportista de vuelta otro tanto, el almacén frigorífico
madrileño su pico y el comercial vasco final le aplica su porcentaje
y aún así, parece ser que el sistema está organizado de tal forma
que dicha carne resulta más barata que adquirírsela al ganadero o
comercial vecino. ¿Qué como es posible? En mi humilde opinión,
todo ello es sustentable porque hay un eslabón de esa cadena, que
todavía no he nombrado, el ganadero que ha criado ese animal durante
meses o años, que trabaja sin apenas rentabilidad.
Todo
esto y más está ocurriendo en el complejo y oscuro mercado de la
alimentación y muy especialmente en el caso de la carne y por ello,
no me extraña que la marca KAIKU haya emprendido una potente campaña
publicitaria bajo el lema “Kilómetro Cero” para dar a conocer a
sus consumidores que su leche se produce, transporta, envasa y
comercializa aquí, cuál es el recorrido que hace la leche desde que
se ordeña hasta que llega al tazón del cliente y al mismo tiempo,
hacerles reflexionar sobre la importancia de su “acto de compra”
puesto que de ello depende, directa e importantemente, esas otras
cuestiones medioambientales, paisajísticas y sociales de su entorno
más inmediato que tanto le preocupan.
Por
ello, a poder ser, opte siempre por lo más cercano. Por sus
baserritarras más próximos, por sus productos y por su comercio
local.
Xabier
Iraola Agirrezabala
Comentarios